Image: Felipe II. La biografía definitiva

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Ensayo

Felipe II. La biografía definitiva

Geoffrey Parker

22 octubre, 2010 02:00

Felipe II, retratado por Sánchez Coello

Traducción de Victoria Gordo. Planeta. Barcelona, 2010. 1388 páginas, 39,50 euros


Resulta curioso que el mismo adjetivo: "definitivo", haya sido utilizado por el autor en los títulos de dos de sus obras. Y más aún el hecho de que en cada una de ellas se emplee con un sentido distinto. Si en la primera: El éxito nunca es definitivo. Imperialismo, guerra y fe en la Europa moderna (2001) servía para negar dicho carácter a las más imponentes construcciones políticas, en la que ahora se publica parece otorgárselo, en cambio, a una obra historiográfica. Bien sabemos los historiadores, sin embargo, que no podemos aspirar a semejante pervivencia. Se trata, seguramente, de una mala traducción o de la búsqueda de un título llamativo por parte de la editorial, lo que no disminuye en absoluto la importancia del libro.

Geoffrey Parker (Nottingham, Inglaterra, 1943), discípulo de John H. Elliott e historiador británico afincado en los Estados Unidos, es el estudioso que más tiempo ha dedicado al reinado del monarca de El Escorial y quien más documentos suyos ha visto. Desde mediados de los años sesenta ha investigado numerosos aspectos de la España de los Austrias, centrándose de forma preferente en la época de Felipe II y en las cuestiones militares y estratégicas. Su obra es bien conocida por los lectores españoles de Historia, como lo muestra el éxito de algunos de sus libros. Precisamente el más vendido, por encima de los cien mil ejemplares, es su anterior biografía de Felipe II, un estudio breve publicado por primera vez en 1984. Pero ha vendido también varios millares de algunas otras obras como, por ejemplo, su libro titulado: El ejército de Flandes y el camino español, 1567-1659, cuya primera edición española es de 1976. Después de más de 40 años de trabajo y de revisar infinidad de papeles en archivos, nadie tiene más autoridad que él para enfrentarse de nuevo, desde la madurez, a un personaje tan importante y controvertido.

Lo primero que sorprende en su libro es la exhaustividad. Las 266 páginas de 1984 se han convertido en casi 1.400, y aunque es evidente que el distinto formato de ambas obras -la primera de ellas de bolsillo- contribuye a justificar tal diferencia, hay también una especie de rendición final de cuentas, de balance último -quizás por ello lo de definitivo- tras muchos años intentando penetrar la compleja psicología del monarca y después de que se hayan remansado las aguas del cuarto centenario de su muerte, que produjeron gran caudal bibliográfico y un significativo avance en los conocimientos sobre el rey y el reinado. Si siempre es difícil escribir una biografía, lo es más en el caso de un personaje cuya vida se confunde habitualmente con la dinámica del poder y las decisiones políticas que afectaron a España y a buena parte de Europa y del mundo durante medio siglo.

Uno de los mayores méritos de Parker es el de haber logrado analizar el reinado sin alejarse nunca de las percepciones y decisiones de Felipe II, pero precisamente su enorme poder y su intervención exhaustiva y minuciosa en el gobierno contribuyen también a explicar la extensión del libro. La vida, el carácter, la personalidad, las convicciones y decisiones del monarca resultan imprescindibles para entender la historia de la segunda mitad del siglo XVI, lo que hace aún más importante la nueva biografía escrita por el historiador británico.

En ella, además, son bastantes las novedades con respecto a sus posturas anteriores. En líneas generales, se ha producido un deterioro en su valoración del rey, al que pinta con tintas más oscuras que antes. Reconoce su buena formación, sus amplios conocimientos o su dedicación obsesiva al trabajo, pero también su lentitud e indecisión, su desconfianza e incapacidad para delegar, o su obsesión por intervenir en los asuntos más nimios, que le quitaba tiempo para ocuparse de los muchos importantes -algunos transcendentales- que llegaban a su mesa desde todas las partes del mundo. Su evidente religiosidad estaba fuertemente teñida de un providencialismo que le llevaba a identificar sus intereses con los de Dios, lo que le hacía inflexible y originó algunos de sus más sonados fracasos, como la expedición de la Gran Armada contra Inglaterra en 1588.

Durante su largo reinado solo hubo seis meses de paz, hecho que agotó a sus súbditos, especialmente en la Corona de Castilla, seriamente empobrecida y descontenta en sus últimos años. Parker lo describe como un gobernante suspicaz, taimado, frío e implacable con algunos de sus más cercanos colaboradores. "De la risa al cuchillo del rey no hay dos dedos" -afirma- se convirtió en el más conocido veredicto sobre Felipe". Tres de sus decisiones más controvertidas -y equivocadas- fueron la autorización al inquisidor Valdés para que tendiera una trampa y procesara después al arzobispo de Toledo, Bartolomé de Carranza (1559); el arresto y encarcelamiento hasta la muerte de su hijo don Carlos (1568); o su intervención, que Parker confirma, en el asesinato de Juan de Escobedo, secretario de su hermanastro don Juan de Austria.

Quienes se han preguntado por las causas por las que su política obtuvo algunos importantes fracasos han tendido a responsabilizar de ellos, bien a la difícil gobernabilidad de la herencia recibida, bien a sus propias decisiones. Parker se inclina por la segunda opción e insiste en las equivocaciones del monarca, que le llevaron a un estado de guerra casi permanente y enormemente costosa, en frentes diversos y frecuentemente alejados entre sí: su ruptura en 1559 de las negociaciones de tregua o paz con el turco; sus gravosos y fracasados intentos, desde 1570, de invadir Inglaterra y derrocar a Isabel I; las muchas energías desperdiciadas apoyando al bando católico en las guerras civiles de Francia; o la intransigencia que impidió cualquier acuerdo con los rebeldes de los Países Bajos.

Finalmente, el autor intenta una especie de psicoanálisis retrospectivo del rey, a quien considera un ejemplo llamativo de "personalidad obsesiva, u obsesivo-compulsiva", que achaca a su educación estricta y a la necesidad que sentía de estar a la altura de su padre, a quien admiraba. No obstante, reconoce que Felipe II estuvo "extraordinariamente cerca de alcanzar el éxito en sus principales empresas", para lo que juega con la historia contrafactual; es decir, qué hubiera ocurrido si María Tudor no hubiese muerto tan pronto, si hubiera triunfado alguna de las tramas contra la vida de Isabel I, si no hubiera desaparecido el rey don Sebastián de Portugal, o si hubieran ocurrido otra serie de cosas que no ocurrieron, pero que hubieran evitado o resuelto algunos frentes de conflicto.

Nos hallamos, en fin, ante un gran libro; un estudio exhaustivo de un personaje y la influencia decisiva que tuvo en su época, realizado por el historiador más autorizado para ello, pues nadie como Parker ha "tratado" tan de cerca al monarca de El Escorial. Si no definitiva, sí estamos ante la mejor biografía escrita hasta ahora sobre Felipe II; una obra muy difícil de superar y que tendrá, por tanto, dilatada pervivencia. Ya es bastante.

El rey austero

Fernando Aramburu

Otros de su condición gustaron de mundanidades. Felipe II prefirió la fe y la disciplina. Subió al trono para trabajar. De noche, su mano hinchada por la gota redacta a la luz de las velas disposiciones de guerra, sentencias de muerte, cartas sobre futilidades de las que también se encarga personalmente. De amanecida, aún en la cama, ya está firmando cédulas. Su afán laborioso parece dictado por el temor de defraudar a Dios y desmerecer de la fama gloriosa de su difunto padre, el emperador. Dijo: un rey no es sino un esclavo con corona. Nada lo complacía tanto como estar solo en su prisión funeraria de El Escorial, rodeado de legajos, de calaveras y huesos santos. Fue señor de vastos territorios ganados para la religión. Tenía en poco el amor carnal. Acumuló adversidades y padecimientos físicos sin cuento. Habría podido nacer en una página de Kafka.