Ensayo

Stalin. Una biografía

Robert Service

8 junio, 2006 02:00

Churchill, junto a Roosevelt y Stalin (dcha) en Yalta, 1945

Traducción de Susana Beatriz Cella. Siglo XXI. Madrid, 2006. 708 páginas, 24 euros

Lo que cuenta Robert Service en este libro es la historia del éxito de un sujeto y de una ideología, nefastos ambos tanto para un pueblo como para la humanidad en su conjunto, pero eficaces en la consecución de sus objetivos.

Aquí no se trata de comprender, sino de explicar en sus términos la consecución de este logro. La labor del historiador británico es formidable, por el despliegue de medios (fuentes inéditas, amplísima bibliografía) y la sutileza de los análisis e interpretaciones. Pese al hermetismo del biografiado, a la manipulación deliberada a la que sometió su figura como personaje público, a las dificultades para investigar en los archivos, el resultado de la indagación de Service es deslumbrante, un trabajo que impresiona por su penetración, objetividad y ambición.

Son muy abundantes los elementos que pueden destacarse, pero, sobre todo, hay ciertas cuestiones fundamentales que quedan definitivamente aclaradas: la personalidad de Iósef Dzhughashvili (1879-1953), las cualidades que le permitieron acceder y perpetuarse en el poder absoluto, la explicación de las etapas de terror y purgas, y el asunto capital de si el estalinismo fue una desviación de la genuina ideología bolchevique amasada por Lenin o su mera continuación con el matiz de la impronta de la personalidad política y humana de Stalin. También sobresale el ajuste entre contexto y personaje, pues no se trata de una biografía restringida al hombre y sus avatares. El marco histórico, las personalidades de los líderes revolucionarios, las pugnas entre la élite del Kremlin, el problema de las nacionalidades y el papel de Rusia como eje dominante, el proceso de modernización, los desgarros económicos y sociales, las relaciones internacionales, la expansión del comunismo, etc., son minuciosamente analizados y engarzados con la trayectoria vital del biografiado de tal modo que alcanzan un perfecto encaje en esta espléndida obra.

La violencia política era inherente a la doctrina bolchevique. Lenin y Trotski habían ordenado y dirigido matanzas, Stalin se limitó a llevar al extremo este instrumento de poder. A él se debe la supervivencia del sistema soviético hasta 1989. Sin su empeño por industrializar el país a toda costa y acometer el reforzamiento del Ejército Rojo, al precio de un bajísimo nivel de vida de la población, la URSS habría caído ante el embate alemán de 1941 o hubiera entrado en descomposición a consecuencia de las luchas entre facciones, el descontento social y el enorme potencial de las tensiones disgregadoras, como ocurrió tras la caída del Muro.

El déspota georgiano consolidó un sistema de poder que, después de la tremenda etapa del Gran Terror de 1937-1938 mantuvo su estabilidad tras la II Guerra Mundial mediante el miedo a las purgas y la continua rotación en los puestos de poder para evitar conspiraciones en la elite, la permisividad para que éstas mantuviesen sus clientelas y la creación de un amplio estrato de cuadros intermedios jóvenes con privilegios. A esto se suma una machacona labor de propaganda que, a partir de los éxitos militares contra Alemania, el crecimiento económico, el prestigio como potencia internacional, la socialización de los servicios básicos..., logró preservar el sistema pese, según el autor, al apreciable descontento de la población por la baja calidad de las condiciones de vida y la variedad de grupos sociales afectados por las ejecuciones, deportaciones y otras medidas extremas como el paso por el Gulag, un factor central en el desarrollo soviético, basado en la mano de obra esclava que sirvió para explotar los recursos naturales de regiones con condiciones climáticas extremas.

Junto con Hitler y Mao, Stalin ocupa el primer puesto en el escalafón de los mayores criminales de la historia. Como el segundo, murió en la cama. Es preocupante comprobar el número de déspotas de uno y otro signo político que han llegado al fin de sus días plácidamente. La historia es una maestra muy severa.