Image: Recuerdos de Rilke

Image: Recuerdos de Rilke

Ensayo

Recuerdos de Rilke

Marie Von Thurn

27 mayo, 2004 02:00

Rainer María Rilke

Paidós. Madrid, 2004. 144 páginas, 11 euros

Princesa del Imperio Austro-Húngaro y dueña del castillo de Duino, destruido en buena medida durante la I Guerra Mundial, Marie von Thurn und Taxis publicó este libro, delicado y sutil, en 1934, el año en que murió con 79 años.

Mujer muy cultivada y muy mundana (una combinación prácticamente inexistente hoy en día) había conocido a Rainer María Rilke -poeta al que ya admiraba- en París y en 1909, cuando éste acababa de terminar sus Cuadernos de Malte Laurids Brigge. Rilke -que en ese tiempo vivía en París, y que siempre fue un apátrida, como profundo poeta que era- tenía 20 años menos que la princesa de Thurn und Taxis, pero ella descubrió enseguida (le apodaría, en intimidad, Doctor Seraphicus) que el poeta era un hombre desvalido, absolutamente inhábil para cualquier asunto práctico, que necesitaba protección y ayuda. No dudó en brindársela y fue -hasta la muerte de Rilke, ocurrida en 1926- una de sus más constantes amigas. La princesa sintió la hipersensibilidad de Rilke y le maravilló la capacidad que él tenía -a través de la poesía, de su lenguaje- de buscar luz en ese reino de allendidad que él llamaba lo infinito.

Este libro -como he dicho delicioso, sutil- se demora en bastantes anécdotas e historietas de Rilke, pero sobre todo nos presenta el retrato de un poeta refinado y ultrasensible, que casi vive de continuo en el plano de lo metafísico, preparado -como apunta ella- para la dimensión divina. Sin embargo el gran papel que le cupo a Marie von Thurn und Taxis en la vida de Rilke fue el de ser la propiciadora del que sin duda es el libro capital del poeta (y uno de los grandes del siglo XX): Las elegías de Duino. Rilke las empezó a escribir en ese castillo durante una de sus estancias en 1912. Luego vino un arduo tiempo de sequía y desesperación hasta que en la gran tormenta lírica de 1922 culmina en Suiza las 10 elegías duinesas que dedica a la princesa, diciendo: propiedad de la princesa María von Thurn und Taxis. él supo enseguida que era su gran libro, y supo que -en alguna medida- se lo debía al cuidado y a la devoción de esa señora que le quiso de un modo altruista y espiritual, como sólo puedan querer las auténticas princesas, con título o sin él, que no parecen ya existir.

Hiperestésico, delicado, caótico, divertido, pidiendo ayuda para poder sostenerse en un mundo que no parece hecho a su medida Rilke (y este libro lo muestra muy bien) fue el perfecto ejemplo del albatros de Baudelaire, en tanto poeta. Volando mayestático en el cielo, en la tierra, sus alas de gigante le impiden caminar. Tuvo la suerte, eso sí, de encontrar genuinas princesas.