Image: Henry Miller: Los años en París

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Ensayo

Henry Miller: Los años en París

Brassaï

23 enero, 2003 01:00

Foto: Henry Miller

Traducción de Miguel Hernández Solá. Turner/FCE, 2002. 252 páginas, 18’50 euros

Recordemos que, aunque hizo varios pinitos literarios no desdeñables (para muestra este botón) Brassaï es el nombre artístico de un fotógrafo de origen rumano que vivió en París casi toda su vida. Le hicieron célebre las fotos de aquella ciudad que -en los años 20 y 30 del pasado siglo- aún era la capital cultural del mundo.

Brassaï va a hablarnos, pues, de París, pero a propósito de un escritor americano del que fue amigo, y al que, ante todo, admiró. (A tener en cuenta: cuando salió la primera edición de este libro en francés, 1975, Miller, viejo patriarca de aires taoistas, aún vivía). Henry Miller, tras una primera visita, se instala en París -en plan absolutamente bohemio, aún no ha publicado ningún libro- y permanecerá allí casi diez años que (al igual que Hemingway antes) terminará considerando los más felices y movidos y pobres de su vida. Los años en París tiene mucho de parcial biografía de Miller, pero casi en mayor medida es un ensayo biográfico sobre la relación milleriana entre vida y literatura, a pedir de la publicación (en París, en inglés y en 1934) de su primera novela, Trópico de Cáncer, para muchos -todavía- lo mejor de su producción.

Miller dijo (y es el título de uno de los capítulos) que la autobiografía es la novela más pura, y eso es lo que Brassaï -contando aquel París- parece perseguir: Narrar cómo Miller (que llega a París cuando los expatriados felices de la generación perdida se han ido, tras el crack financiero del 29) en una prosa que es nueva por su abundancia, por su mezcla, por su brillantez en todo, por su sabrosa glotonería (prosa densa, sudorosa, subtropical, dice Brassaï) mezcla vida y leyenda, haciendo de la biografía novela y de la novela un modo de reflejar, en múltiples prismas, esa vida.

Es muy interesante el capítulo de June -la musa americana y enigmática de Miller, la reina de La crucifixión rosada- que todavía lo buscó en Francia. Y por supuesto la aparición (decisiva para Miller, pues lo protegió, y el tipo no tenía un céntimo) de Anaïs Nin, personaje enigmático pese a su famoso Diario. Y al fin, Lawrence Durrell. Y no menos interesantes los deseos de Miller (que había leído Viaje al fin de la noche antes de que se publicara en 1932, con la bondad del editor) por conocer al hosco y huidizo Céline, que era -con su nombre verdadero- médico en el entonces periférico barrio de Clichy, cuando Miller se instaló allí buscando precios módicos y la bohemia de la prostitución , los cafetines, y la noche que (unos años) amó apasionadamente. ¿Miller influido por Céline, que admiraba la prosa de Paul Morand, para el que Miller estuvo a punto de trabajar como traductor? Curioso y bello libro este Los años de París que nos deja otra melancolía. Un Miller de casi 45 años ya, sueña en escribir y vivir, apasionadamente, pero el triunfo, bueno, eso ya vendrá cuando tenga que venir. Y lo deseaba. Pero vivir... Los días tranquilos (nada más lejos de la realidad) en Clichy.