Ensayo

Anatomía de la melancolía

Robert Burton

5 diciembre, 2002 01:00

Trad. A. Sáez, R. álvarez y C. Corredor. Asociación Española de Neuropsiquiatría, 1997-2002. 3 vols. 36 euros

¿Qué haría usted si, por acaso, se topara con un libro en tres volúmenes que le amenaza con el curioso título Anatomía de la melancolía? Cómprelo y léalo. Es mi consejo.

Cinco años se ha demorado, desde que se publicara el primer volumen, en 1997, la edición de esta rara y excelente obra. Si se tiene en cuenta que la edición original es de 1621, no es mucho tiempo. Sí lo es -imperdonable- el lapso de cuatro siglos que ha tardado en llegar a la lengua española este innegable clásico de la literatura universal.

Robert Burton, clérigo, bibliotecario y melancólico, consagró su vida al estudio. Acumuló una erudición literalmente enciclopédica, desordenada, simpática y voraz. Melancólico de carácter y de vocación, eligió la bilis negra como territorio propio: como tema y perspectiva, como punto de observación. Se puede interpretar al hombre y a la sociedad desde muchos puntos de vista. Sólo una vez, que yo sepa, se ha ejercido la mirada melancólica con tal rigor y detalle. Cierto es que la época propiciaba pluralidad, incluso disparidad, de las miradas. Erasmo utilizaba el observatorio de la locura y Lutero el del pecado; poco después, Descartes nos instruiría en la reglada disciplina de la razón, antes Montaigne las había probado todas.

Nacido bajo el signo de Saturno, Burton cultivó la melancolía. Investigó las desordenadas pasiones que la acompañan, sus profundos y distantes placeres. La melancolía es un carácter, y un carácter -como sabía Heráclito- es un destino. Burton se disfraza de Demócrito para escribir un libro perdido. Cuenta Hipócrates que, en una visita, descubrió al sabio de Abdera, melancólico, escribiendo sobre la melancolía. A su alrededor, cadáveres de animales diseccionados, indicaban que Demócrito había practicado la anatomía para buscar las causas y variedades de la famosa atrabilis, de la bilis negra. Burton -Democritus junior- practica también la anatomía. Pero lo que disecciona son los usos, la moral, la política y la religión, la higiene y la alimentación, los climas y los ambientes. Y disecciona toda la tradición literaria, histórica y filosófica. Siempre con la melancolía como horizonte de interpretación.
Leerá usted disertaciones sobre los sentidos internos y externos, sobre la imaginación y la concupiscencia, sobre las sectas y el papismo. Conocerá remedios para el enamoramiento y los celos, consejos sobre la dieta, el ejercicio físico, la educación, el trabajo y los viajes. Incluso conocerá una de las utopías más extrañas: la utopía melancólica.

La observación de Burton es, quizá, la de un melancólico solitario. Pero le respaldan todos los autores de todas las tradiciones. Cinco mil quinientas veintisiete notas a pie de página (al final de cada uno de los volúmenes) dan cuenta de la incontinencia feliz de un erudito que no ha dejado anaquel sin explorar ni autor sin citar. Anatomía de la melancolía es una de esas obras que provocan un placer inmenso, un placer intenso. La excelente publicación, un verdadero acontecimiento editorial, acompaña a la magnífica traducción del texto un incisivo prefacio de Jean Starobinski. Han tenido que pasar cuatrocientos años para que podamos disfrutar del ejercicio de la anatomía y del gozo de la melancolía. Un doble placer.