Image: Hotel Nómada

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Ensayo

Hotel Nómada

Cees Nooteboom

28 noviembre, 2002 01:00

Cees Nooteboom. Foto: Mercedes Rodríguez

Traducción de Isabel-Clara Lorda. Siruela. Madrid, 2002. 221 páginas, 23’50 euros

Gambia, Malí, el Sahara, Bolivia y México nos pueden importar un comino, pero no Nooteboom, este holandés errante cuyos textos viajeros, 30 años después de escritos, se revelan como un documento jugoso y, lo que es más importante, como un tesoro literario.

Nooteboom (La Haya, 1933) se puso de joven a "hacer dedo" y ya no paró. Así fue tomándole la medida al planeta, aprendió a vivir como un curioso monje, comtemplativo en continuo movimiento, y a reflexionar sobre la condición de las culturas remotas en el momento clave de su primera corrupción, que no es más que la de nuestra mirada extranjera sobre ellas.

Es como un cuento de hadas el áfrica de Nooteboom, si llegas a ella tras pasar por el áfrica sangrienta de Alfonso Armada. En las crónicas del holandés hay alegría, simbiosis, esperanza. Percepción refinada, un bagaje en el que asoman Borges o Canetti y una sabiduría vital alimentan en estas páginas. "Todos los matices que confirman nuestra identidad, conquistados con dolor y esfuerzo a lo largo del tiempo, se desvanecen", reflexiona Nooteboom en Goulimine (Sahara), paladeando la voluptuosidad de lo desconocido, la imposibilidad de conocer, y aceptando que no es fácil "desaparecer, que es en definitiva de lo que se trata". Así el viajero puede correr el riesgo de parecer "un papúa en una ópera de Alban Berg".

Nooteboom nos informa in situ de la situación política o la historia de los lugares, que ya sabemos o podemos consultar en otros libros. Pero es sólo suya esa deliciosa prosa, esa mirada poética que convierte este libro de viajes en un legado artístico. En Malí enuncia como nadie la gran verdad de la globalización: "¿Cuánto tiempo más permitirá nuestro mundo la existencia de ese otro mundo?", se preguntaba en 1971, consciente de que con nuestra mirada podía inciarse la descomposición de culturas aisladas milenarias. El texto está cuidadosamente salpicado de humor y de brillantes y hermosas reflexiones, que aderezan la información abundante, la descripción, la erudición incluso. El útimo capítulo, "Hotel Nooteboom 2", escrito en el año 2000, conjuga el ensayo viajero, la memoria y esa perspectiva poética y filosófica que hacen de Nooteboom un autor más que recomendable, una pluma excepcional capaz de exprimir sus vivencias en una obra de valor universal. Aquí confiesa Nooteboom la verdadera razón de su búsqueda insaciable: el silencio, algo que otros hombres buscan sin moverse jamás de un lugar. No hay tanta diferencia entre quien dibuja eternamente un círculo sobre un papel blanco y quien anota millones de nombres en mil lenguas en sus cuadernos de viajes.