Richard Wright, 1943. Foto: Gordon Parks

Richard Wright, 1943. Foto: Gordon Parks

Letras

Violencia, miseria, racismo y hambre: vuelve 'Black Boy', un clásico afroamericano

Alianza recupera la novela de 1945 en la que Richard Wright narró su turbulenta vida y que ha inspirado a autores como Toni Morrison, Colson Whitehead y Edward P. Jones.

21 marzo, 2024 02:42

Recupero de la estantería mi ajado ejemplar de Black Boy (1945) de Richard Wright (1908-1960), lectura obligatoria en mis primeras clases como docente de Literatura Norteamericana en la Universidad de Alcalá de Henares, y lo encuentro plagado de anotaciones. Me sorprende una página profusamente subrayada en la que, en su día, apunté: “Nexo entre las slave narratives y obras afroamericanas actuales”.

Black Boy

Richard Wright

Traducción de Eduardo Hojman
Alianza, 2024
317 páginas. 22,50 €

Al releer la novela, ahora en excelente traducción de Eduardo Hojman, llego a la misma conclusión de hace casi cuatro décadas. En ella continúo encontrando los parámetros de violencia, miseria, racismo y hambre que constituían el soporte argumental en Narrative of the Life of Frederick Douglass (1845), de Frederick Douglass o en Incidents in the Life of a Slave Girl (1861), de Harriet Jacobs; al mismo tiempo también observo como resultan innegables multitud de similitudes con novelas como Beloved (1987) de Toni Morrison en lo relativo a la confrontación/protesta social, el autodescubrimiento y la literatura como catarsis. Además, constato que la sustancia narrativa de Black Boy resulta referencial en obras de autores afroamericanos actuales como Colson Whitehead o mi preferido, Edward P. Jones.

Black Boy pertenece al género de los bildungsroman, o novela de crecimiento, con una sutil derivación hacia el künstlerroman, pues el protagonista encontrará en la creación artística la anhelada razón existencial. La novela narra con vocación autobiográfica lo que fue la turbulenta vida del autor/héroe del relato desde su infancia en el sur a comienzos del siglo XX, cuando quemó su casa en una infantil travesura, hasta alcanzar la redención, ya de adulto, en las calles de Chicago gracias a la liberación subyacente a su condición de escritor.

Bienvenida sea esta recuperación de una novela epicentro de la época dorada, de calidad aún no superada, de la literatura afroamericana

Entre ambos episodios debe superar la sordidez de una existencia donde no encontrará respuestas en el fanatismo religioso de su familia, ni en la utopía comunista que conoció estando afiliado al partido hasta abandonarlo al entender que las proclamas eran fantasiosos cantos de sirenas.

La suya fue una infancia sórdida, pasando todo tipo de penalidades, incluido el abandono de su padre. El norte se antojaba una suerte de paraíso donde estaba erradicada la sofocante legislación conocida como “Jim Crow”, que sustentaba jurídicamente la segregación racial, y no dudó en saltarse la ley buscando la manera de alcanzar aquella tierra de promisión. Pero también el norte resultó ser una quimera, pues incluso miembros de su raza no llegaban a entender la verdadera tragedia del problema racial.

La narración en primera persona dota de intensidad y verosimilitud al relato, pero el horror que se trasmite trasciende el ámbito de lo personal e interesa a toda una raza, la afroamericana, que continúa viviendo (en) la degradación como algo natural.

El desarrollo argumental está plagado de multitud de anecdóticos acontecimientos cargados de significación. En uno de ellos el protagonista entra a servir en el domicilio de una familia blanca. A la dueña le extraña que continúe acudiendo a la escuela, y muestra su indignación al saber que lo hace porque quiere convertirse en escritor.

Bienvenida sea, en definitiva, esta recuperación de una novela epicentro de la época dorada, de calidad aún no superada, de la literatura afroamericana. Esperemos que sirva de acicate para reediciones de otros títulos referenciales como Invisible Man (1952) de Ralph Ellison y Go Tell It on the Mountain (1953) de James Badwin.