Felipe González en 1986

Felipe González en 1986

Letras

Felipe González, ante la historia: un libro se ensaña sin compasión contra la corrupción de su gobierno

Gregorio Morán hace de fiscal y juez en 'El jugador de billar', un análisis del periodo en el que el dirigente socialista desempeñó la presidencia del país.

9 octubre, 2023 01:35

No le ha sido fácil a Gregorio Morán (Oviedo, 1947) publicar su retrato de Felipe González, concebido en 2017 como clausura de un ciclo que empezó en el lejano 1979 con la resonante y escandalosa biografía de Adolfo Suárez, subtitulada Historia de una ambición. Las mismas dificultades de entonces las ha tenido ahora, significativo paralelismo que halla su prolongación (y explicación) en el mantenimiento de un afán iconoclasta –razón última de las trabas editoriales– que aplica Morán ahora al líder socialista como antes aplicó al artífice de la Transición.

El jugador de billar

Gregorio Morán

Roca, 2023. 237 páginas. 18,90 €

Vienen a cuento los paralelismos porque estamos una vez más –marca de la casa– ante un retrato, no ya desmitificador, sino vitriólico y descarnado de un personaje histórico, pero vivo, que sigue conservando un halo de respeto en un amplio sector de la sociedad española.

No estamos ante una biografía convencional por múltiples conceptos, pero particularmente por tres: primero, porque a Morán no le importa en lo más mínimo el personaje en todas sus facetas, sino solo el político; segundo, porque tampoco le interesa su trayectoria global sino el período escueto –catorce años– en que desempeñó la presidencia del Gobierno y, por último, pero lo más importante, pues da el tono y sentido al libro, porque el enfoque de Morán no solo huye de la asepsia o la neutralidad sino que se sitúa en el extremo opuesto, hasta el punto de que el autor hace de fiscal y juez y convierte su análisis del dirigente y de la época en un alegato inmisericorde contra el felipismo.

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Podría añadirse aún otro elemento que, a la postre, resulta determinante para singularizar el enfoque y la aportación de Morán: el tema del libro es casi exclusivamente la corrupción felipista. Si se plantea lo mismo al revés, todavía resultará más claro y acorde con la intención del autor: el felipismo no es más que corrupción institucionalizada.

Es verdad que hay un pequeño hueco para la lucha sucia antiterrorista (los GAL), al igual que para otros aspectos (el partido, el programa 2000), pero no dejan de ser pinceladas complementarias para resaltar lo único importante, el entramado de sobornos, estafas, cohechos y todas sus variantes que caracterizaron la modernidad española. Incluso cuando no se cometen delitos estrictos, el PSOE de González aparece como una inmensa agencia de colocación: a cargo del Estado, naturalmente.

Lo cuestionable de este libro es reducir el felipismo y la figura de González a las prácticas corruptas

En la medida en que este panorama no admite contrapuntos ni matices, el problema que se plantea no afecta tanto a la objetividad –en el sentido de si el cuadro resultante es reflejo más o menos fiel de la realidad– cuanto a la unilateralidad y el reduccionismo que terminan imponiendo su impronta. En otras palabras, es incuestionable que la corrupción de los años 80 y principios de los 90 alcanzó niveles inéditos hasta ese momento. Lo cuestionable es reducir el período, el felipismo y la propia figura de González –tres en uno– tan solo a las prácticas corruptas.

Aceptadas las limitaciones antedichas, el lector hallará la apasionante descripción de un país que no es tanto el tradicional ruedo ibérico como un patio de Monipodio en el que hasta el más inepto –un tipo como Luis Roldán, director de la Guardia Civil– cuenta los billetes de las sacas por millones de pesetas (que van a Suiza, claro).

Entre pillos anda el juego. Como lo mejor de González eran… ¡las carambolas! Morán es un maestro del sarcasmo y la caracterización despectiva. “Un juez torvo, megalómano y mediocre” responde al nombre de Baltasar Garzón; "un zoquete político adicto a la notoriedad" se llama Javier Solana, “Solanita pelotillero”, incapaz de comprometerse “sin garantía de victoria”. Casi todos los demás no salen mejor parados.