Katie Kitamura (Sacramento, California, 1979) está gozando de su mejor momento como escritora. A lo largo de su carrera, la autora de En el bosque ha sido traducida a más de veinte idiomas. Su nueva novela, que se acaba de publicar en España en la editorial Sexto Piso, la ha encumbrado como una de las escritoras más influyentes de Estados Unidos. Intimidades fue elegido como uno de los cinco mejores libros del año 2021 en The New York Times y ha sido elogiado por las grandes cabeceras norteamericanas.

Sexto Piso, que se hace cargo de la edición española, es la responsable del regreso de la escritora a nuestro país, en el que estuvo siendo una adolescente. El pasado domingo firmó por primera vez en la Feria del Libro de Madrid, de la que salió "encantada", y el martes presentó la novela en el Espacio Fundación Telefónica junto a la periodista Lucía Taboada.

Kitamura, también profesora de escritura creativa en la Universidad de Nueva York, pasó los primeros años de su vida entre Japón y Estados Unidos. Los conflictos derivados del lenguaje se revelan, por tanto, como motor de la trama en Intimidades, que sigue a una traductora del Tribunal Internacional de la Haya. Cuando le asignan la interpretación de un expresidente de un país africano acusado de crímenes de guerra, tienen lugar los pasajes más luminosos. No bastaba con “traducir las palabras que pronunciaba el sujeto, sino también expresar o indicar la actitud, el tono y la intención que había detrás de ellas”, escribe.

El aprendizaje del idioma neerlandés —“desentrañar sus estructuras, poner a prueba su elasticidad”— es un pretexto del argumento para ofrecernos su escritura limpia, su estilo mesurado no desprovisto de sofisticación. "Por debajo de las palabras, entre dos o más idiomas, podían abrirse grandes abismos", leemos cuando la historia no se abandona a la intriga, otro de sus ingredientes más sabrosos.



La escritora, además, atiende con sumo interés las relaciones humanas —familiares, sentimentales—, pero el foco de su mirada no discrimina los conflictos interiores, las "intimidades" de cada cual, que activan los desajustes del comportamiento humano. La desorientación en el espacio urbano tiene resonantes concomitancias con la incertidumbre personal en la que se halla sumida la intérprete. Alejada de su ciudad, como su protagonista, Kitamura responde a nuestras preguntas en el Hotel Catalonia de la Gran Vía madrileña.

Pregunta. ¿Está contenta de estar en España?

Respuesta. Estoy muy feliz de estar aquí. Madrid es una ciudad muy bonita, ayer tuve la oportunidad de visitar la Feria del Libro y fue algo extraordinario, nunca he visto nada como eso. Ver a tantos lectores reunidos en un solo lugar me pareció muy especial, tengo la sensación de que hay una gran cultura de la lectura.

P. ¿Cómo surge la historia de Intimidades? ¿Por qué decide construir este personaje y situarlo en La Haya?

R. La semilla de la historia surgió hace mucho tiempo. En 2009, escuché en la radio a Charles Taylor, ex presidente de Liberia. Lo estaban juzgando en La Haya y hubo algo que me pareció bastante curioso: era una persona con aires de grandeza y bastante alejado de la realidad, pero al mismo tiempo era un orador muy persuasivo. Pensé que las palabras y los idiomas eran como una espada de dos filos: podían dar voz a quienes no la tienen y ser utilizadas para decir la verdad, pero también se podían manipular y distorsionar la realidad.

“Nunca he visto algo tan extraordinario como la Feria del Libro de Madrid”

A partir de ese momento, decidí que escribiría algo ambientado en el Tribunal Internacional de la Haya, pero no estaba tan segura del ángulo que quería ofrecer. Fue entonces cuando me encontré con la figura del intérprete, que es una persona adyacente al poder, digamos, e implicada en lo que está ocurriendo, pero sin ser quien lo controla. Era una oportunidad de hablar sobre la complicidad, las instituciones y también del efecto psicológico que supone estar dentro de esa institución.

En lo que se refiere a La Haya, tuve una experiencia muy cercana a la que le ocurre a la protagonista. Fui allí, hice la investigación, escogí los edificios donde vivirían mis personajes, entrevisté al personal del tribunal… Cuando terminé de escribir el primer borrador, recordé que cuando era niña había pasado varios veranos allí. En un momento del libro, la narradora recuerda las historias con sus padres. Lo mismo me ocurrió a mí: tenía momentos muy específicos de mi infancia que no sabía dónde habían ocurrido.

P. Sin duda, el perfil del intérprete es fundamental en esta historia. ¿El pretexto de la extranjera, aunque traductora, podría funcionar como metáfora de la incomunicación en la que, paradójicamente, estamos inmersos?

R. Siempre me interesa escribir sobre personajes extranjeros que están desplazados: sabemos que no son de un lugar, sino que llegan a él y les resulta extraño. En el contexto de esta novela en particular, reflexioné mucho sobre cómo esto se relacionaba con el poder, la seguridad, la identidad… La intérprete que llega a La Haya no tiene arraigo, pero esto contrasta con la seguridad que le proporciona su amante, que es de la ciudad, ha sido rico de cuna y mantiene una posición social alta.

En cuanto a la comunicación, me interesa mucho como escritora ese lugar en que el idioma comienza a resquebrajarse y el significado también se vuelve moldeable. Efectivamente, es una paradoja: escribimos para comunicarnos con la gente, pero los lugares donde se presentan las frustraciones y las limitaciones de la comunicación son mucho más interesantes desde el punto de vista de la escritura. A menudo pienso que la traducción quiere buscar un intercambio limpio entre dos idiomas, sin fisuras, pero esto es mucho menos honesto que las brechas y las lagunas comunicativas, aquello que no se puede traducir.

“Javier Marías es admirado por muchos escritores de Estados Unidos”

P. La inmigración es otro de los temas que aborda en Intimidades. El de la protagonista es un desplazamiento que se produce dentro del mundo occidental, pero ¿cómo cree que está gestionando Europa la llegada de inmigrantes?

R. Yo estuve en Berlín, Alemania, en 2016 y empecé a escribir este libro mientras vivía allí. En aquel momento, se estaba admitiendo a muchos refugiados y solicitantes de asilo. Comparado con lo que había hecho Estados Unidos, me pareció extraordinario. Al mismo tiempo, sí escuché algunos sentimientos menos receptivos y expresiones del tipo: “¿Cuántas personas vamos a tener que alojar aquí?” Había una tensión entre el ideal de aceptarlas y proporcionarlas recursos y la realidad de quienes vivían allí. En todo caso, lo que se hace en Europa está a años luz con respecto a Estados Unidos y está más cerca del ideal que querríamos muchas personas.

P. ¿El suspense se presta mejor al tratamiento de los desarreglos psicológicos que sufren los protagonistas?

R. Sí, esta novela bebe del género. Y además del misterio, contiene ciertos elementos de los dramas de tribunales, pero me interesa más la psicología de lo que les ocurre a los personajes que la propia trama. Las respuestas a algunas de las preguntas que aparecen en la novela se plantean internamente y no externamente. Por ejemplo, en lugar de la resolución sobre si se culpabiliza o no al expresidente que se juzga, el libro se centra más en la sensación que tiene este personaje y el lugar que ocupa en el mundo.

La tensión de la novela no se explica tanto por el argumento como por el idioma. En inglés, las oraciones son muy circulares y se establecen expresiones como “puede ser”, “pensé que”… Lo que espero con este efecto es avanzar hacia un escenario en el que muy pocas cosas se puedan asumir como una certeza o una verdad.

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P. Como profesora de escritura creativa, ¿considera que verdaderamente se puede enseñar a escribir o es solo una herramienta que se proporciona para que el potencial autor desarrolle sus capacidades?

R. Es una pregunta muy interesante. Yo no estudié escritura creativa y nunca pensé que enseñar a escribir era posible. Después de diez años haciéndolo, he percibido que a los escritores verdaderamente excepcionales no puedes enseñarles mucho, pero esos son muy pocos. A otros muchos, que ahora tienen lectores y grandes carreras detrás, les he visto florecer y desarrollarse gracias a estos talleres. No es tanto una cuestión de técnica, sino de aprender cómo leer. Lo más valioso que puedes hacer con un estudiante es darle un libro que no haya leído. Cuando escoges el libro adecuado para la persona adecuada en el momento adecuado, cambian las posibilidades que tienen como escritores, lo cual resulta muy gratificante.

"A los escritores verdaderamente excepcionales no puedes enseñarles mucho, pero esos son muy pocos"

P. ¿Le interesa algún escritor español?

R. Me encantan Enrique Vila-Matas y Javier Marías. Ahora mismo estoy leyendo Boulder, de Eva Baltasar [finalista del premio Booker Internacional a la mejor obra de ficción extranjera del año]. También me gusta mucho Javier Cercas, pero acaban de empezar a traducirlo al inglés. Y dentro del idioma español, hay muchos escritores latinoamericanos a los que admiro: Alejandro Zambra, Nona Fernández, Fernanda Melchor, Samanta Schweblin… Hay una constelación de autores que interesan mucho en Estados Unidos. El éxito de Roberto Bolaño abrió esa ola, pero también estamos muy limitados por los que no se traducen al inglés.

P. ¿Y qué autores, en general, considera que influyen en su narrativa?

R. Javier Marías es muy importante para mí y para muchos escritores que lo admiran desde Estados Unidos. A Marguerite Duras también vuelvo una y otra vez. En el doctorado de Literatura que hice, estudié a Henry James, que está interesado en la idea de que la trama podría ser un sillón desde el que mirar lo que ocurre en el mundo. Es algo a lo que yo aspiro, pero no me atrevería a decir que ha sido una influencia, sería demasiado pretencioso.