Mélanie Thierry y Benoît Magimel en el filme

Emmanuel Finkiel estrena Marguerite Duras. Francia 1944, adaptación del libro de memorias El dolor. El filme captura la agotadora experiencia emocional de la escritora francesa durante los últimos meses de la guerra.

Marguerite Duras (Saigón, 1914 - París, 1996) alcanzó el culmen de su carrera literaria con El amante, novela publicada en 1984 que le brindó a los 70 años el premio Goncourt y un formidable éxito de ventas. En esta apasionada historia de amor semiautobiográfica, que Jean-Jacques Annaud adaptó al cine en 1992, regresaba una vez más al paisaje dominante en sus libros, los parajes de la Indochina francesa en los que transcurrieron su infancia y su adolescencia. Este escenario, transfigurado en ocasiones en remotos lugares de la India o Japón, alumbró novelas como Un dique contra el Pacífico (1950), El arrebato de Lol V. Stein (1964), El vicecónsul (1966) o guiones como los de la germinal Hiroshima, mom amour (Alain Resnais, 1959), película fundamental en la fundación de la Nouvelle Vague, o India Song (1970), que la propia Duras dirigió en una de sus incursiones en el cine.



El director francés Emmanuel Finkiel (Bolonia-Billancourt, 1961) ha eludido sin embargo la experiencia colonial, a la que no hace ni una sola referencia, en el intenso retrato de Duras que estrena este viernes en España, tras competir sin suerte en la sección oficial del Festival de San Sebastián. Marguerite Duras. Francia 1944 -así de descriptivo es el título en nuestro país- adapta el libro de memorias El dolor (1985), en el que la escritora abordaba sus vivencias durante la ocupación alemana de Francia, país al que había llegado con 18 años para estudiar Derecho, Matemáticas y Ciencias Políticas. Una época marcada por su participación en la Resistencia junto a su marido, el también escritor Robert Antelme, y por la captura de éste a manos de la Gestapo. Posteriormente, Antelme fue deportado a los campos de concentración de Buchenwald y Dachau y rescatado al borde de la muerte, una experiencia sobre la que reflexionaría en el libro La especie humana años después.



Finkiel, que por primera vez estrena en España a pesar de que este es su quinto largometraje, ha dividido el filme en dos partes bien diferenciadas. En la primera juega por momentos con las formas del thriller ambientado en la Segunda Guerra Mundial para retratar la ambigua relación que Duras mantuvo con Pierre Rabier -interpretado con gran sensibilidad por Benoît Magimel-, el agente de la Gestapo que detuvo a su marido. Y en la segunda mitad, el director se centra en la espera y búsqueda desesperada de Robert Antelme tras la liberación de París, mientras los prisioneros vuelven de los campos. Algunos de los aspectos más polémicos de la vida de Duras también son retratados, como su trabajo en la Comisión de control de edición en la Francia ocupada o su affaire con el íntimo amigo de la pareja y compañero político Dionys Mascolo.



Sin embargo, la película trasciende la mera concatenación de episodios más o menos reales, más o menos controvertidos, para tratar de capturar con recursos cinematográficos la agotadora experiencia emocional de la escritora durante la ausencia de su marido. Lo que Finkiel intenta aprehender con la cámara es la insufrible angustia de la espera sobre la que reflexiona el texto original. Para ello se vale de una articulación visual que apuesta por pasajes de ensoñación impresionista y de baile de sombras, por una narración en la que los sentidos de tiempo y lugar se nublan con frecuencia y por un desorientador diseño de sonido, en el que la voz en off se solapa con los diálogos.



Todo está extremadamente cuidado en este filme, desde la impecable ambientación hasta las interpretaciones. Y es justo en el rostro de la actriz Mélanie Thierry, que busca matizar cada uno de los sufrimientos de Marguerite Duras, donde se percibe la despiada naturaleza del dolor. @JavierYusteTosi