Javier Marías en 2014. Foto: Europa Press

Javier Marías en 2014. Foto: Europa Press

Letras

La sucesión al trono de Redonda: los mejores escritores para heredar la corona de Javier Marías

Por afinidad en el estilo y en su concepción de la literatura, estos son los autores que podrían ocupar el lugar del autor de 'Los enamoramientos'

13 septiembre, 2022 02:31

Dos tronos han quedado vacantes en estos últimos días, el terrenal de Isabel II del Reino Unido y el literario de Javier I de Redonda. El pragmatismo inglés ha juramentado ya al nuevo rey, Carlos III, mientras el que tristemente deja vacante Javier Marías se abre ahora a un turno de tanteos a los posibles candidatos. En este interregno los críticos tenemos que confesar humildemente que cuanto escribamos debe tomarse como pura especulación, fundamentada eso sí en las normas estrictas del canon literario.

La pregunta de quién es el sucesor de Marías se debe responder ateniéndonos en principio a las normas vigentes en la elección de los miembros del selecto grupo de las personas que recibieron un título nobiliario del reino de Redonda. Se trata de personas españolas y extranjeras.

Alcanzaron tan elevada designación gentes del más diverso origen, comenzando por los directores de cine Pedro Almodóvar y Francis Ford Coppola, escritores como Antonio Lobo Antunes, J. M. Coetzee, Milan Kundera, Umberto Eco, Mario Vargas Llosa, y la novelista Alice Munro, junto al distinguido crítico George Steiner o el historiador militar Antony Beevor, y nuestro filósofo Fernando Savater.

Coetzee tiene los papeles para ser un excelente heredero, incluso tiene el Nobel que el destino arrebató a Marías

De este grupo, descarto a los dos españoles, Almodóvar y Savater, porque sus esporádicas escaramuzas en la literatura de ficción no cuadran con la deseada para ocupar el trono. El primero resulta un poco cheli, el segundo filosófico en exceso. Savater sí puede heredar con todo derecho la Secretaria de Estado de Asuntos Sociales y Políticos, los que Marías ventilaba en sus piezas para El País semanal.

Quizás lo mejor sería buscar un rey extranjero, ya que Marías, como su maestro Benet, tenían un no sé qué de lord inglés, rechazaba la crianza literaria española, por ser en exceso realista. Razón por la que fundó este reino de Redonda, guiado por la elite artística.

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Uno de sus mejores libros, Vidas escritas, admirado en los diversos idiomas a que ha sido traducido, comenta las peculiaridades de un grupo de excelentes escritores extranjeros muertos, de la altura de Faulkner, Proust, y Conrad. Y da fe con la lista de autores tratados de su pedigrí artístico.

Se abstiene de incluir, pues, españoles.  Lo mismo hará en las numerosas entrevistas que dio a la prestigiosa revista Paris Review o al periódico The Guardian. Pero, como dije, todos los escritores mencionados en el festejado libro, sean Proust o Conrad, están muertos, lo que les excluye de la posibilidad de acceder al trono.

Yo propongo, y creo que el espíritu ardoroso de Marías, que se manifiesta en sus afamados artículos de El País y en una afición casi de hooligan al Real Madrid, afrontar la cuestión de nombrar herederos de frente, proponiendo nombres, que reduciré a escritores españoles.

Dirán que la prosapia de Marías es mundial, extranjera, de acuerdo. Su libro preferido, según confesión propia, La vida y opiniones de Tristram Shandy (1759-1767), de Laurence Sterne, que tradujo al español, es una obra influida por El Quijote, una novela en que su protagonista no puede explicar nada simplemente, y que viene llena de digresiones y explicaciones parentéticas. Algo que influyó definitivamente en el estilo de nuestro narrador madrileño.

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Vemos, pues, que la obra es inglesa, pero en su corazón lleva inscrito un antecedente cervantino. Igual que el Madrid que fidelizó en el madridismo a Marías fue el de Di Stefano, Gento y Puskas. Lo extranjero y lo nacional se mezclan en su ADN literario, claramente.

Una vez dilucidado este asunto de que no puede haber simplemente sangre azul en el heredero, pues Javier I tenía en la suya una mezcla de azul, la extranjera, y la roja nacional. Nada menos que El Quijote que tanto le gustaba. Carlos I de España y V de Alemania era flamenco y llegó a España sin saber palabra de castellano, y siempre tuvo acento neerlandés.

O sea, que podríamos elegir heredero a J.M. Coetzee. Tiene desde luego los papeles para ser un excelente heredero, incluso tiene el premio Nobel que el destino arrebató a Marías. Sus novelas tienen ese toque filosófico que le gustaba lucir a Marías en las suyas. Ambos son, si se me permite, kantianos, creyentes en la belleza literaria como autónoma.

Vargas Llosa sería asimismo un óptimo candidato, y ya tiene también el Nobel, y es un defensor del tipo de novela que practicaba Marías, rica en la problemática humana nacida en la profundidad del pensamiento creativo.

Guelbenzu, Mendoza y Cercas tienen la oportunidad de escribir novelas con mayor ambición literaria, lo que los haría dignos candidatos al trono vacante

Sin embargo, los nombres de candidatos españoles me parecen más apropiados. Cuando en la historia de España hemos tenido monarcas extranjeros la cosa fue mal. Pienso en José I, al que enseguida le motejaron de borracho y las nobles iban a las fiestas reales con mantilla española para reivindicar lo español. Sin dar más vuelta diré que pienso en tres nombres, el de José María Guelbenzu, el de Eduardo Mendoza y el de Javier Cercas

[El divino impertinente]

Sé de buena tinta que las veleidades de los tres posibles herederos, esa dedicación a escribir novelas de detectives, no les ha satisfecho. Quizás la remuneración económica haya sido el incentivo, pero los tres tienen la oportunidad en este momento de dejarse de proponer a sus lectores hazañas detectivescas, llenas de jueces y policías, y darnos la satisfacción de consagrase a escribir unas novelas con mayor ambición literaria, con lo que cualquiera de los tres, ya excelentes escritores, los haría dignos candidatos a llenar el trono que ha quedado vacante.

La elección es suya, optar al trono, o seguir resolviendo casos plenos de la malicia humana. En fin, para llegar a ese trono hay que seguir el ejemplo de Marías, fundamentar la creación novelesca en la autoconciencia literaria que nos permite conocer mejor a nuestros semejantes.