Tamara Tenenbaum, autora de 'Todas nuestras maldiciones se cumplieron' (Seix Barral). Foto: Rodrigo Mendoza

Tamara Tenenbaum, autora de 'Todas nuestras maldiciones se cumplieron' (Seix Barral). Foto: Rodrigo Mendoza

Letras

Tamara Tenenbaum pone en jaque su propia religión

La escritora rememora en 'Todas nuestras maldiciones se cumplieron', a caballo entre la novela y la autoficción, el asesinato de su padre en un atentado con coche bomba

1 marzo, 2022 02:32

Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989) es una escritora de su tiempo. Licenciada en Filosofía, autora de libros de poesía y relatos, es conocida por un ensayo de éxito arrollador cuyo título, por contundente y provocador (El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI), algo ha tenido que ver en ello.

Todas nuestras maldiciones se cumplieron

Tamara Tenenbaum

Seix Barral, 2022. 144 páginas. 17,90 euros

Todas nuestras maldiciones se cumplieron, su primera incursión en la narrativa larga, es un texto difícil de encajar en el género de la novela, aunque así aparece clasificado en las líneas de presentación de la cubierta. Está más cerca de la autoficción porque Tenenbaum describe retazos de su vida (de su corta vida) en la que hay espacio para algún acontecimiento sustancioso que tal vez habría merecido mayor detenimiento. Se trata del fallecimiento de su padre en un atentado con coche bomba que se perpetró en Buenos Aires, en julio de 1994, contra la Asociación Mutual Israelita Argentina. Tamara era entonces una niña de cinco años.

Lo más significativo del libro, aquello que marca su originalidad, es que la protagonista y su familia son judíos y que en él se describen ciertas especificidades de la realidad observadas desde esa perspectiva. Así, Tenenbaum critica algunas costumbres propias de su religión, aunque la reprobación puede entenderse contra el establishment y contra una forma determinada (tradicional, ya periclitada) de mirar el mundo.

El haber crecido sin padre, además, la sitúa en un universo femenino donde las mujeres se han hecho fuertes, obligadas por las circunstancias. Por lo demás, la obra es una sucesión fragmentaria de pequeños acontecimientos cuyo sentido y relación no están muy claros. De ahí la dificultad de considerar que estamos ante una novela.
Tenenbaum cuenta su realidad desde un punto de vista algo ingenuo, con un estilo espontáneo que atraerá a los lectores más jóvenes. El contenido recoge hechos cotidianos como las calificaciones escolares, los afectos o el pleito para conseguir la indemnización por el atentado. La narración está dispuesta desde un claro vagabundeo, discurre sin organización y adolece de cierta apatía, como si a la autora le faltara compromiso con su discurso.
Esta tibieza, que neutraliza la empatía del destinatario, quizá tenga que ver con nuestro narcisista primer mundo, dominado por el amor líquido, las redes sociales y las cuentas de Netflix, un modelo global, clonado hasta la extenuación, que también tiene cabida en el texto.