Ana María Matute con su hijo Juan Pablo en Nueva York, en 1965. Foto cedida por Blackie Books

Ana María Matute con su hijo Juan Pablo en Nueva York, en 1965. Foto cedida por Blackie Books

Letras

Ana María Matute, gamberra y libre

Al leer esta antología-homenaje que es 'El libro de Ana María Matute' es imposible no sentir una simpatía profundísima por la atractiva autora. Un libro que nos hace felices 

28 febrero, 2022 02:26

Podría explicar la importancia que concedo a Ana María Matute evocando el verano de mis dieciséis años, que pasé junto al mar, inmerso en la lectura de aquella novela insólita que resultó ser Olvidado Rey Gudú (1996); repasando las notas de lectura que tomé al descubrir que La Matute y Carmen Martín Gaite eran las únicas autoras del siglo XX que lograban colarse en los temarios convencionales de Filología Hispánica a la altura del año 2000; o apelando a mi relectura reciente de Primera memoria (1959), cuyas aristas y recovecos no han hecho más que ganar densidad al confrontarse con lo aprendido en los últimos 15 años acerca de la infancia, la madurez, el feminismo o la novela.

Por todo ello, la noticia de un tomo como El libro de Ana María Matute, concebido a modo de reivindicación y homenaje, me alegró muchísimo. Aclarada mi militancia, veamos en qué consiste la propuesta.

El libro de Ana María Matute

Jorge Cascante (ed.)

Blackie Books, 2022. 528 páginas. 26,90 €

Con un cariño sincero y antiacadémico (me encanta que se enfade con la condescendencia de Goytisolo), Cascante concibe este álbum bio-foto-bibliográfico como la construcción de un personaje ejemplar, una escritora vocacional y lúcida capaz de retener hasta el último día los tres rasgos de la infancia: imaginación, inocencia y ferocidad.

Texto a texto y fotografía a fotografía, el libro escoge como hilo conductor la vida de Matute, y la tarea investigadora de Cascante y Alba G. Mora proporciona multitud de detalles iluminadores acerca de su familia, sus relaciones, las circunstancias de la escritura o el ambiente de los años 50, 60 y 70 en España. Es imposible no sentir una simpatía profundísima por la autora, minuciosamente gamberra y libre, atractiva y bebedora, a la que cualquiera de nosotros querría en su equipo para siempre.

El libro nos hace felices y le deseo un éxito aparatoso. Aun así, y para ser escrupulosos, convengamos en que Cascante arriesga al supeditar tan claramente los fragmentos escogidos de La Matute a una estructura en clave biográfica, como si el juego de espejos entre realidad y ficción fuera siempre igual de oportuno. Nada grave.

Además, el diseño del libro es encantador (los diseños del sello Blackie Books saben cómo resultar atractivos), pero tal vez ahonda en un malentendido que incomodaba a su protagonista: visualmente, la amabilidad del color y las ilustraciones invita a pensar en ella como en una dispensadora de dulzura sin fin, algo que contrasta con lo terrible de bastantes de sus páginas (la antología sí que da cuenta de ellas). No quiero gruñir más de la cuenta: el objeto es hermoso y su “preciosidad” puede leerse en clave de suave ironía cómplice.

Y cualquier pequeñez queda olvidada gracias a esos recortes de prensa cincuenteros en los que un periodista indignado se pregunta “¿Qué conviene hacer para revalorizar al hombre?”, ante la concesión del Premio Nadal a una mujer. Militantes del Agravio Masculino, esfuércense en no sonar exactamente como ese titular a la altura de 2022.

Al final del libro, consolidado el maravilloso personaje-Matute (escrupulosamente fiel al ser humano-Matute) y más que reivindicada la vigencia de su obra, Cascante introduce a modo de Epílogo y Apéndices una serie de textos breves en los que la novelista explicó su concepción de la fantasía, la ficción y el poder sugeridor de la palabra. Son de una lucidez antipedante y libre que resuena con fuerza cada vez mayor, mientras se desvanece el legado de ciertas pesadeces de época con las que le tocó medirse.