Yoko Ogawa, autora de 'La policía de la memoria' (Tusquets). Foto: Kodansha Ltd.

Yoko Ogawa, autora de 'La policía de la memoria' (Tusquets). Foto: Kodansha Ltd.

Letras

Yoko Ogawa se pregunta por el mundo que vendrá

La escritora japonesa compone una alegoría magnífica sobre la deshumanización en 'La policía de la memoria', una novela publicada en 1994 que hoy está más viva que nunca

26 enero, 2022 02:16

Yoko Ogawa (Okayama, 1962) es una de las escritoras japonesas más prestigiosas de la actualidad. Por algo ha obtenido dos de los premios más importantes en Japón, el Akutagawa y Tanizaki, además de que con esta novela fue finalista del National Book Award y del International Booker Prize, entre otros premios relevantes. Sin embargo, al margen de reconocimientos, La policía de la memoria de Yoko Ogawa es literatura de alto voltaje que explora el miedo y la incertidumbre que ya deja atisbar el mundo, mediante una escritura cargada de atmósfera que se mueve entre la extrañeza y lo onírico, en la que los detalles cuentan más que las grandes acciones.

La policía de la memoria. Yoko Ogawa
Traducción de Juan Francisco González Sánchez. Tusquets, 2021. 400 páginas. 20 euros

Llama la atención que a pesar de que la novela se publicó en Japón en 1994, hoy parece aún más viva. Una reflexión sobre la pérdida de la memoria y de la conciencia junto a las tiranías del poder que se imponen y deterioran la sociedad. La historia está ambientada en una isla sin nombre donde hay una epidemia de olvido. Cuando las cosas desaparecen sin saber las causas concretas de dichas desapariciones, también desaparecen de la mente de las personas. Desaparecen los pájaros, los peces, las flores, los mapas, los barcos… y, claro, los libros, que funcionan como acto de resistencia, mientras la mayoría de la población se resigna, las acepta. Aunque también hay un ejército fascista que se encarga de borrar todo lo que ha desaparecido y de perseguir a los que no cumplen las reglas. De este modo, nadie recordará que eran. Si a medida que crecemos somos memoria, la ausencia, como sucede en La policía de la memoria, se impondrá como fin.

Yoko Ogawa propone como narradora y protagonista a una escritora sin nombre que escribe una novela al tiempo que trata de proteger a su editor, que es una de las pocas personas que todavía son capaces de recordar en la isla. Una novela poderosa que se bifurca en interpretaciones, desde las íntimas a las colectivas. En un momento revelador de la historia, la escritora intenta recordar viejos objetos de su madre para traerlos de vuelta, volcándolos en lo que escribe. No es baladí que la protagonista de la misma novela sea una mecanógrafa que quiere registrar las cosas que se desvanecen.

La novela es literatura de alto voltaje que explora el miedo y la incertidumbre

Mediante una calma tensa, que se adensa a medida que avanza la narración, ese vacío por la desaparición de objetos o animales crece en el libro. Una ausencia que se corresponde al olvido del deseo, la libertad…, es decir, a la degeneración y anulación absoluta de lo que somos. Nombrar para existir. La memoria como eje sobre el que gira lo que somos; para no degenerar, para tener actitud crítica, para ser. Porque sin ella, quizás, todo será escombro. O nada.

En un periodo como el que vivimos, en el que la ficción televisiva está llena de distopías, incluida la literaria, la lectura de esta novela llega a ser reveladora, pertinente. Ficciones audiovisuales o literarias que especulan sobre lo que será, desde 1984 de Orwell a Un mundo feliz de Huxley, pasando por El cuento de la criada de Atwood. Pero junto a estas referencias, también hay otras no tan evidentes (o sí) que resuenan con fuerza en esta narración, voces como la de Kafka o Proust.

La policía de la memoria es una alegoría magnífica sobre la deshumanización de una sociedad cercana a la que respiramos, una novela narrada con pulso preciso y sutil, dura y poética, que nos advierte de nuestra enorme fragilidad y también sobre lo único que nos pertenece y nos puede llegar a salvar, la memoria (aunque no sea nunca un reflejo real de lo vivido), frente al escombro social en el que se ha convertido, parece, el mundo. Y, Ogawa, sin pretenderlo, lo vaticinó a través de la fuerza de esta absorbente novela hace más de dos décadas. Una novela que impresiona e impacta por la manera en la que muestra un mundo demasiado identificable.