Boceto-de-Kierkegaard-realizado-por-Niels-Christian-Kierkegaard-hacia-1840

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Letras

Kierkegaard, un desesperado viaje del amor a la eternidad

Una nueva biografía explica el pensamiento y las pasones del filósofo danés, padre del existencialismo

1 abril, 2021 09:03

En 1843, dos años después de romper su compromiso matrimonial con su amada Regine por razones que la historia no ha podido desvelar —acaso porque no existan—, Soren Kierkegaard (Copenhague, 1813-1855) publicó (bajo el pseudónimo de Johannes de Silentio) Temor y temblor, clásico que prefigura el existencialismo con su pregunta por el ser y su interpretación de la angustia como seña de identidad de la conciencia finita. Imbuido por un contradictorio afán de posteridad, el pensador se entregaría hasta su muerte, apenas una década después, a una febril tarea de pensamiento y escritura que sentaría las bases para muchos de los dilemas y movimientos que le sucedieron.

En estas dos décadas clave centra la profesora de Filosofía y Teología del King’s College de Londres Clare Carlisle (1977) su original y emotiva biografía El filósofo del corazón. La inquieta vida de Soren Kierkegaard (Taurus). Emotiva, por tratar de ponerse de una forma convincente y angustiosa en la piel y la mente del pensador, y original por sus saltos en el tiempo que reconstruyen el germen, despertar y ocaso de un proyecto intelectual ambicioso y rompedor como pocos en la historia.

“Esta biografía busca comprender la vida de Kierkegaard desde adentro. Se centra en el drama de su vida interior y sus esfuerzos por entenderse a sí mismo y dar forma a su propia historia”, apunta Carlisle, que piensa que en eso reside la diferencia con otras obras que retratan al danés “con el beneficio de la retrospectiva: retratan a Kierkegaard, el famoso filósofo. Traté de retratar a Kierkegaard como el ser humano, moviéndose por su vida, enfrentando un futuro incierto, ansioso por sus elecciones e inseguro de cómo lo vería el mundo”. Una intención que cristaliza en el retrato de un Kierkegaard contando su propia historia.

Un motor oculto: el amor

Centrada, como decíamos, en esas explosivas décadas centrales del siglo XIX, Carlisle plantea un juego de idas y venidas para reconstruir qué elementos dibujarían las líneas maestras de la vida del pensador. “Quería explorar sus ambiciones y sus arrepentimientos. Algunas partes del libro están en tiempo pasado, quise mirar hacia atrás en la infancia de Kierkegaard desde su punto de vista, desde sus propias palabras”, explica la autora. “A mediados de los treinta tuvo una especie de crisis de la mediana edad y escribió mucho sobre su pasado. Ahí está la semilla de cómo se convirtió en la persona extraña que fue”.

"El secreto de por qué rompió su compromiso es una parte tan importante de quién era Kierkegaard que no quería profanarlo con especulaciones", señala Clare Carlisle

Otra gran clave de ese corazón al que alude el título es la conocida historia de amor con Regine Olsen, una de las más extrañas de la historia de la filosofía. Comprometido con ella en 1840, poco más de un año después, rompió su futuro enlace por razones nunca explicadas. Sin embargo, permaneció enamorado de Regine, su “compañera en la eternidad”, por el resto de su vida. Aunque se casó con Frederik Schlegel en 1847, Kierkegaard nombró la nombró única beneficiaria en su testamento.

“Por qué rompió el compromiso es la gran pregunta de la vida de Kierkegaard, y él mismo pasó años tratando de comprenderla. Mi libro lo muestra contándose a sí mismo, y al mundo, diferentes historias sobre su ruptura con Regine, y no estoy seguro de si alguna de ellas fue completamente veraz”, reconoce Carlisle. “Habló de un secreto personal, al que llamó ‘el aguijón en la carne’, que le impidió casarse. Tener este secreto es una parte tan importante de quién era Kierkegaard que no quería profanarlo con especulaciones y teorías. ES un misterio, y creo que tenemos que aceptarlo”, afirma rotunda.

Lo absurdo de la vida

Esta tendencia al secretismo es una constante en el proceder del filósofo, que, a pesar de que tenía como principal objetivo realzar la interioridad de sus lectores, disfrutaba también con un orgullo perverso, si no pecaminoso, de sus exitosos esfuerzos por ocultar su propia vida interior. “Es una dicotomía muy humana”, defiende Carlisle. “Somos seres sociales: nos comunicamos y tenemos curiosidad sobre cómo piensan y sienten otras personas, no nos gusta que nos ignoren. Al mismo tiempo, escondemos partes de nosotros mismos del mundo”. De este modo, apunta la autora que “Kierkegaard era una persona complicada y estaba dividido entre el deseo de atención y reconocimiento y los sentimientos de miedo y vergüenza por ser mirado. Quizás todos podamos relacionarnos con eso hasta cierto punto, pero para Kierkegaard vivir en esta contradicción fue una experiencia intensa y extrema”.

"Nuestras vidas son una mezcla de cosas pequeñas y cosas enormes y Kierkegaard tenía un agudo sentido de este absurdo"

Será en esas contradicciones donde afloren las más agudas reflexiones del autodenominado “Sócrates cristiano”, para quien lo que define al ser humano no es la razón, ni la capacidad de utilizar el lenguaje, sino la desesperación. El hombre es ese animal que desespera, y esa desesperación sobreviene por ser espíritu, es decir, por ser eternos. “Él advirtió que nuestras vidas son una mezcla de cosas pequeñas y cosas enormes (preocupaciones insignificantes y grandes ideales y ambiciones), esto es parte de la comedia y, a veces, también la tragedia de la vida humana”, explica la autora.

“Podemos encontrarnos contemplando estrellas distantes, preguntándonos por qué estamos aquí, y luego, al momento siguiente, estamos escribiendo una lista de compras. Kierkegaard tenía un agudo sentido de este absurdo”, apunta Carlisle. “Nació en una cultura cristiana que tenía estos ideales de renunciar al mundo, pero al mismo tiempo, estaba hambriento de éxito y reconocimiento. Llegó a sentirse decepcionado de que su carrera no fuera gloriosa. De hecho, habiendo crecido en una familia adinerada, terminó su vida pobre, viviendo en un pequeño ático”.

El drama de ser humano

Como ocurre con toda gran figura histórica del pasado, el paso del tiempo ha hecho mella en ciertas opiniones del pensador sobre temas como las mujeres, el antisemitismo o la esclavitud. En opinión de Carlisle, debemos juzgar estas ideas como “las típicas del siglo XIX en un hombre que, socialmente, era bastante conservador. Aunque enfatizó que todos son iguales ante Dios, no hizo mucho para promover la igualdad en este mundo”, reconoce. “Es interesante que el romanticismo, el movimiento filosófico y artístico que fue un trasfondo tan importante para sus ideas, llevó a muchos de sus contemporáneos a un compromiso político contundente, mientras que llevó a otros a renunciar al mundo”, añade poniéndonos en guardia ante el peligro de caer en anacronismos.

"Para Kierkegaard qué es ser humano no es una cuestión teórica abstracta: hay que vivirla, luchar con ella de forma existencial"

Desde luego, aunque hoy parezcan méritos escasos, Kierkegaard fue un filósofo impertinente que atacó con denuedo el orden establecido de su época. Especialmente el hipócrita cristianismo de entonces, pues reclamaba “una profunda necesidad de Dios dentro del corazón humano” que no veía en los poderes eclesiásticos. “Se volvió muy crítico con la iglesia y con la religión institucional en general. Pensaba que su cultura cristiana era demasiado convencional, demasiado cómoda”, destaca Carlisle, que asegura que admiraba a figuras radicales y cuestionantes como Sócrates y Jesús, quienes eran tan controvertidos y contraculturales que fueron ejecutados. “Kierkegaard no creía que instituciones como la Iglesia danesa satisficieran la necesidad humana de Dios, y esperaba que sus propios escritos ayudarían a satisfacer esta necesidad. Resultó que tuvo éxito de esta manera: miles de personas han sentido una conexión muy profunda con sus obras”.

Especialmente con la última de las grandes preguntas que intentaba responder: qué significa el drama de ser humano. “Kierkegaard pensó que esta es la pregunta que todo ser humano debe resolver por sí mismo. No es una cuestión teórica abstracta: hay que vivirla, luchar con ella de forma existencial. No ofrece respuestas fáciles, y describió aprender a ser un ser humano como ‘una tarea para toda la vida’", concluye la autora. Una tarea que, sin duda, es tan válida y pertinente hoy como lo era hace casi doscientos años.