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Letras

Douglas Murray contra las políticas de identidad

De prosa viva y aguda, el polémico 'La masa enfurecida' ha levantado ampollas y muchos han tachado a su autor de provocador

1 marzo, 2021 09:17

La masa enfurecidaDouglas MurrayTraducción de David Paradela López. Península. Barcelona, 2021. 368 páginas. 20,90 €. Ebook: 10,99 €

¿Qué hacemos aquí? ¿Cuál es la finalidad de todo esto? Los grandes relatos, religiosos o ideológicos, daban sentido a la naturaleza, pero en el último cuarto de siglo se han venido abajo y el aborrecible vacío exige ser llenado. Para ello ha llegado “el despertar”, la nueva metafísica Woke, con toda clase de teorías críticas como los estudios de género, los de raza o los queer. Es la interpretación del mundo a través de la lente de la “justicia social”, la “política identitaria grupal” y la “intersecionalidad” (los diferentes tipos de opresión –especialmente racial y patriarcal– tienden a “cruzarse” y reforzarse entre sí). Para el autor de La masa enfurecida, es el esfuerzo más audaz y exhaustivo de crear una nueva ideología desde el fin de la Guerra Fría.

Douglas Murray (Londres, 1979) escribe para una variedad de publicaciones como Sunday Times y Wall Street Journal, y es columnista habitual tanto del Spectator (del que también es editor asociado) como del Standpoint. Ya causó gran polémica con su combativo libro The Strange Death of Europe, publicado en 2017, donde analizó la adhesión al mainstream y la falta de criticismo de políticos y periodistas respecto a la inmigración masiva a la UE. Su libro está muy inspirado en el indispensable Madness of Crowds de Charles Mackay del que ha tomado el título.

Los humanos tendemos a ampliar nuestro “círculo moral” de solidaridad y compasión. Luchamos a favor de los negros, los gays y más tarde los trans. Los queríamos nuestros iguales. Pero resultó que algunos no estaban contentos con ser iguales y quisieron ser mejores. Descubrieron la fuerza política de la superioridad moral de las víctimas. Y se desató una cruzada que ya no busca corregir los errores de la sociedad y dar orgullo y armas a los discriminados. Afectados por los nuevos medios sociales y de noticias, llegamos a avergonzarnos, por ejemplo, de una supuesta dañina masculinidad en varones y niños. Y asistimos atónitos a una discriminación por racismo combatida con otro racismo y a una marginación por motivos de género combatida con otra marginación por motivos de género.

Este libro polémico, de prosa viva y aguda, ha levantado ampollas y muchos han tachado a su autor de provocador

Este libro polémico, de prosa viva y aguda, ha levantado ampollas y muchos han declarado a su autor como un provocador de derechas “ciego a la opresión”. Sin embargo, el apoyo no ha venido tan sólo de otros conservadores como Jordan B. Peterson. Liberales como Sam Harris o intelectuales más escorados a la izquierda como Richard Dawkins han recomendado encarecidamente su lectura. Porque el libro es un alegato por la libertad de expresión, los valores comunes compartidos (a su manera, claro: es un brexiter) y por la defensa de la verdad científica. Y no cabe duda de que todo esto está amenazado.

Desde hace tiempo, diversos académicos están produciendo, en palabras de Murray, trabajos “ilegibles” o llenos de términos confusos, como una mafia que controla el idioma de todos. A ellos se unen empresas progres, como Facebook, Google, Patreon y Twitter que “alientan” a moderar el contenido y que suspenden a los usuarios que violan los nuevos códigos del pensamiento y del habla. Estamos en la cultura de la “cancelación”, del borrado del que piensa distinto. Murray dice que Google, Twitter y Facebook son un modelo de negocio dispuesto a “encontrar clientes dispuestos a pagar para modificar el comportamiento de otras personas”.

Inquietante afirmación, sí, pero el ingeniero James Damore fue despedido de Google en el 2017 por publicar en un memorándum (Google’s Ideological Echo Chamber) que los hombres se sienten más atraídos que las mujeres por el sector tecnológico. Y se imponen sinsentidos sobre la reasignación de género para los niños o sobre derechos de personas transgénero que arrollan a las mujeres. Y, lo peor de todo es que se nos invita a aceptar conceptos en los que la gente racional no puede creer: “hay algo humillante y hasta destructivo en tener que marchar al son de consignas que uno no cree ni puede creer”, dice Murray. Eso y la incapacidad para el perdón que demuestra esta nueva religión son las consecuencias de una “locura de masas” que los lectores de cualquier tendencia política no puede permitirse ignorar.