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Letras

Ramón de la Serna, el retorno del hombre invisible

Tras rescatar del olvido a figuras de la talla de Joan Perucho o Ana Martínez Sagi, la Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander reivindica ahora a Ramón de la Serna y Espina con la edición de 'La torre invisible. Antología Esencial'

8 julio, 2020 01:58

De la Serna y Espina, “el otro Ramón”, el hombre invisible de nuestras letras, es quizá el mejor ejemplo de autor esquivo y enfrentado a su tiempo. Nacido en Valparaíso, Chile, en 1894, el hijo primogénito de Concha Espina vivió tan convencido de su talento como narrador, cronista y dramaturgo que fue incapaz de perdonar el éxito de su propia madre ni el de un pariente lejano llamado también Ramón, de apellidos Gómez de la Serna, al que llegaron a atribuir sus mejores libros.

Su rencor ante el éxito ajeno y el silencio que rodeó siempre a su obra le amargaron tanto que prefirió encerrarse en sí mismo, renunciar incluso a escribir novelas ante la falta de éxito, o embarcarse en proyectos teatrales casi imposibles por el número de actores que exigían o por la extensión y complejidad de algunos de sus monólogos, que se convertían en irrepresentables. Y sin embargo era la suya una mirada única, brillante en ocasiones, adelantada a su tiempo y de una originalidad deslumbrante.

La torre invisible, el volumen que presenta estos días la Fundación Banco Santander en edición de la profesora Daniela Agrillo (Nápoles, 1984) reúne su mejor novela, Chao; su drama más ambicioso, Boves; Puente rojo, un cuento que es casi una novela, así como una quincena de artículos que abordan “El valor sagrado de la poesía”, “El concepto de superioridad y su contrario”, o la relación entre García Lorca y Neruda.

El "otro Ramón"

Todo en esta Torre invisible. Antología esencial es asombroso. Incluso su origen es puro azar. Hace siete años un catedrático de la Universidad de Nápoles L’Orientale, Augusto Guarino, que estaba trabajando sobre Ramón Gómez de la Serna, al consultar unas cartas del autor de Automoribundia se dio cuenta de que hablaban de traducciones del alemán al español que no podían ser suyas. Inquieto, le pidió a una de sus discípulas, Daniela Agrillo, que investigara el asunto, sobre todo tras descubrir un pequeño artículo en internet que hablaba del ‘otro Ramón’. Y ella, claro está, aceptó.

Convencido de su talento, lucho toda su vida contra la fama de su madre, Concha Espina, y de un pariente lejano llamado también Ramón, Gómez de la Serna

Al principio le resultó muy difícil sacar nada en claro. “Me puse en contacto con bibliotecas españolas y chilenas para averiguar si tenían algo de ese “otro Ramón” desconocido, pero seguía sin encontrar nada –explica Agrillo a El Cultural–. Pero un día, buscando en internet, descubrí un árbol genealógico de la familia De la Serna. Ramón estaba entre ellos, pero sin descendientes; en cambio su hermano Víctor, el famoso periodista, tuvo hijos y nietos, así que entré en contacto con Víctor de la Serna nieto, que me confesó muy amablemente que tampoco sabía nada ‘del tío Ramón’. Sin embargo, al cabo de un mes me envió otro correo para comunicarme que un primo suyo, Alfredo Pérez de Armiñán, guardaba en su casa todos los papeles del tío Ramón”.

Gracias a Pérez de Armiñán, Agrillo encontró un tesoro cuando viajó a Madrid y vio, asombrada, todo lo que guardaba: cientos de documentos, cartas, borradores de novelas, cuentos, obras teatrales, artículos… Sin embargo, lo que acabó por decidirla a reivindicar a este esquivo personaje fue la posibilidad de investigar sobre alguien totalmente desconocido, “un verdadero desafío”.

Asombrosa obstinación

Partiendo de cero y libre de prejuicios, trabajando con fotos y no con los manuscritos directamente, porque la mayoría de ellos se conservan en condiciones muy delicadas, Agrillo ha podido reconstruir la biografía del “otro Ramón” y revisar y valorar todos sus escritos hasta perfilar el retrato “asombroso” de un escritor “fascinante, de fina sensibilidad, mirada progresista y vastísima cultura. Sus escritos abren mundos, son profundos y nunca banales. Como ser humano, lo que más me asombra es su obstinación, su determinación, su testarudez”.

Su mayor problema en realidad fue ser hijo de Concha Espina, una mujer fuerte y obstinada que era el punto de referencia de la familia. “Todos dependían de ella, pero Ramón, que tenía un carácter nada blando, quería hacer lo que le daba la gana”, destaca la editora del volumen, que también recuerda cómo desde muy pequeño se alejó de la familia, decidió aprender idiomas (llegó a hablar siete con soltura), y empezó a viajar. “Eso, sin embargo, afectó también su carácter. Ramón no se comprometía, quería que las cosas se hicieran según su voluntad, y muchas veces las editoriales no estaban dispuestas a aceptar sus condiciones. Otra cosa que le perjudicó mucho fue su obsesión por la perfección. Ramón no entregaba las cosas hasta que no estuvieran impecables, pero el mercado editorial no funciona así, tienes que respetar tiempos que no se pueden dilatar; y esto a Ramón no le importaba en absoluto, para él, el tiempo no tenía márgenes”.

"Ramón de la Serna fue un escritor fascinante, de fina sensibilidad, mirada progresista y vastísima cultura”, explica Agrillo

Susceptible hasta la furia, su trato nada fácil tampoco le ayudó, y el hecho de abandonar España tras la Guerra Civil y cortar todos los lazos con el pasado contribuyó también decisivamente a su olvido, acentuado tras su muerte en Chile en 1969. “Sí –confirma Agrillo–, Ramón de la Serna se aisló de todos, abandonó la novela tras varios desengaños, y sufrió profundamente la falta de éxito. Era consciente de su cultura, de sus enormes capacidades y le molestaba en lo más hondo el triunfo de otros escritores a los que despreciaba”.

Y eso que algunos de los más destacados intelectuales de su tiempo le respetaban profundamente: Ortega y Gasset valoraba mucho sus traducciones del alemán y en varias cartas lo definía como el mejor traductor de su tiempo. Pero De la Serna y Espina no acudía a las tertulias, no alternaba con aquellos a los que consideraba inferiores en talento e imaginación y, tras la muerte de su única hija, su profunda misantropía se acentuó. Quizá por eso, su estilo es, “contundente, sofisticado y mordaz. Sus novelas son capaces de sacudir al lector, su mirada es deslumbrante y progresista. Y esto se nota sobre todo en la novela Chao. Ramón analiza la realidad, no quedándose en lo superficial, y obra como un cirujano. La capacidad que tiene de analizar al ser humano es sorprendente; la profundidad psicológica de sus personajes es increíble, y esto se explica con su interés por la filosofía y la psicología. Construía personas de carne y hueso, con todos sus sentimientos, tormentos y contradicciones”, dice Agrillo.

Espléndido articulista también, a la editora le resulta imposible elegir uno solo para que el lector audaz se enganche al “otro Ramón”: “No sé, quizá ‘En torno al suicidio’, pero es que cada uno me dice algo de él y también de mí…”. Ahora el lector puede descubrir también si habla de él. La respuesta está en el nuevo volumen de la Fundación Banco Santander.