Image: La serpiente de Essex

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Letras

La serpiente de Essex

Sarah Perry

22 diciembre, 2017 01:00

Jamie Drew

Traducción de Carlos Jiménez. Siruela. Madrid, 2017. 406 pp, 22'95€. Ebook: 11'39€

De esta novela ha dicho el crítico y poeta John Burnside que "si Dickens y el autor de Drácula se hubieran unido para escribir la gran novela victoriana" no habrían sido capaces de superarla. En esta poderosa obra, Sarah Perry (Essex, 1979) sigue la senda de otras escritoras inglesas que, desde los años 90, han vuelto la mirada hacia la época de la Reina Victoria, para modelar en los escenarios de aquel complejo pasado, sugerentes personajes, cuyos deseos y coordenadas anímicas están más cerca del mundo de hoy que de un tiempo que entronizaba la represión de los impulsos. Margaret Forster, Antonia Byatt o la más joven Sarah Waters militan, en algunas de sus obras, en ese género que los críticos británicos llaman neo-victoriano.

La serpiente de Essex, ganadora del British Book Award 2016, está inmersa de lleno en la estética y las dualidades de la época: ciencia/religión, represión/ erotismo, racionalidad/superstición. En su segunda novela, Sarah Perry consigue nimbar de un aura misteriosa y atrapadora la peripecia en la campiña de Essex de la viuda Cora Seaborne, un personaje cargado de vida que permanecerá en la memoria como Jane Eyre o como la Catherine Earnshaw, de Cumbres Borrascosas.

Cora acaba de perder a un marido abusador y cruel y está decidida a dar rienda suelta a su afición de naturalista, a muchos kilométros de Londres. Caminante con botas masculinas, osada, buscadora de líquenes bajo la lluvia, ha cambiado la elegancia londinense por ropas amplias y cómodas. La naturaleza es el personaje tácito que unirá todos los ángulos de la trama.

En las novelas góticas, fuente de la que también bebe esta narración, no hay naturaleza salvaje sin un monstruo agazapado en algún lugar o fantasmagorías temibles rondando por los castillos. La llegada de la londinense al condado, con su hijo Francis y la señorita de compañía, una aguerrida socialista, coincidirá con los rumores de que la mítica serpiente de Essex, devoradora de vidas humanas, ha reaparecido en la región.

Más que una recreación nostálgica de la ficción victoriana, el libro es un intento de revelar, mediante los escenarios y los debates de la época, lo que se fraguaba en las mentes de aquellos habitantes. Cora Seaborne, después de haber sufrido un marido despiadado, arregla las cuentas consigo misma y con sus auténticos deseos. La autora ha aprendido de Dickens y de las Bronte, dónde debe la narración demorarse, y dónde hay que escamotear, para excitar el interés del público. Alguien ha dicho que esta es una novela de ideas; en todo caso, es una novela sobre la idea del amor. Sarah Perry tiene instinto para hundirse sin complejos en el pozo de lo sentimental.

Naturalmente, no faltan entre los personajes, un cirujano de ideas avanzadas, Luke Garrett, y, por supuesto, un vicario culto, serio y seductor, William Ransome, la resonancia del nombre en inglés lo dice todo, ‘handsome', casado con una esposa débil y hogareña. También hay un mendigo truhán, amigos interesados en luchar contra la pobreza londinense, campesinos crédulos y alcohólicos. Los retratos de los secundarios son logrados, sin profundizar mucho; cada personaje representa un pequeño mundo dentro de la novela coral, convertida en una hermosa pieza literaria, con múltiples capas, memorias, cartas entre unos y otros, referencias y reflexiones sobre el miedo, el pecado, la culpa, la pasión, la religión.

Identificamos el hechizo que aquellas historias pudieron tener entonces, y la fascinación que despierta la autora de hoy al armar una trama siguiendo con libertad su fantasía.

El libro se lee con agitado placer. La tensión avanza progresivamente en lo sentimental, en la batalla de ideas, en la intriga del monstruo del estuario. Los claroscuros de los interiores y las luces sutiles o tajantes de los paisajes, perfilan lo íntimo y lo que todavía se desconoce. No hay más remedio que someterse a esta novela, basta con dejarse atrapar por la historia que nos parecerá una de esas inmortales, aunque sea de hoy mismo.