Vista de la Cité internationale des Arts de París, uno de los mayores centros de Europa de residencias para creadores

Focalización en la escritura, autodescubrimiento, refugio para crear… Todo esto y mucho más significa para los escritores disfrutar de una residencia literaria. Varios ex residentes que han vivido la experiencia gracias al Programa de Residencias de Acción Cultural Española nos cuentan qué ha supuesto para ellos.

Más allá del mito de la inspiración, esa romántica visión de un rapto súbito y fugaz de genialidad, es evidente que la creación artística no es fácil. A las propias dificultades intrínsecas a la concepción y ejecución de la obra, sea un cuadro, un texto, una película o una sinfonía, se unen muchas veces las prosaicas y nada artísticas realidades materiales del día a día. Un lugar de trabajo ruidos, la precariedad económica o las simples distracciones cotidianas pueden ser un lastre para llevar a buen puerto la culminación de una obra. Por eso, todos los creadores alaban sin excepción las residencias, oportunidades para dejar atrás todo lo superfluo y centrarse en el proyecto que uno se traiga entre manos.



Aunque las más conocidas son las artísticas, las residencias literarias también son clave para que muchos escritores puedan ver por fin su libro en negro sobre blanco. Cada vez más, muchas instituciones apoyan estos "viajes de trabajo", como es el caso de Acción Cultural Española, que con su Programa de Residencias apoya a un gran número de autores españoles y extranjeros a lo largo y ancho del mundo.



Recientemente galardonado con el Premio Herralde de Novela por su obra República luminosa, todo un veterano de las letras como Andrés Barba reconoce que su estancia en la Queen Mary University de Londres, en el marco de una residencia cruzada con el British Council con motivo del 400° aniversario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, fue "determinante para escribir República luminosa. Cuando llegué a Londres sólo tenía una idea vaga de cómo quería afrontar el proyecto y cuando me marché de allí tenía 35 páginas y el tono de la novela perfectamente encarrilado", relata el autor. "Sin la estancia de Londres ese trabajo me habría llevado más del doble de esfuerzo, y ni siquiera estoy seguro de que lo hubiese podido hacer correctamente". Por eso considera que las residencias, "pueden llegar a ser absolutamente determinantes sobre todo porque permiten, aunque sea por un espacio breve de tiempo, la aproximación a la escritura con una dedicación total y lejos de las distracciones naturales de la vida ordinaria".



De alejarse de las distracciones sabe mucho la novelista, cuentista y poeta Nuria Barrios, último Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado, que el año pasado estuvo invitada en la Toji Cultural Foundation de Corea. "La residencia estaba en una zona montañosa y bastante solitaria. Trabajar allí me aportó mucho sosiego, una confortable soledad, silencio y un entorno de una gran belleza natural para alternar la escritura física con la escritura invisible, esa escritura intuitiva que uno realiza mientras pasea", recuerda la escritora. Además de permitirle centrarse exclusivamente en su trabajo, "nada te distrae, nada te aleja de la historia sobre la que estás trabajando", el convivir con una cultura tan diferente a la nuestra le aportó "un extrañamiento estimulante. Escribir en un país donde se habla otro idioma proporciona a tu propio idioma, a la lengua en la que escribes, una plasticidad y un eco muy interesantes".



Residencias de ida y vuelta

El viajar a otro país es uno de los estímulos más destacados de las residencias, como atestigua la experiencia del escritor francés Raphaël Sarlin-Joly, que entre agosto y noviembre de 2016 vivió en la Residencia de Estudiantes gracias a un programa de intercambio respaldado por AC/E entre el Ayuntamiento de Madrid y el Ayuntamiento de París. "Los fantasmas de la Residencia de Estudiantes eran guardianes preciosos y valiosos, y siempre lo son, ya que ahora vuelvo regularmente. También fue particularmente conmovedor estar en un Cerro de Álamos querido no solo por Buñuel, Dalí, o Lorca, pero también a Claudel o Cendrars, que son parte de mi horizonte de autores muy cercanos", revela el autor galo. "Bajo esta protección y alto mecenazgo, la escritura adquiere una densidad diferente: el campo de posibilidades se aviva, la búsqueda del infinito se fortalece".



"Por supuesto, este tipo de iniciativa me parece esencial: no solo porque es eminentemente beneficioso para los escritores y las obras en sí, sino también por la superación de las limitaciones geográficas, lo que favorece diálogo", destaca. "En el caso particular del trabajo que comencé en Madrid, Preludio al Despertar de los Mares, también hay una contribución muy fuerte debido a la inmersión en el idioma castellano: el trabajo relacionado con el encuentro entre las civilizaciones española y azteca y la Conquista de México en 1519, la cuestión de este lenguaje es central, y escucharlo permite constantemente un anclaje resueltamente concreto".



La ruta París-Madrid también es de doble sentido. En la ciudad de la luz ha vivido Alejandro Morellón, residente en la Cité des Arts parisina en 2016, que acaba de hacerse con el Premio Hispanoamericano de cuento Gabriel García Márquez. "Residir en París supuso cuestionar ya no solo mi propio lugar en el mundo sino plantearme la manera en la que los espacios, los imaginarios y los reales, están representados en mi narrativa", expresa el autor. "Estar en otro lugar significa de alguna forma reasignarse, redefinir el mundo literario y personal de cada uno", abunda. "Cuando se está fuera se es consciente de que todo aquello que sirve para identificarse (las calles, la gente, el idioma) desaparece. Eso deriva en un ejercicio de introspección y autocuestionamiento. ¿Quiénes somos cuando solo quedamos nosotros mismos?", se pregunta Morellón.



La Cité des Arts es uno de los centros clave a nivel europeo e internacional en el ámbito de las residencias, no solo literarias, sino de todas las disciplinas artísticas, que alcanzan aquí una resonancia temporal y de calidad envidiables. Como explica Claire Berger-Vachon, responsable de las residencias en la institución hasta que se jubiló hace un par de meses, "las colaboraciones generalmente se extiende durante varios años y toman en cuenta las posibilidades y deseos de los socios, son flexibles en su funcionamiento", explica. "Un jurado selecciona a los mejores candidatos, y la residencia a menudo se asocia con una beca de residencia, que completa la disponibilidad del estudio. El artista en residencia, ya sea un autor, un artista visual o un músico, no está obligado a representar nada, está allí para crear como parte de una residencia de investigación", detalla la gestora.



"Para un artista, la confrontación con otra cultura es esencial. Un entorno diferente y una vida cotidiana más fácil crean un ambiente favorable para la creación", opina Berger-Vachon. "La autorreflexión y la apertura a los demás se ven facilitadas aún más por el funcionamiento de la Cité des Arts, que organiza talleres, reuniones y programación cultural a puertas abiertas con los artistas presentes, exposiciones, conferencias... A menudo es fructífero a largo plazo porque la creación es parte del pensamiento y la duración".



Cómic, literatura colectiva

Otro de los ámbitos que AC/E mima dentro de su programa es el cómic, que cuenta con una residencia en la prestigiosa Maison des Auteurs de Angoulême, cuna de la disciplina en Francia. El año pasado, disfrutó de esta visita el autor Rayco Pulido, ganador del Premio Nacional del Cómic 2017 por su obra Lamia, realizada allí, y en esta edición es el turno de Jon Juárez. Para Pili Muñoz, una de las responsables de la Maison des Auteurs, el aliciente principal para residir en su institución es precisamente el contrario al que solicitan los escritores de otros géneros. "Los autores escogidos, unos 20 ó 25 que presentan un proyecto de cómic o de cine de animación, conviven juntos, lo que genera un entorno de gente de varios países del mundo que hace cómic, un entorno profesional clave", explica.



"El espacio también permite aislarse, porque los autores son a veces muy solitarios", matiza, "pero con el cómic hay un proceso artesanal y mecánico que favorece los intercambios técnicos y el compartir experiencias". Además, Muñoz destaca otra de las grandes bazas que supone participar en una residencia en Angoulême, más allá de la apertura de miras que proporciona el trabajar con otros compañeros. "Francia es el país más importante del cómic en Europa, y el mayor del mundo junto a Japón y Estados Unidos, por lo que es una gran puerta de entrada al mercado internacional", asegura. "Publicar aquí, o solamente trabajar aquí es una influencia muy fuerte y un gran descubrimiento para muchos autores que en sus países no tiene visibilidad o recursos para crear", remata la gestora.