Image: Alberto Manguel, la lectura como acto de rebeldía

Image: Alberto Manguel, la lectura como acto de rebeldía

Letras

Alberto Manguel, la lectura como acto de rebeldía

22 septiembre, 2017 02:00

Alberto Manguel. Foto: Cati Cladera / Premio Formentor 2017

El escritor, que ha dedicado la mayor parte de su obra a la historia de la literatura y las bibliotecas, recibe en Mallorca el prestigioso Premio Formentor de las Letras.

Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) vive por y para la lectura; incluso cuando escribe lo hace poniendo por delante la condición de lector a la de escritor. Su último libro, Mientras embalo mi biblioteca (Alianza), es una autobiografía intelectual motivada por el hecho doloroso que nombra su título. A comienzos de este siglo se instaló en Francia, en un viejo presbiterio del Valle del Loira, cuyo ruinoso granero acondicionó para albergar sus casi 40.000 volúmenes. "Yo pensaba que, una vez que los libros encontraran su lugar, yo encontraría el mío. Estaba equivocado", escribe Manguel. Por razones que prefiere no desvelar, "ya que pertenecen al sórdido reino de la burocracia", su pareja y él decidieron en el verano de 2015 abandonar Francia y la biblioteca que allí habían construido.

En el paradisíaco enclave de Formentor, al noreste de Mallorca, Manguel reconoce que aún está "muy furioso contra aquel despojo". Este viernes recibe aquí el Premio Formentor de las Letras, que recibió por primera vez, allá por 1961, su mentor y amigo Jorge Luis Borges. Lo hará en el marco de las Conversaciones Literarias que este año han doblado su aforo a casi 400 asistentes y cuyas mesas redondas orbitarán alrededor de las "figuras errantes del imaginario universal" como bohemios, magos y vagabundos.

El Premio Formentor nació en los años sesenta de la mano de Camilo José Cela, del célebre editor Carlos Barral y otros grandes editores europeos como Gallimard, Einaudi y Rowolt, en el marco de las conversaciones literarias que desde 1959 congregaron a importantes escritores, editores y críticos de la época. El premio y los coloquios acabaron en 1967 después de haber lidiado durante su corta existencia con el acoso de la censura. Casi medio siglo después, las conversaciones renacieron en 2008 y, tres años más tarde, se recuperó el premio, que inició su segunda andadura reconociendo la trayectoria de Carlos Fuentes. En los años sucesivos lo recibieron Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia y Roberto Calasso.

A finales de mayo, el jurado presidido por Basilio Baltasar hizo público el fallo que otorgaba a Manguel el premio de 2017 porque el conjunto de su obra "constituye una de las más lúcidas indagaciones en la historia orgánica de la biblioteca universal". El galardón tiene una dotación de 50.000 euros y está patrocinado por la Fundación Santillana, la cadena hotelera Barceló, actual propietaria del Hotel Formentor, y la familia Buadas, que era la propietaria del complejo cuando empezaron las conversaciones literarias originales.

Una obsesión fetichista

Con 16 años, Manguel conoció a Borges mientras trabajaba en la librería bonaerense Pygmalion. El autor de El Aleph, ya casi ciego, lo eligió para que fuera a su casa a leerle por las tardes en varios idiomas, y ambos forjaron una estrecha amistad hasta que Manguel se marchó de Argentina a Europa en 1969, justo antes del inicio de la dictadura militar.

Manguel tiene una relación fetichista con los libros que explica el inmenso tamaño su biblioteca, que ha muerto y renacido numerosas veces con cada cambio de residencia. En cambio, como cuenta en Mientras embalo mi biblioteca, Borges tenía una relación muy distinta. Salvo algunos volúmenes que tenían un valor sentimental o supersticioso, Borges solo valoraba los libros por su contenido, no en su calidad de objetos, y antes de que Manguel partiera le regaló el ejemplar de Stalky & Co, de Kipling, que Borges había leído durante su adolescencia en Suiza.

Manguel, hijo de un diplomático argentino, se crio en Israel y siendo aún un niño la familia volvió a Argentina. Después de 1969 ha vivido en Francia, Inglaterra, Italia, Canadá y Estados Unidos. Ahora vive de nuevo en Buenos Aires y desde 2016 es el director de la Biblioteca Nacional de Argentina, y eso que aborrece las instituciones. El ensayista, narrador, antólogo, traductor, crítico y editor ha tenido que aparcar todo eso para dedicarse en cuerpo y alma a ser lo que detesta, un administrador. "Ahora tengo que calcular cuántas bombillas necesitamos al año. Odio la burocracia. Voy a escribir un ensayo que se titulará La burocracia lleva al crimen", bromea (o no) el autor, con gesto severo.

Bibliotecas contra bancos

En Mientras embalo mi biblioteca, Manguel aborda cuestiones que ahora le atañen directamente como responsable de la Biblioteca Nacional, como su ideal de biblioteca pública, sobre la ineficacia de todo plan de fomento de la lectura y sobre las posibles formas de transmitir el amor por los libros.

Para el autor de la Guía de lugares imaginarios y Una historia de la lectura, una biblioteca nacional debe ser para todos, tanto para los que leen como para los que no leen. "Tenemos que tratar de que la biblioteca recupere su rol central en la sociedad, rol que ha sido desplazado por el banco y las instituciones financieras. Estas no son las que deben ocupar el corazón de una sociedad, porque aun para los no lectores, que son mayoría en cualquier sociedad, la biblioteca es el testimonio de que son seres racionales con una posibilidad de tener una sociedad un poco más justa y feliz".

También considera que la pasión por la lectura solo se adquiere "mediante una epifanía o por contagio". El primer método queda fuera del poder de toda institución, así que como director de la Biblioteca Nacional de Argentina intentará usar el segundo. Así, contempla llevar a cabo una campaña centrada en los docentes, ya que el principal obstáculo de todo plan de fomento de la lectura para escolares radica en que "a menudo los profesores encargados de inculcar la pasión lectora no leen y los niños no son tontos. Es como si una persona no deportista les dice que deben hacer deporte".

Manguel cree que quizá la única forma de contagiar el amor por los libros a los adolescentes es haciéndoles ver que la lectura es un acto de rebeldía. "Es un acto de resistencia al rebaño, a la estupidez, a eso que la sociedad de consumo nos inculca: que no somos suficientemente inteligentes para acceder a las cosas más bellas, más importantes. Tenemos que aprender a encontrar sistemas para negar esta gran mentira".

También tiene por delante Manguel la tarea de ampliar la digitalización de los fondos de la biblioteca nacional, lo cual parece una paradoja en alguien que atesora libros de papel de manera obsesiva. No obstante, cree firmemente en la necesidad de hacerlo, porque como cuenta en su último libro, la biblioteca debe adaptarse continuamente a las necesidades cambiantes de sus usuarios.

En cuanto a los nuevos formatos de lectura, Manguel no cree que supongan ningún cambio importante. Para él, el móvil, la tablet o los ebooks son hijos de la tablilla de barro; y la lectura en pantalla, del pergamino y la manera en que este se iba enrollando por una esquina y desenrollando por la otra, enmarcando una página continua que hoy en día avanza mediante el scroll.

El presidente del jurado, Basilio Baltasar, ha recordado la conexión especial entre Formentor y Argentina. Fue un argentino, Adam Diehl, quien fundó el Hotel Formentor, y además de Borges, también han recibido el premio Ricardo Piglia y el argentino de adopción Witold Gombrowicz. Pero para Manguel se trata tan solo de "una casualidad geográfica". Abrumado por los elogios del presidente del jurado, Manguel desvía la atención hacia el premio del año que viene, proponiendo tres candidatos: Cees Nooteboom, Ismail Kadaré y Norman Marea. "Ellos están más cerca que yo de ese arquetipo de la excelencia que busca el jurado".

@FDQuijano