Image: Bernard-Henri Levy: Los Cantos, de Pound, es el libro sobrevalorado por excelencia

Image: Bernard-Henri Levy: "Los Cantos, de Pound, es el libro sobrevalorado por excelencia"

Letras

Bernard-Henri Levy: "Los Cantos, de Pound, es el libro sobrevalorado por excelencia"

El autor cree que La conjura contra América, de Philip Roth, es el libro que mejor describe la situación política actual en EE.UU.

2 marzo, 2017 01:00

Bernard-Henri Levy. Foto: Daniel Mordzinski

Bernard-Henri Levy (Argelia, 1948) responde al cuestionario de New York Times Book Review con motivo de la publicación en Estados Unidos de su último libro, El genio del Judaísmo. Se trata, dice, de un compendio de toda su obra anterior, un resumen y un punto de llegada. El escritor y filósofo francés, autor tan controvertido como leído, desgrana a continuación sus temas y preferencias, sus obsesiones e inquietudes intelectuales.

Pregunta.- ¿Qué libros tiene ahora en su mesilla de noche?
Respuesta.- Respondo a sus preguntas desde Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, donde estoy grabando un documental sobre la batalla por Mosul. En los tiempos bíblicos, Mosul era conocido como Nínive, la ciudad desde la que Jonás envió su profecía. Así que el libro que está esta noche en la mesilla de mi pequeña habitación de hotel es el Libro de Jonás, que tiene un papel importante en mi propio libro El genio del Judaísmo. A su lado, ya que es la única manera de leer textos como el Libro de Jonás, está uno de los grandes comentarios que Jonás provocó, el de Obadiah ben Jacob Sforno. Sforno, un rabino y filósofo que vivió en Italia durante la primera mitad del siglo XVI, enriquece la salvaje y maravillosa historia de Jonás (la historia de un profeta que profetiza no en Israel sino en la capital del mal, que entonces era Nínive) con su profundidad metafísica.

P.- ¿Cuál es el último gran libro que ha leído?
R.- La verdadera vida de Sebastián Knight, la primera novela que Nabokov escribió en inglés. Leyéndola uno siente, casi físicamente, el cambio entre lenguas, la metamorfosis de una lengua en otra -y así el gran poder de la literatura. Podría también citar una novela de Serge Joncour, un escritor francés que es, creo, desconocido en EE. UU. Su Repose-Toi sur Mou es una historia de amor muy hermosa.

P.- ¿Cuál es la mejor novela clásica que ha leído recientemente por primera vez?
R.- Las afinidades electivas de Goethe. Es extraño; Goethe es uno de esos grandes escritores cuya reputación eclipsa a veces sus propias obras hasta el punto de que tienes la sensación de que las has leído en un pasado lejano. Pero cuando el azar pone uno de sus libros en tus manos, te quedas deslumbrado como si estuvieses leyendo las primeras palabras de un escritor muy joven y talentoso.

P.- ¿Tiene algún libro predilecto del que nadie más haya oído hablar?
R.- Treatise on Modern Stimulants, de Balzac. Parece que muy poca gente conoce este libro de Balzac, al menos en EE. UU. Los cinco estimulantes en cuestión son el café, el alcohol, el té, el azúcar y el tabaco. Y en este ensayo, es como si Balzac releyese entera su Comedia humana con un ojo puesto en la influencia que cada uno de esos estimulantes ha tenido en sus personajes.

P.- ¿A qué escritores -novelistas, guionistas, críticos, filósofos, periodistas, poetas- de los que están en activo admira más?
R.- Al novelista portugués António Lobo Antunes. A Michel Houellebecq, el escritor central de mi generación, con el que a cada uno de nosotros, nos guste o no (y sin que él lo haya querido así), nos toca medirnos. Esto tiene en mí un ejemplo claro, puesto que escribimos un libro juntos (Enemigos públicos, Anagrama, 2009). Y me gustaría citar al ensayista Christopher Hitchens, que murió hace unos años, aunque yo sigo pensando en él a menudo y a veces tengo la sensación de que no está del todo muerto y de que sigue aquí.

P.- ¿Qué libros cree que explican o iluminan mejor la actual situación política en Francia? ¿Y en Israel? ¿Y en Estados Unidos?
R.- Con respecto a Francia, la respuesta está en un libro sobre terrorismo que aparecerá próximamente. Es de un escritor muy agudo llamado Yann Moix. La situación de Estados Unidos está contada en La conjura contra américa, de Philip Roth. ¿Qué mejor representación del país que acaba de elegir -evidentemente sin vergüenza- al increíble señor Trump? Para Israel, recurriré a Judas, de Amos Oz. Sé que la historia tiene lugar en el Jerusalén de los años cincuenta, pero no importa: el libro parece hablarnos solamente de hoy.

P.- ¿Qué lee cuando está trabajando en un libro? ¿Qué tipo de lectura evita cuando escribe?
R.- Leo libros que me ayudan a desconectar de mi propia música y a no regodearme en mis efectos ni en mi retórica. Y evito a los escritores demasiado cercanos a mí estilísticamente. Encuentro la escritura de otra gente muy útil como un remedio a la mía, como un antídoto, si quiere.

P.- ¿Qué es lo más emocionante del trabajo literario?
R.- Que estimula un sentimiento, un temblor, una manera de ver o evaluar el mundo en la que, hasta el momento de la lectura, no habías reparado. Esa es la única atracción de la literatura para mí: añadir algo al mundo y a mi idea de él; explorar otras formas de existencia.

P.- ¿Con la lectura de qué géneros literarios disfruta especialmente? ¿Y cuáles evita?
R.- Me encantaría leer épica, una épica real que reprodujera los movimientos de la civilización en la que vivimos, una épica de migraciones, revoluciones, mutaciones varias, prostituciones y emociones, que son los sellos distintivos de nuestra era. Pero el género épico requiere un lenguaje a su medida. ¿Qué idiomas actuales podrían afrontar esa tarea? Ciertamente no el francés, no más que el inglés. El hebreo, quizás.

P.- ¿Cómo le gusta leer? ¿Papel o electrónico? ¿Un solo libro o varios a la vez? ¿Por la mañana o por la noche?
R.- Leo en papel y en pantalla, de cualquier manera. Bastantes libros al mismo tiempo, obviamente. Porque si el atractivo de la literatura es ayudarte a entrar en otros mundos, otras lenguas, otras sensaciones... ¿por qué debemos contenernos? ¿Por qué no aprovecharse? ¿Por qué no perseguir hasta el límite la prodigiosa multiplicación de lenguas y de visiones del mundo?

P.- ¿Cómo organiza sus libros?
R.- En pilas y montones desordenados en mi biblioteca, junto a mi cama, sobre mi escritorio, en mi coche, en el vestíbulo de mi apartamento, ¡en todas partes! Pero lo que quiere usted saber, claro, es cómo los libros están organizados en la estantería. Normalmente, nuestro primer impulso es organizarlos alfabéticamente por autor. ¿Pero qué pasa si no sabes el nombre del autor? ¿Y qué pasa cuándo sabes que olvidarás el nombre tan pronto como coloques el libro en la estantería, perdiendo así la oportunidad de volverlo a encontrar? Entonces usas otro orden alfabético, esta vez por temas. Judaísmo, ética, América, Europa, autobiografía, Goethe, Faulkner, Guerra Civil Española, Bosnia, la Resistencia, el Islam, rock 'n' roll, pintura, todos los libros de Heidegger, Wittgenstein, Spinoza o el Talmud... Se forma entonces una yuxtaposición de ambos órdenes alfabéticos: por autor y por tema. Esta mezcla de órdenes hace que mi biblioteca sea realmente mía y garantiza además que refleje al escritor.

P.- ¿Qué libro le sorprendería a la gente encontrar en sus estanterías?
R.- Los libros de adversarios ideológicos a los que respeto. Por cierto, ordené mi biblioteca antes de salir hacia Erbil y me di cuente de que tenía, cuidadosamente ordenados, todos los libros de Edwy Plenel, un periodista francés y ensayista que fue editor de Le Monde antes de fundar una web llamada Mediapart. Plenel tiene posiciones opuestas a las mías en muchas cuestiones que me importan. Pero lo respeto.

P.- ¿Cuál es su héroe o heroína favorito de ficción? ¿Y su antihéroe o villano?
R.- La heroína es Ariane de Bella del señor, la novela de Albert Cohen. El héroe es Jordan, de Por quién doblan las campanas. El antihéroe, también de Hemingway, es el coronel Richard Cantwell, de Al otro lado del río y entre los árboles. Cantwell no es un villano, por supuesto, ¡pero claramente es un antihéroe!

P.- ¿Qué tipo de lector era de niño? ¿Qué libros y autores infantiles le marcaron más?
R.- Yo era un soñador. Y, si no recuerdo mal, un lector compulsivo. Tenía la idea de que la vida real, la vida plena, estaba más en los libros que en la calle. Pero no leía libros de niños. Nunca me gustó eso que llaman "literatura para niños". Mi recuerdo es que me incliné muy pronto por la literatura real: Walter Scott, Dickens, Julio Verne y buenas novelas de espías.

P.- ¿Qué libro le recomendaría que leyera a François Hollande? ¿Y al presidente norteamericano?
P.- A Hollande, que nunca se ha casado, le recomiendo El eterno marido, de Dostoievski. Y a Trump, los Poemas Completos de E. E. Cummings, editados por George J. Firmage, aunque solo sea por aquel verso que se hizo famoso después de que Woody Allen lo pusiera en boca de uno de los personajes de Hannah y sus hermanas: "Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene la manos tan pequeñas".

P.- Está organizando una cena literaria. ¿A qué tres escritores, vivos o muertos, invitaría?
R.- Creo que elegiría resucitar a tres: Rashi; Emmanuel Levinas; y el gran rabino cabalista, autor de The Soul of Life, Jaim de Volozhin. Los tres tendrían la más extraordinaria e inimaginable discusión sobre el Talmud. A esta reunión invitaría también a mi hija, la novelista Justine Lévy.

P.- ¿De los libros que ha escrito, cuál es su favorito o el que tiene un significado más especial para usted?
R.- El nuevo, por supuesto: El genio del Judaísmo. Resume todos los demás, es una suerte de punto de convergencia de todo lo que he intentado hacer, todo lo que he escrito y casi todo lo que he vivido en los últimos cuarenta años. El gran ajuste de cuentas conmigo mismo, con mi memoria, y con aquellos que están cerca de mí.

P.- Decepcionante, sobrevalorado o simplemente malo. ¿Qué libro se supone que le debería haber gustado, pero no lo hizo? ¿Recuerda el último libro que dejó por imposible?
R.- El último libro que no fui capaz de terminar fue Petróleo, la larga, inacabada novela de Pier Paolo Pasolini que fue publicada 17 años después de su muerte. El libro sobrevalorado por excelencia son los Cantos de Ezra Pound. Está, claro, el antisemitismo que lo infecta. Hay una ira antijudía que adquiere unos niveles difíciles de ver en la literatura moderna y que demuestra, y esto lo digo a modo de inciso, que Estados Unidos es menos inmune de lo que se piensa a este tipo de locura. Pero más allá de eso, más allá de la trágica manifestación de antisemitismo americano, me parece que el libro es simplemente aburrido e insignificante.

P.- ¿Quién le gustaría que escribiese la historia de su vida?
R.- ¿La historia de mi vida? Gilles Hertzog. Él ha escrito dos libros. Les Brigades de la Mer recupera uno de los menos conocidos y más hermosos episodios de la historia de aquellas brigadas internacionales que lucharon contra el fascismo naciente en España en 1936. Su siguiente libro fue Le Séjour des Dieux, una especie de novela histórica en que nos muestra el diálogo, la confrontación y, básicamente, las ambiciones gemelas de Miguel Ángel y Tiziano. Además, Hertzog es uno de mis mejores amigos. Y ha estado conmigo en los momentos más peligrosos de mi vida.

P.- ¿Qué es lo siguiente que leerá?
R.- Crónicas, de Bob Dylan. Soy uno de los que se alegró cuando ganó el Nobel. Hay en Dylan algo del legado de los grandes poetas europeos y americanos. Pero también quiero leer el libro porque espero encontrar en él (es probable que me esté tomando el pelo a mí mismo) la clave secreta de su obra y la razón por la que lo encuentro tan admirable.