Image: Sarah Waters: Tenemos muchas razones para ser infelices, pero no deberíamos pagarlo con Europa

Image: Sarah Waters: "Tenemos muchas razones para ser infelices, pero no deberíamos pagarlo con Europa"

Letras

Sarah Waters: "Tenemos muchas razones para ser infelices, pero no deberíamos pagarlo con Europa"

24 enero, 2017 01:00

Sarah Waters. Foto: Charlie Hopkinson

No hay nada que le guste más a Sarah Waters que acabar con los estereotipos. Dice que empezó a escribir novela victoriana porque "había demasiados estereotipos" sobre ella, y había que aniquilarlos. Ahora, instalada en el siglo XX, arremete contra el Londres de Virginia Woolf con una potente historia de amor, con crimen de fondo, titulada Los huéspedes de pago (Anagrama).

A Sarah Waters (Gales, 1966) siempre le gustó escribir. Cuando era niña, recuerda, no hacía otra cosa que escribir y leer. Pero nunca pensó que pudiera ser escritora. "No sabía que se podía ser escritor", dice. El caso es que creció, fue al instituto, a la universidad, y siguió leyendo, claro, y escribía, pero no ficción, sino ensayos, textos reflexivos, recuerda, "sobre libros que me habían gustado". Pero entonces, un buen día, un día de los años 90, "yo debía tener 29 años", dice, empezó a escribir un cuento, y hacerlo la devolvió a la infancia, "a todas aquellas tardes de placer en las que no había hecho otra cosa que escribir". "Sentí que estaba predestinada", añade. Autora hoy de seis novelas, novelas que lidian con el pasado - el victoriano siglo XIX pero también los primeros estertores del XX -, con el deseo prohibido, el secreto inconfesable, la lucha de clases y la oscuridad que todos, dice, llevamos dentro, se sumerge en su último trabajo, Los huéspedes de pago (Anagrama), en el Londres de 1922 para vérselas con la que dice es su primera novela romántica, o, mejor, la primera en cuyo centro palpita una historia de amor - lésbica, claro -, la que se da entre la solterona Frances Wray y su inquilina, la casada Lilian Barber.

"En todas mis otras novelas aparecen historias de amor, pero lo hacen de forma secundaria, acompañan a la trama. Aquí, la trama es su romance", confiesa Waters, que no ha viajado al Londres de entreguerras de casualidad. "Es cierto que es una época de cambios, y que el presente también es una época de cambios. Supongo que no es casualidad que me sintiera atraída por ese momento. De hecho, es la primera novela que escribo sin que el periodo me interese per se. En el caso de las anteriores, había vuelto a esas épocas como lo haría una historiadora. En esta, desde el principio tuve claro que estaba volviendo porque me recordaba a la época que vivimos: el conflicto, el desencanto, la gente sintiéndose bajo presión de grandes fuerzas históricas pero sin saber qué hacer a nivel individual... No es extraño que Frances se pase el día limpiando. Trata de poner orden en una sociedad que está muy desordenada", argumenta, y añade que, en su caso, escribir sobre el pasado la ayuda a entender el presente. "Todo lo que somos hoy, se empezó a gestar en los años 20", dice.

Pregunta.- ¿Y cómo preparó su inmersión en los años 20?
Respuesta.- Empecé a leer novelas de la época. Novelas de Virginia Woolf y D.H. Lawrence sobre todo. Pero no llegué muy lejos, porque no me identificaba con los personajes. Todos eran de clase alta. Gente muy distinguida. Y yo quería hablar de gente corriente. Quería algo más cotidiano. Me fijé en que hay un montón de estereotipos sobre los años 20, y me propuse derruirlos todos. Fue entonces cuando me acordé de Edith Thompson.

P.- ¿Edith Thompson?
R.- En la novela hay un crimen que está basado en la historia de Edith Thompson. La historia de Edith es famosa en el Reino Unido. Sucedió precisamente en 1922. Edith era una chica de clase media baja que no soportaba a su marido. Tuve un affair con un chico más joven. Le escribió cartas maravillosas. Muy apasionadas. En la que incluso fantaseaba con la idea de matar a su marido para poder estar siempre juntos. Y pasó que un día, mientras Edith paseaba con su marido por la ciudad, el amante se les acercó y lo mató, a puñaladas. Lo encerraron y descubrieron el idilio. Encontraron las cartas de Edith, y la incriminaron a ella también. Los declararon culpables. Los colgaron. Todo el mundo tuvo acceso a aquellas cartas, y el personaje de Edith fascinó a la opinión pública, porque, por un lado, era una criminal, claro, pero por otro, era tan apasionada, había vivido su amor con tanta intensidad, que despertó simpatías. Porque no se trataba de mentes criminales en realidad, sólo de dos personas que se amaban y que cometieron un error terrible.

P.- Eso es lo que les ocurre a Lilian y Frances.
R.- Sí, cometen un error, y la casa que, en un principio, había sido su refugio, su rincón de encuentros, se convierte de pronto en una cárcel, en un lugar que las asfixia.

P.- Porque Frances y Lilian se ven obligadas a convivir precisamente por la época que las ha tocado vivir. De ahí el título de la novela. Lilian y su marido entran a vivir en la casa de Frances y su madre como huéspedes de pago.
R.- Exacto. Cuanto más pensaba en esa época, mejor me cuadraba todo. Está el tema de la invasión de la intimidad que se produce cuando un matrimonio desconocido pasa a ocupar tu casa y tú tienes que contentarte con vivir en una habitación. Y el asunto de las clases, porque Frances y su madre provienen de una familia en la que una vez hubo dinero, pero ya no lo hay, una familia de clase alta que está perdiendo poder a la vez que otra lo está ganando: el matrimonio Barber, Lilian y Leonard, provienen de clases más bajas, pero están en pleno ascenso. En ese espacio de convivencia que se crea en la casa es donde surge el amor y donde también se comete el crimen, así que podría decirse que la mansión es un personaje más.

P.- Las dos están, en cierto sentido, atrapadas.
R.- Sí. Aunque Frances se sienta más libre a la hora de manifestar su condición sexual, está atrapada, porque no deja de ser alguien que depende de los demás para sobrevivir, y no olvidemos que es una solterona, lo que en aquella época quería decir que era casi una discapacitada. Digamos que Lilian tiene todo lo que le falta a Frances, y viceversa. Se complementan. Y ese es el atractivo de su historia. Esa mezcla de cosas.

P.- Contó que los personajes fueron cambiando a medida que escribía. Guarda usted un diario de cada novela que escribe y pudo ir viendo cómo evolucionaban.
R.- Sí. De Frances es cierto que desde el principio tuve una imagen bastante clara de cómo sería, pero Lilian sin embargo no. Me costaba imaginármela. Y a mitad de la novela, tuve que volver atrás para rehacerla en cierto sentido. En un primer momento quería que la novela tratara del fracaso del amor. Iban a conocerse, iban a liarse, y su relación sería como una fantasía, como un sueño del que acabarían despertando. Pero luego decidí que no. Me empezaron a gustar mucho las dos, me hice fan suya, y decidí que merecían algo más. Así que tuve que volver atrás y cambiar algunas cosas.

P.- Como el resto de sus historias, esta es una historia de secretos. ¿Diría que los secretos son el motor de sus libros?
R.- Los secretos son el motor de muchos libros, de casi todos, de hecho. Y sí, también lo son de los míos. El ir desvelando esos secretos es el eje del placer del escritor y del lector. Supongo que en mi caso además el asunto de los secretos tiene que ver con el hecho de que escribo sobre el pasado y en el pasado se habla de grandes acontecimientos pero no de las pequeñas cosas. No de entrar en las habitaciones de quienes vivieron esas épocas y ver qué escondían. Supongo que soy una cotilla, pero me encantan los secretos. Descubrirlos, exponerlos. Meterme en la mente de mis personajes.

P.- ¿A qué escritores ha admirado desde siempre?
R.- A Dickens, que era un gran narrador, un narrador brillante, y al que también le gustaba muchísimo exponer los secretos. Dejar al descubierto cosas que ponían en duda la respetabilidad de sus personajes. Y también escribía sobre el deseo. De deseo y secreto también escribió Patricia Highsmith, de quien supongo que me atrajo la manera en que se mete en la mente de sus personajes y cómo, pese a que todos ellos hacen cosas extremas, nos resultan tan cercanos. Son asesinos por error, puedes identificarte con ellos, porque hablan de ti, de nuestro lado oscuro. Y también me gusta muchísimo Daphne Du Maurier, la autora de 'Rebecca'. Por lo mismo.

P.- Ha dicho que el pasado le permite entender el presente, pero ¿hay forma de entender el brexit?
R.- (Sonríe) El brexit me chocó muchísimo. Me resulta perturbador. Sobre todo, la manera en que demuestra cuán dividido está el Reino Unido. Creo que mucha gente fue inducida a error por los políticos y que los políticos conservadores lo utilizaron en su beneficio. El partido laborista no estuvo a la altura, fue demasiado débil. Y la gente creyó que de la noche a la mañana estarían mejor. Que salir era fácil. Y ahora tenemos un lío enorme. Un caos. Tenemos muchas razones para ser infelices, pero no deberíamos pagarlo con Europa.

P.- Y una última curiosidad, ¿ha visto la adaptación que Park-Chan Wook ha hecho de Falsa identidad, The handmaiden?
R.- Sí, y me gustó muchísimo. Aunque la ambienta en una época y un lugar distinto, creo que el centro de la novela se conserva. Es una historia tremendamente feminista, y eso sigue ahí, intacto. Es un gran director y ha hecho un trabajo excelente.

@laura_fernandez