Image: Mapas literarios, cartografías de la irrealidad

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Letras

Mapas literarios, cartografías de la irrealidad

22 diciembre, 2016 01:00

El periplo de Ulises en la Odisea incluido por Andrew Degraff en Trazado

Reunimos varios atlas que ofrecen un recorrido por los planos de mundos surgidos de la literatura o de la imaginación, mundos reales o ficticios que han ido poblando el imaginario colectivo a través de los siglos. Un viaje por la geografía poética de nuestra imaginación.

Desde los orígenes de la palabra escrita, y aún antes a través de las narraciones orales, la literatura es responsable de la creación de mundos fantásticos e irreales a los que solo ha sido posible acceder a través de la imaginación. Lugares de espanto o fantasía accesibles únicamente mediante las palabras y que han ido tomando formas diversas, tantas como lectores se han acercado a ellos, dentro de nuestras cabezas. Pero en esta era en la que el imperio de la imagen es incuestionable (ya se sabe que una imagen vale más que mil palabras), ¿cómo sería un recorrido visual por las grandes obras de la literatura? ¿Cómo trasladar la potencia de una descripción escrita a una gráfica?

La respuesta a estas preguntas se encuentra en Trazado. Un atlas literario (Impedimenta), un recorrido cartográfico por 19 clásicos literarios donde la esencia de cada historia es plasmada a través de imágenes. Su autor, el cartógrafo e lustrador Andrew Degraff, se dio cuenta de que ya vivía en un mundo muy representado y de que no podía ofrecer una versión mejorada de la geografía terrestre. Por ello, decidió plasmar otros mundos que aún no hubieran sido nunca cartografiados: y los encontró en la literatura. Así se embarcó en la confección de planos que representaran todos aquellos lugares ficticios o reales que el imaginario literario ha aportado a la historia universal, mundos antiguos y nuevos que hasta ahora sólo estaban representados en la imaginación de cada uno de sus lectores.

A través de las páginas de trazado, podremos emprender el viaje que un día Ulises realizó a Ítaca, pasear por Hertfordshire y el resto de campiñas por donde paseaba Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio, viajar con Ebenezer Scrooge y sus espectros dickensianos en una noche de Navidad o atacar a la monstruosa ballena de Herman Melville en Moby Dick. Pero también internarnos en obras más complejas y modernas como "La biblioteca de Babel" imaginada por Borges o la obra dramática Esperando a Godot de Samuel Beckett, con una ilustración increíblemente resuelta. Mapas todos estos, que por su componente literario tienen precisamente tienen un objetivo opuesto al habitual, en lugar de una vía para encontrarnos, son herramientas para perdernos. Es el propio DeGraff quien deja claro cuál es el objetivo de su atlas: "estos son mapas para las personas que buscan viajar más allá de la vida y de los lugares que ya conocen o creen conocer".

Mapa de la isla de Robinson Crusoe dibujado por Andrew Degraff en Trazado

Aunque como decíamos, no solo nuestra moderna literatura es responsable de la creación de mundos fantásticos. Las narraciones orales que pueblan el imaginario colectivo de la humanidad desde la noche de los tiempos son fecundas en la creación de lugares míticos y legendarios, que repartidos por todo el globo, compiten en riquezas, magnificencia y dones para aquellos intrépidos y afortunados que hollen sus suelos. El etnólogo y antropólogo Dominique Lanni los recoge en Atlas de los lugares soñados (Geoplaneta), una invitación a la exploración poética de estos mundos de ensueño, a veces míticos a veces solo mitificados de la mano de historiadores como Heródoto, Estrabón o Diodoro de Sicilia; de viajeros como Marco Polo o Cristóbal Colón; de conquistadores como Pizarro y Orellana; aunque también de novelistas, polígrafos y eruditos, como Heinrich Schliemann, Victor Bérard o Jules Hermann.

Realidad y ficción se funden para dibujar unos mapas de fábula donde encontraremos islas maravillosas como Citerea, patria de Afrodita u Ogigia, hogar de la ninfa Calipso; países de Jauja como Cólquide, donde descansa el vellocino de oro o el reino de Saba, un país con el suelo trufado de minas de oro; reinos salvajes habitados por monstruos como el país de los mangbetus, e incluso imperios tenebrosos como el de los cimerios donde se decía que se exiliaban los muertos. Un viaje que debe iniciarse con una única pero irrenunciable premisa, no poner límites para la imaginación. Y es que al mismo tiempo que se iban construyendo los mapas que delimitaban el mundo cada vez con mayor precisión, también iban apareciendo leyendas y mitos, lecturas poéticas para cubrir las lagunas e interrogantes que se presentaban.

Ilustraciones del Atlas de los lugares soñados del Congo y Japón y China (Cipango y Catay), considerados en la Edad Media reinos de grandes riquezas

Pero no siempre es necesario inventar mundos míticos para echar mano de un mapa que nos pueda remitir al mundo poético, pues existen en nuestro mundo lugares más que proclives a ello. Además, en lugar de un viaje físico, de movernos en el espacio, la literatura y la imaginación también nos permiten viajes a través del tiempo. Esto es lo que propone el Atlas de las ciudades perdidas (Geoplaneta) de Aude de Tocqueville, un viaje hacia el pasado que narra los destinos imprevistos, y sin embargo muy reales, de 44 ciudades desaparecidas en la actualidad. Un fascinante recorrido por centros milenarios y asentamientos abandonados de todas las épocas cuyos destinos nos permiten sumergirnos en los misterios de la historia y en las contradicciones de la naturaleza humana.

Desde la antigua y temida Cartago, borrada de la faz de la tierra por Roma o la legendaria Babilonia, hasta la ucraniana Prípiat, convertida en una urbe espectral tras la catástrofe nuclear de Chernóbil o Jeoffrécourt, un simulacro de ciudad surrealista en plena llanura de la Picardía francesa; pasando por la breve y delirante aventura de Sanzhi, en Taiwán, nacida de la imaginación de promotores fanáticos del diseño futurista, la espléndida ciudad sumeria de Mari perdida en el corazón de Siria, la legendaria Vilcabamba, capital perdida de los incas, la milenaria Angkor en Camboya con sus 910 templos y la prehistórica Lhotal en la India; cada una de estas ciudades revela sus misterios.

Hashima, la ciudad fantasma de Skyfall y Tikal, gran urbe maya, dos de las ciudades perdidas recogidas por Toqueville

Ninguna de ellas nació con vocación de esfumarse del mapa, pero el lento e inexorable ocaso de una civilización, las catástrofes naturales, las guerras y el declive económico o la locura humana las llevaron a su extinción. Los motivos de su final son infinitos, pero sean cuales sean las causas, estas desapariciones nos interrogan, nos fascinan y persiguen nuestra memoria. Tocqueville invita a los viajeros a sumergirse en la historia y a conocer in situ los misterios, curiosidades y el porqué del desenlace de estas ciudades que califica de "mortales", ya que "al desaparecer, muere con ellas un trozo de historia". Lugares que en la actualidad solo pueden mantenerse con vida gracias a la imaginación.

Continuando nuestro recorrido por el globo, capítulo aparte merecen las islas, microcosmos reducidos protagonistas de singulares historias. Un buen puñado de ellas las recoge Judith Schalansky en su Atlas de islas remotas (Capitán Swing / Nórdica), un viaje sin rumbo ni destino por 50 islas que nos hará recorrer los cinco océanos saltando de una a otra a través de historias reales que van de lo desesperanzador a lo extraordinario. En este periplo conoceremos unas islas tan alejadas de las guías de viajes y rutas turísticas que obligan a plantearse de qué forma podríamos llegar a ellas desde la comodidad de nuestra casa, imaginando viajes imposibles y escalas impensables. No en vano Schalansky sbtitula su obra Islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré.

Mapa de la isla Robinsón Crusoe (Chile), que inspiró a Defoe, en el Atlas de islas remotas

Hay islas deshabitadas o inhabitables, que se hunden irremisiblemente o pobladas por daltónicos. Islas que tienen o tuvieron bases militares, meteorológicas o balleneras. Islas con historia, con leyendas o protagonistas de mitos. Islas misteriosas e islas del tesoro. Cincuenta historias sobre pedacitos de tierra en las que fareros se coronan reyes, gobiernan timadoras de medio pelo, o los pájaros matan a picotazos a marineros. Hay historias muy diversas relacionadas con estos oasis de tierra en medio del océano: el exilio y la muerte de Napoleón en Santa Helena, la creación de una penitenciaría en la Isla de Norfolk, los cuatro años de náufrago de Alexander Selkirk, inspirador de Robinson Crusoe, las muertes misteriosas de los niños recién nacidos en Santa Kilda o los sucesos escabrosos de Floreana y Tikopia. Alejadas, inquietantes, desoladas. Así son las islas cuyo mapa traza Judith Schalansky en este atlas. Un recorrido por atolones y arrecifes con mucho de paraíso, pero también de infierno.

Profundizar en la evolución histórica de los mapas permite conocer con lógica precisión la evolución del saber geográfico y el conocimiento del mundo. Pero también permite, a través de los oportunos espacios en blanco o rellenados de forma legendaria, advertir las lagunas, las dudas y las certezas de cada época. Y a estas regiones misteriosas rodeadas de leyendas nacidas para explicar lo inexplicable hay que incluir los mundos directamente soñados e ideados, con fines muchas veces análogos por la literatura. Estos cuatro atlas son, cada uno a su manera, desde la interpretación estrictamente literaria hasta la recreación de mundos míticos o el buceo histórico en lugares ya desaparecidos, una nueva forma de apreciar estos territorios invisibles e inagotables, los territorios de la imaginación humana.