Image: Pere Gimferrer: No aspiro en absoluto a que el lector me entienda

Image: Pere Gimferrer: "No aspiro en absoluto a que el lector me entienda"

Letras

Pere Gimferrer: "No aspiro en absoluto a que el lector me entienda"

21 octubre, 2016 02:00

Pere Gimferrer. Foto: Luis Serrano

Medio siglo de alta creación literaria avala una de las obras poéticas más importantes de nuestro país. Pere Gimferrer, poeta en varios idiomas y miembro de aquella generación que reconoció Castellet, mantiene con El Cultural una charla salpicada de versos, clásicos y modernos. Lo hace con motivo de No en mis días, su último poemario, del cual se ofrecen a continuación, como contrapunto a la entrevista, tres de las piezas más queridas por su autor.

Para Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), No en mis días (Fundación José Manuel Lara) es un libro "reposado", de lenta escritura: se trata de una característica a destacar en un autor que ha llegado a escribir todo un volumen, si bien que compuesto de un solo y largo poema (Rapsodia), en sólo seis días de trabajo frenético. Gimferrer regresa al castellano, idioma en el que empezó a publicar versos allá en los sesenta, y con el que ganó -con Arde el mar- el Premio Nacional de Poesía en 1966.

No es que sus poemas no hayan querido "decirse" últimamente en nuestra lengua, cuenta, pues recién publicado Alma Venus (2012), su último poemario en castellano, el poeta y académico empezó a escribir ya, sin prisa, el libro que se publica ahora, y que reúne veintiocho poemas fechados entre entonces y abril de este 2016. Mientras tanto, Gimferrer publicó El castillo de la pureza/ Per riguardo (2014) que incluía poemas en catalán e italiano. Son estos, junto al francés, los idiomas en los que el poeta y editor puede escribir poesía. "Pero no los elijo yo", aclara. "Cada idioma tiene su propia vida. Los poemas, cuando vienen, vienen con un ritmo, con una acentuación que se manifiesta en unas palabras concretas. Ahí, en esas palabras, en ese idioma, es donde se termina el poema".

Pregunta.- ¿Pero no piensa el poeta en imágenes?
Respuesta.- El poeta y cualquier persona. Me temo que esto lo dijo alguien un poco más sabio que yo: lo dijo Goethe. Pero yo no tengo ningún poema en el que no domine un idioma. Puede haber injertos, frases, citas en otras lenguas. Pero hay siempre un idioma que domina y determina el poema.

P.- ¿Lee traducciones?
R.- Muy pocas. Prefiero no hacerlo. Las leo del ruso, que es un idioma en el que, por desgracia, no he llegado a profundizar. Leo sobre todo a Pushkin, que me interesa extraordinariamente. Pero soy consciente de que, al leerlo traducido, hay cosas que se me pasan.

A Gimferrer le apasiona el tema de las lenguas, sobre el que ha reflexionado a menudo, pues está en la base de su proceso creativo. "Hablar, no lo sé... pero puedo leer y escribir en catalán, castellano, francés, inglés, portugués, italiano, latín, gallego, gallego-portugués...", enumera. ¿Y no fracasó con ninguno? "Hay alguno que he leído solo en parte, que no he llegado a conocer lo suficiente: el rumano, el gascón o el occitano medieval, que es la lengua de los trovadores. Esos me interesan. En el alemán nunca he entrado a fondo. Y fracasé con el árabe. Lo intenté aprender durante años, pero el árabe leído me resultó muy difícil".

"Nunca he creído que los idiomas se aprendan yendo a la escuela. Yo los he aprendido gracias al cine, y sobre todo gracias a la conversación y a la lectura"

P.- ¿Se enseñan bien los idiomas en las escuelas españolas?
R.- Yo es que nunca he creído que los idiomas se aprendan yendo a la escuela. De hecho, solo hay un idioma que yo haya aprendido en clase, aunque lo aprendí muy bien y por muchos años: el latín. Lo estudié entre los 11 y los 25 años. A aprender idiomas a mí me ha ayudado el cine, pero sobre todo la conversación y la lectura. Siempre empiezo a leer por lo más difícil. En francés, por Proust y por Baudelaire; en inglés, por ciertos poetas del XIX o por Shakespeare; en portugués, por la lírica gallego-portuguesa medieval. Si uno llega a leer estos libros en su idioma original, llega a leer casi cualquier cosa en ese idioma.

P.- ¿Se reconoce el autor de No en mis días en aquel poeta imberbe que ganó el Nacional de Poesía en 1966?
R.- Quedan muchas cosas de aquel joven, pero me cuesta concretar cuáles. Sé que muchas imágenes y formas de concebir imágenes y ritmos son iguales. Yo no soy un gran lector de mi obra antigua. Si alguna vez lo tengo que hacer lo hago, pero puedo pasar mucho tiempo sin leer nada mío.

P.- ¿Y le han interesado siempre los mismos temas?
R.- Creo que sí. Lo que pasa es que no se debe hablar de temas en poesía. La poesía es organización de palabras e imágenes. Pero esto es una cuestión estética que no vamos a discutir ahora. La experiencia: eso sí es importante. Una persona de 18 años no tiene las mismas vivencias que una persona de mis años: esa es una gran diferencia. Y hay otro detalle: las cosas que podían decirse en la España de los sesenta no son las mismas que se pueden decir ahora.

P.- Una constante en su obra sí que han sido las referencias culturales, la poesía como tema del poema.
R.- Yo introduzco inserciones, citas, no marcadas siempre, de otros autores. Hay muchas citas ocultas en mis poemas. Pero este procedimiento no lo he descubierto yo. Lo han llevado a cabo muchos poetas.

P.- ¿En cuáles se mira?
R.- Quizás ninguno lo haya hecho tanto y tan bien como Blas de Otero. Lo que pasa es que él, a diferencia de lo que hago yo, o de lo que hacían Eliot o Ezra Pound, lo hacía siempre con autores en español.

P.- ¿Consigue de ese modo que haya varias capas de lectura en los poemas?
R.- Lo que es seguro es que las hay. Pero el lector no debe saber todo lo que yo tenía en la cabeza ni entender todas y cada una de las alusiones que hago. Basta con que quede una atmósfera general cuyo sentido se pueda percibir en alguna medida. No aspiro en absoluto a que el lector lo entienda todo, no aspiro a que reconstruya la escritura, sino a que el resultado de ella lo estimule.

P.- Usted ha dicho que un poema no ha de entenderse, no al menos como una novela.
R.- Porque muchos identifican ese "entenderse" con el argumento. Y una novela tampoco es su argumento. Crimen y castigo no es interesante porque cuente cómo matan a una usurera, sino por otras razones relacionadas con la construcción del relato o los métodos narrativos usados por Dostoievski. Y, al revés, hay poesía con argumento. Argumento tiene las Soledades de Góngora y tiene mucho, aunque muy distinto, Canto general, de Neruda. Pero aunque sea importante el argumento, para estos autores lo esencial es la poesía.

"El poema es una organización de palabras que define instantes en el tiempo, creando una realidad estética, sensorial y sonora, una realidad que solo existe en el poema"

P.- Para Colinas, un poema es la suma de pensamiento y emoción. ¿Qué es para usted? Antes hablaba de la organización de imágenes y palabras.
R.- Esto que dice Colinas no está muy lejos de la idea que tenía Rilke. Para mí el poema es, en efecto, una organización de palabras que define instantes en el tiempo y crea una realidad verbal, estética, sensorial y sonora, una realidad que solo existe en el poema. Una realidad que no se puede decir de otra manera; se puede explicar, pero no decir con otras palabras.

P.- ¿Es la sonoridad lo más importante? ¿Precede en usted la música al sentido del poema?
R.- Ha de haber un sentido implícito en lo sonoro. Ese sentido está, aunque yo sé que muchos de mis poemas son difíciles. Lo primero de todo es que el verso sea verso. Que la palabra sea poética... eso no quiere decir nada.

P.- ¿Y no cree que se está olvidando cierta poesía actual de ese núcleo original del poema que es el verso?
R.- No lo sé. Quizás está más pendiente de la cuestión del ritmo. Esto es distinto. Los poemas en prosa tienen ritmo pero no tienen verso, como los de Rubén Darío o Rimbaud, y por eso no son poemas.

P.- Steiner ha reivindicado siempre la memoria. Llega a decir que podría vivir sin leer, de todos los textos que sabe. ¿Usted también tiene memorizados a algunos de sus clásicos?
R.- Sí. Lo que dice Steiner es verdad pero solo en parte. Porque al volver a un poema, aunque lo tengas memorizado ya, encuentras siempre algo que no te da la simple memoria. Yo he oído recitar de memoria a poetas que no eran actores ni recitadores, y era muy impresionante, porque no eran poemas suyos los que recitaban. Pienso en Rafael Alberti recitando a los noventa años La fábula de Polifemo y Galatea de Góngora.

P.- Nunca le ha gustado leer sus poemas. ¿Por qué?
R.- Lo he hecho cuando me lo han pedido. Pero creo que yo, como Cernuda o Eliot, no soy un buen lector en público. Aunque entiendo que al público le interese saber cómo leo yo.

P.- Ser editor, ¿interfiere o influye en su obra poética?
R.- No lo creo, porque, salvo contadas excepciones, no he sido editor de poesía. Me he dedicado a la narrativa, aunque también he editado libros de poesía importantes: Neruda, Rafael Alberti, Octavio Paz, todo Caballero Bonald...

P.- ¿Sigue a poetas jóvenes?
R.- No me haga usted hablar de mis colegas...

P.- ¿Qué lee entonces habitualmente? ¿Han cambiado sus hábitos de lectura?
R.- Ahora mismo estoy haciendo una cosa considerable: estoy releyendo todo el teatro de Shakespeare. Es la tercera vez que lo releo, pero es que eso es muy largo, ¿eh?

P.- ¿Suele releer así, recorriendo las obras completas de autores de principio a fin?
R.- No, en realidad leo algunas obras... Yo he releído muchas veces, más que ningún libro, la Divina Comedia en italiano. Más que ninguna novela, he leído a Proust. Y a autores de obras no tan extensas, como Rubén Darío o Garcilaso.

P.- ¿Y han envejecido todos esos autores igual de bien? ¿Es siempre el tiempo un buen juez en su valoración de la literatura?
R.- El tiempo siempre es el mejor juez, el más justo y el más severo. Mire a Rimbaud, qué pocos lectores tuvo en vida y cuántos ha tenido después de morir. Eso a él no le aporta nada, pero a nosotros nos dice algo sobre el estilo y la perdurabilidad de ciertos libros.

P.- ¿Cómo mantiene la tensión necesaria para seguir escribiendo y publicando cuando ha ganado tantos premios y es ya un autor tan admirado y venerado?
R.- Eso de que soy un autor admirado lo dice usted, pero yo no lo sé. No sé cómo será la recepción de este libro...

P.- Me gustaría preguntarle por Cataluña. ¿Existe algún conflicto o colisión entre el catalán y el castellano allí?
R.- Pero esto no tiene nada que ver con la poesía...

P.- Pero a usted le toca de cerca el asunto.
R.- Yo no creo que haya ninguna colisión entre el catalán y el castellano. Pero esto es algo que yo sé, y que no sé si sabe toda la gente que vive en la península ibérica. Dicho esto, me gustaría que la gente fuera más plurilingüe en general. Cuantos más idiomas conoce uno, más conoce en general del mundo.

"No creo que haya ninguna colisión entre el catalán y el castellano, pero esto es algo que yo sé y que no sé si sabe toda la gente que vive en la península ibérica"

P.- ¿Se está viviendo un deterioro generalizado de la lengua?
R.- Desde luego. Va con los tiempos. Yo tengo algo que me diferencia de mucha gente de hoy, y que diferencia a la gente de mi generación: los años que pasé estudiando latín dejaron una huella muy profunda en mí. Y probablemente son esos años los culpables de mi permeabilidad lingüística. El latín es un idioma más hermoso y complejo que la mayoría de los que solemos citar entre los modernos. En latín hubo grandes poetas, incluso alguno mejor que la mayoría de poetas de todos los tiempos. Virgilio, por ejemplo, que en algún aspecto es insuperable, que es insuperable con una belleza olímpica, casi como un edificio inalterable de tanta perfección. En cierto modo está muy lejos de nosotros, y en otro sentido está muy cerca, por ser un poeta tan profundo.

P.- Eso pasa mucho con ciertos clásicos, ¿no?
R.- Sí, sí... algo de eso hay, por ejemplo, en Góngora. Pero el idioma de Góngora es un idioma que la gente todavía habla, y el de Virgilio no.

P.- ¿No se ha insistido demasiado en la dificultad de Góngora, alejando a muchos lectores de él?
R.- Puede ser, sí. Porque Góngora no es un poeta difícil. Sólo en cierta zona lo es. Dámaso Alonso intentó hacer fácil esta zona aun sabiendo que ponerlo en prosa alteraba el sentido del poema.

P.- ¿Y lo consiguió?
R.- Completamente: demostró que Góngora ni estaba loco ni hablaba arbitrariamente. Él no quiso sustituir el verso de Góngora, que es irremplazable. Le pongo un ejemplo muy conocido. A los halcones en las Soledades se los llama "los raudos torbellinos de Noruega"; evidentemente las dos cosas no son lo mismo, aunque signifiquen lo mismo en un terreno factual.

P.- ¿A qué edad cree que se debe empezar a leer los clásicos?
R.- Sospecho que el Quijote, por ejemplo, se obliga a leer demasiado pronto.

P.- ¿A qué edad debería leerse entonces?
R.- Es muy difícil establecer una edad. Depende de la persona y de qué parte del Quijote se escoja. Pero la edad ideal sería, creo yo, entre los treinta o los cuarenta años. No es una obra fácil que se entregue a la primera, como la de Dante, Góngora o Proust.

@albertogordom

NEC SPE NEC METU

...que es rosas la alba y rosicler el día...
GÓNGORA

Las bestias de la noche adormecida,
del color de tu infancia y de tu luz,
como la nube desenmascarada,
ven otra vez tu rostro en los carmines
de la vacilación de amanecer;
avanzo a tientas por la celosía
del laberinto del pasado púrpura
y te llamo con nombre de arrecife
en la música en sangre del florete,
en el desistimiento del jardín;
estos tus ojos misericordiosos,
el corazón del aire de la luz,
el velo de Verónica del día,
el horario del sol interrumpido
que guarda en sí la hora que no mata,
reloj de sol la vida que despluma
el cojín de la noche arrodillada,
las azucenas de la redención:
saber que somos un latido a oscuras
que en el silencio resplandecerá.
Los árboles no viven de raíces,
mas de la copa, que es, de noche, espuma.
Macbeth ha puesto al bosque en movimiento:
somos las ninfas del sonambulismo.
Cera en tus labios quema la conjura
de las oscuridades asesinas.

6-IV / 5-V / 2014

ELEGÍA

málaga bella málaga y sin embargo libro
una batalla pálida de sueños y mujeres

BLAS DE OTERO

Chinitas en el año treinta y tres:
una copa de aire escarlata en lo blanco.

3 / IV / 2016

TEMPUS TACENDI, TEMPUS LOQUENDI

A Aurora Egido

El torbellino de los talismanes:
es cada instante el fuego del ayer,
lo que nos ata y luego desembrida,
haber vivido en un París de hierro,
cota de malla en fragua de Velázquez,
pero también en el jardín romano,
y esta cosecha nos cernirá en llamas,
el tamiz de la noche desmentida,
cada instante es tanqueta talismánica,
es la tortura de los talismanes,
como palabras de baratería,
como el cohete de ojos de rubí,
matar a Trotsky con pico de hielo,
morir de un beso de Tina Modotti,
sangre y folklore en la revuelta herida,
quisimos ser a un tiempo Acis y Aquiles,
quisimos ser a un tiempo lo que somos
y lo que no seremos, depredar
la gruta sensorial, la rocalla del mundo,
el país de los labios de cristal,
cómo viven los astros en los ojos,
cómo nos ven vivir, como en ellos vivimos,
la última mirada va a lo oscuro
o va al latir azul y zodiacal,
la primera mirada no vio el rostro de Venus,
lo que en Rubén desde el abismo mira,
y el abismo invertido es esta cúpula,
en este cielo cónico de estaño,
es a un tiempo subir a lo alto profundo, y caer, como en J.R.J.,
lo vivido ya no es el talismán,
el talismán es el haber vivido,
el talismán que no descuenta el tiempo,
como aquella pareja de Cranach en la luz de Estocolmo,
quieta y dorada, la luz del Persiles
y la de Noches blancas, la luz honda de estío,
el talismán de las noches de Al-Ándalus,
lo que me dan las hojas de tu cuerpo,
este batir nocturno de las hélices,
el poeta repite al postillón,
si Dick Turpin aguarda en el camino
el camino real es nuestra vida,
el camino real es nuestra muerte,
es una noche sola en los Vergers de Rilke,
con el copero del jardín perdido,
la copa del licor evaporado:
el talismán del tiempo es el presente,
prendido por el verso en alfiler.