Letras

Montero Glez, inquilino de los vientos

18 agosto, 2016 02:00

Montero Glez

Desde que dejó Madrid y bajó a Cádiz, hizo suyo un universo propio y mitológico que coincide con las geografías del Estrecho de Gibraltar. Siempre mantiene una coherencia política y social con el mundo; una suerte de anarquismo amable que vive en comunión con la naturaleza del mar. A pesar de cierta imagen de 'enfant terrible' de las letras, le siguen lloviendo premios desde su 'cercana lejanía'. El último, el Ateneo de Sevilla.

Montero Glez es hijo del viento, o de los Cuatro Cuaminos en otra vida. Es hijo del Levante y del Poniente, como toda aquella zona -'sures' de Cádiz, España, Europa- donde se fue Montero a vivir y a crear. Parte de su existencia viene marcada por el nombre de Camarón de la Isla, pero entendiendo este seguimiento al Gitano Rubio como un mapa creativo donde el flamenco es la verdad y la vida. Donde uno -Camarón- tiraba por la 'alegría'; el otro por el relato breve. Donde uno innovaba en los palos con más solera, el otro hacía lo propio con zonas tan sacrosantas como la literatura de viajes. ("Recién llegado a estas tierras, me dedicaba a respirar la libertad conquistada. Iba y venía con el viento quemador y en mis pensamientos siempre aparecía Camarón venciendo a un gigante, la misma noche en que se midió con Caracol en la Venta de Vargas, San Fernando, Cádiz, Spain"). Montero confirma que nunca llegaría a intercambiar con Monge Cruz más que un saludo de cortesía, tras algún concierto. Vaya cosas. Que en Madrid hay más variedad de impulsos creativos, es cierto; pero cuenta Montero Glez que en su rincón de Cádiz, éstos son menos pero mucho más sinceros. Dirán las crónicas de Montero Glez, de Roberto Montero González, que nació en Madrid en 1965. Y sin embargo nosotros centramos su historia cuando llegó "hasta el Sur para merecer historias" según le recomendaron las venturas de una gitana del Retiro. Así dejó Montero Madrid, y se fue al Sur, "y se asomaba a la noche para ver las luces de la costa marroquina (...)", en ese "tiempo recién comenzado y que poco o nada tiene que ver con el tiempo que marcan los relojes". Sería en tierras gaditanas donde se dio "cuenta de que el Diablo no es sólo recreación artística sino uno de los protagonistas de la Historia, con mayúscula". Así que Montero Glez se fue con su cuaderno de notas a Cádiz, a 'pintarrajearlo' de historias e impresiones. Chiclana, playa de La Barrosa. Allí: entre pescadores y esa gente que cifra la existencia en pasar como pueden el día, las horas, alistados al mal endémico del desempleo. De esos paisajes de mar y salinas nos habló Montero Glez en Huella jonda del Héroe; donde las arenas del Estrecho cantan su mitología hercúlea. Y resultó que Hércules anduvo desde Cádiz a Sevilla, y pasó por Tánger, y Montero Glez cantó todo esto en este libro que vendría ser una cosmogonía de lo que es la provincia de Cádiz. Montero Glez irrumpe en esta sección por varias razones. La primera, por no atenerse a una existencia normal en una capital cualquiera: destinada a los premios literarios que pudieran llegar. Contra lo estipulado, Montero Glez rompió una horma y se bajó a las amplitudes de Cádiz, donde el alma y la pupila se ensanchan. Y no citamos, por sabida, esa intrahistoria 'maldita' de su novela 'maldita'; aquella Sed de champán con su Charolito... tan antihéroe, tan galán y desconfiado. Libros como Manteca colorá vuelven a evocar ese Sur que ha elegido como patria propia, y que siempre, cada dos o tres textos, se transparentan de forma natural, como una forma de entender y de estarse ante el mundo. De todo este cóctel creativo de Montero Glez saldrían obras raras, minoritarias; como destinadas a los puristas (y volvemos al flamenco). Ahí anda aquel relato lorquiano, nocturno, gitano de verde y venta, que fue Pistola y cuchillo. Nadie se ha atrevido a novelar, a ficcionar a Camarón, y Montero lo hizo a partir de una pelea de gallos en la mítica Venta de Vargas. Sus libros obedecen a un existir que también se sale de horma. Si Sed de champán renovaba el Romancero Gitano y lo situaba en un Madrid asfixiante de los 90; con Talco y bronce lleva a extremos líricos todo el universo narrativo del cine quinqui de De La Iglesia y José Antonio de la Loma. Y nadie dice que en este vivir a contranorma no le hayan llovido los premios: el Azorín, el Logroño o, más recientemente, el Ateneo de Sevilla con El carmín y la sangre, donde novela el espionaje desde una de sus zonas predilectas: el Estrecho. Ajeno a los círculos de Madrid (un concepto que se entiende mejor desde fuera de Madrid que desde dentro), Montero Glez interpreta el mundo, corre desnudo por la playa; se baña cuando los oleajes le son propicios. Siempre mantiene una coherencia política y social con el mundo; una suerte de anarquismo amable que vive en comunión con la naturaleza del mar. Así ha saludado la irrupción mediática de Podemos con ¡Al cajón! Crónica de un mítin, interpretando el 'podemismo' al Sur del Sur, según su singular talento, y una beatificación de este movimiento político que sorprende -extrañamente- por el lenguaje y por el fondo histórico que retrata, y al que va y viene para entenderlo. Montero Glez asiste a un mítin de Podemos, analiza desde Errejón al técnico de sonido, con gran prolijidad de imágenes que vencen y superan lo que podríamos denominar el cuestionamiento "meramente político", el prólogo de César Rendueles. El libro, sí, es la crónica de un mítin, pero también un despliegue del 'monterismo' aplicado a su 'periodismo'. De todos los autores que hemos perfilado en esta sección estival, Montero Glez (rapado al cero, mochila de cuero, zurrón de notas) es quien más consciente es de ser más "fuera de horma". Y ya sea desde su variedad expresiva, desde sus adscripciones literarias, desde sus posiciones sociales contra lo corriente o por las propias peripecias vitales. "Ahora que el Diablo traza una línea divisoria al final del otoño, voy y me la salto a la torera con los ojos cerrados. Sé que al otro lado me espera la sonrisa de una mujer que es lo más parecido a la promesa de un verano en una playa desierta. Si doy el salto, lo hago para que el Diablo se sienta orgulloso de mis pecados y me deje entrar en el Infierno". @JesusNJurado

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