Pessoa

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Letras

Pessoa, en España (otra vez) después de muerto

12 junio, 2014 02:00

Se suele creer que Pessoa no llegó a España hasta después de muerto: primero, en los cincuenta, de la mano de Ángel Crespo, y, más tarde, una década después, concretamente, gracias a la célebre antología de Octavio Paz. Pero lo cierto es que un diario onubense, La Provincia, se adelantó a todos ellos cuando en 1923 publicó los primeros poemas ingleses del autor del Libro del desasosiego: un par de plaquettes, de vagos aires ultraístas, que el poeta le había regalado a Adriano del Valle, hoy escritor casi olvidado pero entonces buen amigo de Pessoa. Él fue quien hizo llegar los textos al traductor Rogelio Buendía. Para el profesor Antonio Sáez Delgado, uno de los comisarios de la muestra Fernando Pessoa en España (desde el 13 de junio, en la sede de la Biblioteca Nacional) se trata de unos poemas importantes, pues son "el primer testimonio literario de la relación entre Pessoa y España".

1923 es, así pues, el punto de partida: "Se establece a menudo un paralelismo entre Pessoa y la Generación del 27, porque eran los grandes autores del momento; pero olvidamos, sobre todo porque aquella primera traducción pasó desapercibida, que los verdaderos contemporáneos del poeta portugués son los ultraístas". A partir de esa primera traducción, se teje entre Pessoa y nuestro país una relación compleja, como un amor interrumpido, truncado. A Pessoa le marcó siempre su educación inglesa en África del sur. Y que luego nunca salió de Lisboa ni, por supuesto, visitó España. "Él decía que para viajar solo es necesario estar vivo", recuerda Sáez. Pessoa prefería aquellos viajes de cercanía de los que habla en El libro del desasosiego, esas expediciones, algo místicas, que no precisan en absoluto del viaje físico. Pese a ello, a pesar de estar en el mundo solo a través de su ventana en Campo de Ourique, el poeta escribió mucho de afuera, del provenir de iberia, pero -matiza Sáez Delgado- "con aproximaciones más culturales que políticas". ¿Creía el gran poeta portugués en una Iberia grande y unida? "Él creía, más bien, en una especie de confederación de estados vinculados por unas líneas culturales".

Pessoa deseó para España y Portugal un destino importante, y tenía, al mismo tiempo, una peculiar idea de lo que era y había de ser la nación española. Lo escribió en El Mundo Luis Antonio de Villena, por un libro del portugués recién traducido al español por el propio Sáez Delgado, Iberia. Introducción a un imperialismo futuro (Pre-Textos): "Sin duda Pessoa respiró un fuerte nacionalismo lusitano, pero ello no le impidió pensar que el futuro de Portugal pasaba por Iberia, es decir, por su confederación con España. Pero si Portugal es un país fuertemente unido, España no. Y su principal problema es Cataluña". El poeta portugués comparó, a menudo, Cataluña con La Provenza francesa, de cuya pervivencia en el tiempo, de la de ambas regiones, desconfiaba, al menos si no se mantenían cosidas a sus respectivos estados. Se pregunta Pessoa: "¿Quién sabrá, en la posteridad, salvo sólo por saberlo, que hubo catalán, que hubo provenzal o incluso que hubo holandés o cualquiera de las lenguas escandinavas? Solo sobreviven las lenguas imperiales". O esta otra: "Sólo hay dos naciones en Iberia: España y Portugal. La región que no forma parte de una forma parte de otra. El resto es filología".

Amistades truncadas

Las relaciones de Pessoa con algunos españoles eminentes son, en cierto sentido, como una metáfora de su relación con España. A Unamuno le escribió varias cartas, pero el recio bilbaíno, instalado en otra galaxia estética, ni siquiera se plegó a contestarle. Pessoa, indignado, polemizaría después con el autor de Niebla a cuenta de la centralidad de Castilla. A Gómez de la Serna lo vio una vez, de pasada, en un café, y lo sabemos no por Pessoa, sino por Ramón, que en Pombo escribió, casi a vuelapluma, un fugaz inventario de poetas portugueses con los que un día tertulió en Lisboa. Quizás la mayor correspondencia entre Pessoa y España se diese en los años diez del pasado siglo, cuando el naturalista español Rodríguez Castañé pintó el único retrato hecho en vida del poeta. Y poco más. No tuvo Pessoa grandes amistades aquí, a excepción, quizás, de la mencionada amistad con Del Valle.

Pero España lo resarció de aquel agravio con una extraordinaria acogida póstuma de su obra. "La fuerza de su obra es especialmente grata a los españoles cuando descubren una conciencia tan aguda y cosmopolita, y sus poemas funcionan con extraordinaria fuerza en castellano, si es que no se leen en el portugués original, que tampoco es demasiado difícil para gran número de lectores", se puede leer en el folleto informativo de la muestra. Y algo de eso hay. Sostiene el comisario que esta exposición era necesaria. Que es fascinante cómo la relación de España con Portugal, esa especie de tensión entre cercanía y lejanía, se da de algún modo en vida del poeta. Y que ese manido desinterés de Pessoa por nosotros, sus vecinos, si bien tiene algo de verdad, no es, tampoco, tan cierto como nos parecía.

Qué se puede ver en la exposición

La muestra del BNE trae piezas clave de y sobre Pessoa, como Fernando Pessoa y su creación poética (1955), de Joaquín de Entrambasaguas (1904-1995); Fernando Pessoa (1983), de José Luis García Martín; Libro del desasosiego, de Pessoa; Estudios sobre Pessoa (1984), de Angel Crespo (1926-1995); El texto íntimo: Rilke, Kafka y Pessoa ( 1993), de Fernando Castro Flórez; Lisboa: la ciudad de Fernando Pessoa (2012), de Juan José Vázquez de Avellaneda; Since the desintegration of Spain (carta de 1931 de Pessoa, en la que polemiza con Miguel de Unamuno); el único retrato en vida del poeta, de 1912, obra Adolfo Rodríguez Castañé; Carta astrológica da Segunda República Espanhola ( 1931), de Pessoa; y Poesía, ontología y tragedia en Fernando Pessoa (2012), de Pablo Javier Pérez López.