Image: El héroe discreto

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Letras

El héroe discreto

Mario Vargas Llosa

13 septiembre, 2013 02:00

Mario Vargas Llosa. Foto: Carlos Barajas

Alfaguara. Madrid, 2013. 390 páginas, 19'50 euros

La nueva novela de Mario Vargas Llosa, de título gracianesco, debe situarse en el vasto mundo recreado por el autor, en los espacios que ya se poblaron en otras de sus novelas. El autor aludirá, incluso, a La casa verde (pág. 117), tema de aquella novela de 1965, ganadora del premio Rómulo Gallegos y alguno de sus personajes resonarán como eco de otras, como el sargento Lituma (Lituma en los Andes) o Rigoberto (Los Cuadernos de don Rigoberto). Se trata de una novela autónoma que suma dos historias paralelas y que finalizan fundiéndose. Como en otras ocasiones, utiliza los esquemas de la narrativa popular, principalmente del folletín.

La novela se caracteriza por un profundo realismo, circunscrito en ambientes atractivos por su exotismo y por los resortes que no dudaríamos en calificarlos de costumbristas. Porque, al margen de otros alicientes, Vargas Llosa es un maestro en la creación de ambientes, al trazar historias secundarias que incrementan el interés de las tramas principales, siguiendo un cierto esquema faulkneriano. No sigue con fidelidad el orden temporal: pasa en el diálogo inscrito de una acción a otra sin que el lector se desoriente. A todo ello contribuye un lenguaje de gran riqueza, un español peruano, pleno de matices, sugestivo y eficaz; expresivo cuando utiliza el diálogo.

La historia de Felícito Yanaqué, dueño de la Empresa de Transportes Narihualá se reduce a un intento de chantaje. Vive en el centro de Piura y descubre en la puerta de su domicilio un sobre con un mensaje amenazador. Pero este hombre de origen humilde, nacido en Yapatera, cursó los estudios de primaria en Chulucanas y nunca había llevado zapatos hasta llegar a Piura con su padre, cuya memoria venera. Éste le dejó dicho: "Nunca te dejes pisotear por nadie, hijo. Este consejo es la única herencia que vas a tener" (p. 13). Desde un principio, al recibir la primera amenaza, decide tratar con la policía y de su denuncia nace su relación con el sargento Lituma, y más tarde con el capitán Silva. Pero no dejará tampoco de consultar a la señora Adelaida que posee una tiendecita, a quien conoció en su juventud y tiene "inspiraciones". La historia paralela transcurre en Lima y su protagonista es don Rigoberto, a punto de jubilarse de la compañía de seguros de don Ismael Carrera, rico empresario que ha decidido casarse con su sirvienta, Armida, una chola, contra la voluntad de sus dos hijos gemelos, Miki y Escobita, que son auténticos déspotas. Tras la boda, los recién casados desaparecerán en un viaje a Europa. Rigoberto actuó como testigo y se atraerá su enemistad y una serie de complicaciones jurídicas. A su adolescente hijo Fonchito, de 15 años, se le aparece un personaje, Edilberto Torres, que tan sólo puede ver él, con quien mantiene conversaciones insustanciales, pero que parece saberlo todo del muchacho, preocupado por el fenómeno. Sus padres lo identifican, no sin ironía, con el diablo y el culto Rigoberto lo compara con el del Doctor Faustus, de Thomas Mann. Felícito, aunque casado, tiene como amante a Mabel, quien jugará un papel trascendental en el relato.

Vargas Llosa ha situado a los personajes en el umbral de una acción que va a desarrollarse imaginativamente, aunque sin romper nunca la fórmula del realismo más tradicional, tocado por algunos rasgos de misterio. La trama circula por las historias de los diversos personajes que son descritos con detalle y de los que acabaremos sabiendo todas sus circunstancias personales. En este sentido la narración se desarrolla en un tempo que equivale al transcurrir de un tiempo imaginario dentro de la lógica interna del relato. Los capítulos se cierran con un suspense al que contribuye la esencia policíaca de la acción central. Pero contra la idea de la obra abierta de Eco, las acciones acaban enlazándose y cerrándose como un perfecto puzzle. Nada queda al azar y el final feliz convierte la novela, pese a los avatares a los que ha sometido a los personajes, en un canto de optimismo, donde el novelista actúa como el pequeño dios que ha establecido unas determinadas reglas de juego, del que nunca está exento el sentido del humor.

El capítulo VIII está enteramente dedicado a la conversación que mantiene don Rigoberto con los hijos de su amigo, recomendándoles que se olviden de pleitos y admitan a Armida como su madrastra llegando a algún tipo de acuerdo económico con ella, puesto que Ismael Carrera, al regresar a Lima, tras su viaje a Europa, fallece de un infarto. El paralelismo de las dos historias principales no es equivalente. Los hijos de Felícito, Miguel y Tiburcio, han sido educados de otra forma. Y el gran alivio de su padre es acabar descubriendo que Miguel, blanco, no es hijo suyo. No sería justo desentrañar los núcleos de interés que conforman una trama compleja que llega a superar los esquemas de algunas novelas decimonónicas. Tal vez el personaje más atractivo de la historia es la figura de Mabel. No faltan tampoco elementos eróticos en la apasionada relación matrimonial de Rigoberto. Ello le distingue del matrimonio de Felícito y Gertrudis. El que ésta sea la hermana de Armida no hace sino servir de puente entre ambas historias. Pero el narrador omnisciente convierte cada personaje en un cúmulo de detalles. El relato circula en todas direcciones, ofreciendo el pasado y el presente de cada personaje o introduciendo detalles de la vida cotidiana en Lima o en Piura. Puede oscilar entre el pulpero Lau o el secreto matrimonio de Ismael y Armida.

La nueva novela del incansable premio Nobel no defraudará a sus lectores y a quienes quieran sumárseles. No es exactamente una novela de tesis y está lejos de sus primeras obras. Se trata de una gran broma barroca que intenta demostrar el papel del azar en la vida o las complejidades que puede depararnos el azar.