Image: El talento y la estupidez colectivos

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Letras

El talento y la estupidez colectivos

Adelantamos el prólogo de Las culturas fracasadas. El talento y la estupidez (Anagrama), el nuevo libro del filósofo y escritor José Antonio Marina que sale a la venta este viernes

19 noviembre, 2010 01:00

José Antonio Marina. Foto: Juan Hidalgo.

Este peculiar libro arranca con una fábula protagonizada por hormigas. Los hormigueros son sociedades perfectas, porque cada miembro se sacrifica por la perpetuación del bien común. Pero un día las hormigas se volvieron inteligentes y libres, y esto desbarató su convivencia. «Repetimos alegremente -dice el autor- que nuestra identidad depende de nuestra pertenencia a un pueblo, una reli­gión, una cultura. ¿Qué ocurre si esa cultura se encanalla? ¿Qué sucede si esa sociedad se vuelve estúpida? La cultura resuelve los problemas básicos de la convivencia, uno de los cuales es la relación del individuo con la colectividad. Se han dado múltiples soluciones, que van desde pasar al individuo por la trituradora ideológica y conver­tirlo en masa hasta inocularle el virus tribal o la hiperindividualización narcisista. ¿Cómo liberarse de la presión social sin caer en el autismo ético? Debemos evaluar las culturas, someter a las sociedades a un "test de inteligen­cia". La capacidad creadora de nuestra inteligencia nos mantiene en permanente riesgo, y sólo una poderosa creatividad compartida puede ponernos a salvo.»

PRÓLOGO

El hombre ocasionalmente se tropieza con
la verdad, pero en la mayor parte de las ocasiones
se levanta y sigue su camino.


Winston Churchill

Este libro va a comenzar con una fábula que, como casi todas las fábulas, está protagonizada por animales. En este caso, por hormigas. Los hormigueros son sociedades perfectas, porque cada miembro se sacrifica por el bien común: la perpetuación del hormiguero. Están regidos por una misteriosa inteligencia colectiva que funciona con sorprendente eficacia. Cada hormiga es una estúpida partícula que, sin saber por qué ni para qué, hace lo que tiene que hacer «estupendamente ». Esta relación entre estúpido y estupendo me deja estupefacto. El lenguaje no deja de sorprenderme. Pero un día las hormigas se volvieron inteligentes, reflexivas, autónomas y libres. Se volvieron kantianas, y esto, que debería haber elevado la calidad de vida del hormiguero, desbarató su convivencia. Bergson, que también se ocupó de las hormigas, sacó una conclusión desconsolada: «La inteligencia tiene un poder disolvente.» En efecto, provocó un conflicto irremediable. La hormiga capaz de pensar por sí misma no quiso ya diluirse en el hormiguero. Su inteligencia individual se enfrentó a la inteligencia colectiva. Estableció sus propios fines. Cada hormiga descubrió que lo que era bueno para el hormiguero, tal vez no lo fuera par ella. Y viceversa. Se encontró desgarrada entre la lógica del hormiguero -que dice que vivan para él y mueran por él- y la lógica individual -que recomienda el «sálvese quien pueda»-. La primera generación de hormigas kantianas todavía oyó resonar en su interior la antigua voz del hormiguero, diciéndole que debía respetar la ley colectiva impresa en su interior, pero poco a poco esa voz se debilitó. La razón autónoma de la hormiga se encerró en su argumento. «Si quiero ser libre, no tengo que escuchar la ley del hormiguero sino mi propia ley. Y ésta me dice que no tengo más que una vida, y que no sería racional cambiar mi bien por el bien ajeno, aunque éste sea la salvación de la comunidad.» El ideal de la inteligencia privada es convertirse en un gorrón con éxito.

Las hormigas de la fábula representan a los seres humanos, y la moraleja es una pregunta. ¿Es posible que individuos inteligentes y libres, orgullosos de su autonomía, puedan convivir armoniosamente? La historia nos da respuestas contradictorias, por eso, la idea del progreso de la humanidad ha entrado en crisis. Avanzamos pero con fracasos terribles. El siglo xx fue el más sangriento, pero también el más benéfico de la humanidad. ¿Cómo es posible esta trágica contradicción? Nos acercamos al corazón enigmático de nuestra especie. ¿Por qué las sociedades toman decisiones que llevan a su destrucción? Ésa es la pregunta que se hace Jared Diamond en su obra Colapso. La misma que se había hecho Joseph Tainter en The Collapse of Complex Societies, y que ha sido uno de los temas estrella del Instituto de Santa Fe para el estudio de la complejidad y de los problemas extraños. ¿Cómo es posible que sucediera el horror nazi en una nación culta, desarrollada y refinada? ¿Cómo es posible que Stalin impusiera un régimen de terror, aplaudido por intelectuales europeos sin ceramente demócratas?, se pregunta todo el mundo. ¿Cómo es posible que hubiera una guerra civil en España?, me pregunto yo. ¿Por qué si somos tan inteligentes hacemos tantas estupideces?, se pregunta Robert Sternberg, una de las máximas autoridades mundiales en temas de inteligencia. ¿Por qué se cometen tantos disparates en la toma de decisiones políticas?, se pregunta Barbara Tuchman en The March of Folly? ¿Por qué ese entusiasmo bélico que acomete periódicamente a las masas?, se pregunta Philip Larkin, quien describe en un poema las eufóricas colas para alistarse al comienzo de la Primera Guerra Mundial:

Las coronas de sombreros y el sol
sobre arcaicos bigotudos rostros
que gesticulan divertidos como si todo
fuera una fiesta nacional (bank holiday) de agosto.


Pierre Goubert, en su Initiation à l'histoire de France, dice acerca del dinamismo de la historia: «Lo esencial puede ser económico (los ferrocarriles), epidémico (la peste negra), puramente político (depender de la fantasía de un monarca). Quizá lo más habitual es la guerra (generalmente mal estudiada). Pero también este gran motor que es la estupidez, o su encarnación, la vanidad: la que empujó a Carlos VIII a jugar con Italia; a Colbert y a su amo, con Holanda; a Luis XVI, adulto apenas, a suprimir las notables y últimas reformas de Luis XV; a la Revolución a atacar Europa; a Napoleón a ahogarse en España y en Rusia, y a los Estados Mayores a no comprender prácticamente nada entre 1870 y 1940. ¿Quién se atreverá a un Ensayo sobre la Estupidez como motor de la Historia?» Estas preguntas están en el origen de este libro. Sólo quiero añadir otra, que me parece la más importante: ¿cómo podríamos liberarnos de la estupidez colectiva y llegar a ser sociedades más inteligentes?

Las preguntas nos lanzan a la piscina, pero lo importante es saber nadar, es decir, intentar sobrevivir a ellas contestándolas.