Image: La ciudad de las muertas. La tragedia de Ciudad Juárez

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Letras

La ciudad de las muertas. La tragedia de Ciudad Juárez

Marcos Fernández y Jean-Christophe Rampal

29 mayo, 2008 02:00

Foto: Achivo.

Debate. Barcelona, 2008. 224 páginas, 17’90 euros / Memorias de una infamia. Lydia Cacho. Debate, 2008. 260 pp, 19’90 e.

Ciudad Juárez, situada en el México fronterizo, a unos metros de Texas, arrastra el dramático record de ser la capital mundial del "feminicidio". Desde 1993, más de 450 mujeres han sido asesinadas y otras 500 siguen desaparecidas. Las "muertas de Juárez", centenares de niñas y jóvenes, que fueron violadas y torturadas antes de ser asesinadas, se pierden en expedientes llenos de lagunas y procesos judiciales inciertos, mientras los criminales siguen libres e impunes. Entre la corrupción, la ocultación de pruebas, la indiferencia y el miedo, policías federales, judiciales y municipales llevan quince años sin identificar a los responsables de los homicidios de Ciudad Juárez.

El trabajo realizado por los periodistas franceses Marcos Fernández y Jean-Christophe Rampal persigue, en un reportaje vivo y terrible, algunos de los hilos que arman esta trama irresoluble de la más brutal violencia contra las mujeres. Entrevistas con las familias de las fallecidas, con policías, agentes federales, procuradores, gobernadores, chivos expiatorios y abogados, adensan un misterio con demasiados silencios oficiales.

Uno de los informadores de los periodistas, el abogado Sergio Dante Almaraz, defensor de un presunto asesino (es común la "fabricación de culpables" y las torturas a esos "chivos expiatorios" para que confiesen crímenes que no han cometido) fue abatido por un comando a plena luz del día a unos metros de su bufete. El tiroteo al llamado "don Quijote de Ciudad Juárez", como el asesinato del abogado Mario Escobedo, defensor de otro supuesto culpable, fallecido en la cárcel en extrañas circunstancias, pertenecen a la cadena oscura de crímenes vinculados a cualquier intento de clarificación en Ciudad Juárez.

Por todos estos cenagales discurre la investigación periodística llevada a cabo en La ciudad de las muertas. Se desprenden algunas conclusiones claras. En primer lugar, se trata de asesinatos sociales: todas las víctimas provienen de los barrios humildes y periféricos, colindando con el desierto. Eran camareras, empleadas domésticas, escolares, obreras de las maquiladoras (empresas en su mayoría con capital estadounidense que producen para el mercado de Estados Unidos) cuyas familias no tienen medios para presionar a las autoridades. En segundo lugar, y como afirmaba el abogado también asesinado, Sergio Dante, "las muertas de Juárez son el daño colateral del tráfico de drogas". En declaraciones del subprocurador federal, "muchos de los asesinos son distribuidores de droga, pero como están vinculados al cártel de Juárez, los policías locales frenan en seco la investigación". El poderoso cártel de Ciudad Juárez, junto con los de Sinaloa y Tijuana, son los principales introductores de cocaína en Estados Unidos. Las "narcofosas" donde se han encontrado mujeres ejecutadas por narcotraficantes confirman la relación directa entre las mafias mexicanas y las jóvenes masacradas o desaparecidas. El texto sobre las muertas de Juárez incluye expedientes oficiales, testimonios, listas de víctimas, una cronología, denuncias sobre una web de ayuda fraudulenta, y una pregunta sin respuesta: ¿A quién benefician los crímenes? Cierto que este libro necesario tiene ritmo de thriller, pero no hay aquí un punto final a tanto horror, ni se contemplan con esperanza los trabajos de la nueva procuradora de justicia federal.

Sí, el horror mexicano no parece tener fin, como prueba Lydia Cacho en Memoria de una infamia. En realidad, antes de enfangarse y enfangarnos en los infiernos destinados a aquellas personas que denuncian la pederastia y el tráfico de menores en México, Cacho, periodista comprometida y activista social, ya había destapado una repugnante red de violencia y corrupción en Los demonios del Edén. Las represalias no se hicieron esperar. Denuncias, torturas, amenazas de muerte, detenciones arbitrarias, acusaciones por difamación. ése fue el precio que pagó por haber puesto en la picota, con todo tipo de pruebas y testimonios, al hombre de negocios de origen libanés Succar Kuri, protegido por poderes políticos y empresariales.

Memoria de una infamia es el relato de la continuación de un horror a dos bandas. Por un lado, se trata de la crónica pavorosa de cómo los pederastas con poder ejercen impunemente el abuso sexual reiterado contra víctimas menores. Por otro, Cacho habla en carne propia y narra las consecuencias de denunciar las tramas de los corruptos y señalar con el dedo a quienes los protegen desde la política y los negocios. "Escribo este libro para que no prevalezca, como es usual, la versión de los poderosos, de los que siempre ganan", declara en su introducción.

"México es la nueva Thailandia, ya que tiene un crecimiento espectacular y monstruoso en materia de prostitución, pornografía y trata de personas, con alcances internacionales" escribe la periodista Carmen Aristegui en el prólogo de la versión mexicana de este libro.

Tras las acusaciones de las víctimas y la denuncia internacional de Los demonios de Lydia Cacho quedó probado que Succar Kuri era la cabeza de una red de trata de mujeres, turismo sexual y pederastia que operaba en Veracruz, Baja California, Puebla, Distrito Federal, Chiapas, etc, lo que no impidió toda una serie de ataques y medidas represivas por parte de instancias políticas locales contra Lydia Cacho. Como afirma Rosa Montero en el prólogo de Memorias de una infamia, éste es un libro "devastador que retrata, con la profundidad y el dramatismo de una cuchillada, el despeñadero de la corrupción".