Image: Arafat: la biografía

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Letras

Arafat: la biografía

Tony Walker y Andrew Gowers

13 enero, 2005 01:00

Yaser Arafat, por Gusi Bejer

Trad. Rafael Rodríguez. Jaguar. Madrid, 2004. 511 págs, 29 euros

¿Cómo debemos recordar al recientemente desaparecido Yaser Arafat? ¿Como padre fundador de la nación palestina? ¿O más bien como promotor del terrorismo internacional? Fue ambas cosas y también premio Nobel de la Paz, promotor del diálogo con Israel y saboteador de ese mismo diálogo, combatiente heroico y político corrupto.

No es fácil pues analizar su trayectoria con ponderación, pero en Arafat: la biografía Walker y Gowers lo han conseguido. Periodistas de larga experiencia, sobre todo en el Financial Times, los autores han tenido ocasión, a lo largo de los años, de entrevistar a numerosos testigos destacados -palestinos, israelíes, estadounidenses- de los hechos que narran. Y a través de la trayectoria política de Arafat, una figura un tanto enigmática de cuya vida privada poco se sabe, ofrecen una versión a la vez documentada y muy legible de la compleja historia del movimiento palestino, desde el ya lejano año de 1958 en el que un grupo de jovenes palestinos fundaron en Kuwait Al Fatah. Lamentablemente la traducción no refleja el estilo ágil del original y cae en algunos casos en defectos graves. Alguno de ellos tiene cierta gracia, como cuando inventa el término "guerra de atrición" para referirse a lo que normalmente se traduce como guerra de desgaste (pág. 472), pero en otros casos resultan irritantes, como cuando confunde a Arafat con el israelí Barak (pág. 453). La política del Próximo Oriente es suficientemente complicada como para encontrarse además con despistes semejantes.

Desde sus años de estudiante en El Cairo, Arafat destacó por su energía de carácter y por su hiperactividad. Su optimismo se hizo legendario y sin él difícilmente pudiera haber segudio adelante en su lucha, pero en muchas ocasiones le llevaba a confundir deseos y realidades. Sus estallidos de cólera se hicieron también famosos, al igual que su tendencia a decidir por sí mismo, sin tener en cuenta los acuerdos colecti- vos. Escasamente interesado por las ideologías políticas, logró muy pronto el apoyo de patrocinadores muy diversos, de modo que podía comprar armas a la China maoísta con dinero recibido de Arabia Saudí. Y su control de las cuantiosas subvenciones que durante décadas recibieron la Organización para la Liberación de Palestina en su conjunto y su propio grupo Al Fatah en particular, fue siempre muy personal. Tanto es así que cuando, en abril de 1992, se le creyó desaparecido en un accidente de aviación, una de las preocupaciones de los funcionarios de la OLP fue si alguien sabría en qué cuentas guardaba Arafat los millones de la organización.

Al Fatah tuvo desde el inicio una vocación guerrillera, que cobró importancia tras la derrota árabe en la guerra de 1967. Para atacar a Israel operó inicialmente desde bases en Jordania y luego desde bases en Libia, pero la presencia de las milicias palestinas terminó por provocar conflictos en ambos países, de manera que la olp ha sufrido alguno de sus peores reveses a manos de fuerzas árabes. El primero de esos episodios, la intervención del ejército jordano contra las bases de la olp en septiembre de 1970, dio lugar a la fase más oscura en la historia de la organización, aquella en la que recurrió a acciones de terrorismo internacional, como el ataque del que fueron víctimas los atletas israelíes en la Olimpiada de Munich.

La renuncia a ese tipo de terrorismo se tradujo en un rápido ascenso en la respetabilidad internacional de Arafat, quien en 1974, dos años después de Munich, pudo pronunciar un discurso ante la Asamblea General de la onu. Diversos grupos palestinos, algunos enemigos de Arafat y otros próximos a él, han seguido sin embargo recurriendo al terrorismo hasta hoy, mientras que Israel ha respondido mediante el asesinato de numerosos dirigentes y militantes palestinos, algunos muy próximos a Arafat, como su viejo amigo y colaborador Kalil al Wazir, tiroteado en Túnez en 1988. Pero lo que hace más terrible la historia es que ciertos militantes de la olp han sido asesinados por palestinos de otras facciones y en ciertos casos, al parecer, por instigación de los gobiernos de Siria o de Iraq. La peor atrocidad fue la matanza de hombres, mujeres y niños palestinos en los campos libaneses de Sabra y Chatila, perpetrada en 1982 por milicianos árabes cristianos, en el contexto de la ocupación israelí del sur del Líbano.

A partir de 1993 el viejo combatiente supo asumir un proceso de negociación con Israel, el llamado proceso de Oslo, que condujo al estable-cimiento de la Autoridad Nacional Palestina en los territorios ocupados y que quizá lleve algún día al establecimiento de un Estado palestino en paz con Israel. En dicho proceso Arafat ha cometido dos grandes errores, a juicio de Walker y Gowers y de otros muchos analistas. El primero ha sido permitir que el gobierno autónomo palestino degenerara muy pronto en un clima de autoritarismo, corrupción e ineficacia. Y el segundo el haber rechazado, en las negociaciones de Camp David del año 2000, el acuerdo final que gracias a la intrensa mediación de Clinton parecía dispuesto a aceptar Ehud Barak. Tras ello vinieron la segunda Intifada, el masivo recurso palestino a los atentados suicidas dirigidos contra la población civil, con la destacada participación de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, ligadas a Al Fatah, y las duras represalias del gobierno Sharon.

Arafat ha pasado sus últimos años sitiado por los israelíes en su cuartel general de Ramala. El gran impulsor de la nación palestina no ha logrado ver su sueño de un Estado palestino, que difícilmente podrá lograrse si no se ofrecen sólidas garantías de seguridad a Israel. Sus sucesores quizá sean capaces de lograrlo.


La duplicidad como método
"Cuando sólo tengo dos opciones, no puedo dormir porque necesito una tercera". Esta frase que a menudo se atribuye a Arafat quizá no la haya pronunciado él nunca, pero proporciona una de las claves de su carácter. Quienes le han tratado destacan su duplicidad, su tendencia a decir cosas distintas a sus distintos interlocutores. Un rasgo de carácter que quizá le haya sido útil para dirigir un movimiento nacional palestino integrado por múltiples facciones a menudo enfrentadas ante sí, para mantenerse a flote en el proceloso mar de la política árabe y para enfrentarse a un enemigo tan sólido como Israel, pero que en definitiva ha ido minando su credibilidad.

Walker y Gowers narran diversos episodios en los que parece como si Arafat sintiera la necesidad de garantizarse una vía de salida frente a cualquier compromiso que acabara de asumir. Así ocurrió en mayo de 1994 cuando, tras una noche agotadora de negociaciones con israelíes y estadounidenses en el despacho del presidente egipcio Mubarak, del que salió el acuerdo llamado Oslo II, Arafat pretendió en pleno acto solemne de la firma repudiar los mapas que acababa de aceptar, hasta que un indignado Mubarak le obligó a ceder. Ese acuerdo le abrió el camino de regreso a Palestina, pero antes de efectuarlo tuvo tiempo de pronunciar en una mezquita sudafricana un discurso, en árabe, en el que apeló a la guerra santa para reconquistar Jerusalén. Siempre dispuesto a cambiar de aliados, a preparar la paz en plena guerra y la guerra cuando negociaba la paz, Arafat tendía a caer en un maquiavelismo que a Maquiavelo le hubiera parecido excesivo.


La vida del "rais"
Yasir Arafat nació en El Cairo el 24 de agosto de 1929, aunque presumía de haber nacido en Jerusalén.
En 1956 se graduó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de El Cairo.
Mientras trabajaba en Kuwait, creó en 1957 el movimiento Al Fatah ("Victoria" o "Conquista").
Tras ser expulsados de Jordania, los palestinos optaron por el terrorismo. Arafat dividió a sus 250.000 milicianos en dos grupos, los fedayines, encargados de la lucha en territorio palestino, y Septiembre Negro, responsable del asesinato de 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de 1972.
En noviembre de 1974 Arafat se dirigió al pleno de la Asamblea de la onu: "Vengo con el fusil del combatiente de la libertad en una mano y la rama de olivo en la otra. No dejen que la rama de olivo caiga de mi mano". Nueve días más tarde, la onu reconoció los derechos del pueblo palestino a la independencia y la soberanía nacionales.
En diciembre de 1987 estalló la primera gran rebelión popular palestina en Cisjordania y lGaza, la "Intifada", que desbordó a la propia olp .
Durante la Guerra del Golfo de 1991, mostró su apoyo a Sadam Husein.
Israel se retiró de Gaza en mayo del 94, y Arafat fue recibido por una multitud al regresar como presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Ese año recibió el Nobel de la Paz (con Rabin y Simon Peres) y el Príncipe de Asturias de la Concordia.
Tras una oleada de ataques suicidas palestinos, el Ejército israelí sitió en diciembre de 2001 las oficinas de Arafat (la Mukata) en Ramala (Cisjordania).
Enfermo, Arafat sólo salió de la Mukata el 29 de octubre de 2004, en dirección a París, con escala en Amán, para ser ingresado en un hospital militar. Falleció el 11 de noviembre.