'El entusiasmo', de Pablo Remón en el CDN. Foto: Geraldine Leloutre.

'El entusiasmo', de Pablo Remón en el CDN. Foto: Geraldine Leloutre.

Teatro Lo mejor de 2025

El teatro de 2025: el 'boom' de las obras discursivas, grandes montajes y fiebre por las adaptaciones literarias

Este año comenzó con buenos títulos y ambiciosos montajes pero la cartelera empezó a resultar demasiado previsible, con clásicos revisitados y moderneces inanes.

Más información:Las diez mejores obras de teatro en 2025: una búsqueda de la esencia y la emoción

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Es imposible abarcar todos los estrenos y reposiciones de obras que anualmente tienen lugar en Madrid, en torno a 300 si contemplamos todos los géneros teatrales.

Así que resulta inevitable pecar de parcialidad en este balance sobre la cartelera de 2025, más todavía cuando nos circunscribimos al teatro cómico, dramático y clásico y algunas de sus variantes.

Lo que sigue es una mirada orientativa a la deriva artística y política de los grandes teatros madrileños que exhiben estos géneros y que mayormente son de titularidad pública.

El año 2025 comenzó con buenos títulos y ambiciosos montajes como el de Historia de una escalera, dirigido por Helena Pimenta con 17 actores sensacionales; Los nuestros, de Lucía Carballal, autora que tiene la virtud de no repetirse; Travy, fabulosa exhibición clown de Oriol Pla y familia; y American Buffalo, la obra que dio a conocer a David Mamet en los 70.

Sin embargo, llegó un momento en que la cartelera empezó a resultar demasiado previsible, con clásicos revisitados y moderneces inanes.

La apuesta por el teatro de repertorio de los teatros del ayuntamiento (Español y Fernán-Gómez) y la Comunidad de Madrid (Teatros del Canal), ambos gobernados por el PP, se concentra en autores españoles y extranjeros del siglo XIX y XX (Valle-Inclán, Arniches, Tennessee Williams, Cervantes, Fermín Cabal, Benavente…).

El teatro experimental y de nueva creación se ha recluido sobre todo en el Centro Dramático Nacional, La Abadía y Nave 10 del Matadero, sin que nos hayan brindado títulos reveladores (salvo el citado Travy, estrenado en Barcelona en 2018), caracterizados algunos por una narratividad excesiva (Orlando, El entusiasmo, Francisco Ferrer ¡Viva la escuela moderna!, Todos pájaros).

En las antípodas de este teatro discursivo se sitúa la obra del año seleccionada por El Cultural, Esencia, escrita en 2012 por el dramaturgo Ignacio García May y estrenada el pasado mes de octubre en el Teatro Español.

Construida como un diálogo entre dos personajes, la obra nos lleva por vericuetos metafísicos sobre cómo se escribe la historia y otros asuntos que resultarán incendiarios para mentes alimentadas por la papilla mediática y el discurso dominante.

Y todo ello servido mediante un engrasado mecanismo dramático que te atrapa de principio a fin a través de una intrigante historia, con un subtexto finamente dosificado y guiños que apelan al espectador.

Que Juan Echanove y Joaquín Climent la protagonizaran logrando un gran espectáculo terminó de confirmar la solidez de la obra.

Pero vuelvo a la tendencia de piezas discursivas, el fenómeno también es patente en las adaptaciones teatrales de textos narrativos que este año se han extendido como la pólvora.

El teatro de nueva creación se ha recluido en el CDN, La Abadía y Nave 10, con títulos caracterizados por una narratividad excesiva

De Carmen Martín Gaite (Caperucita en Manhattan, El cuarto de atrás) a Carmen Kurtz (El desconocido), Martín-Santos (Tiempo de silencio), Josefina Aldecoa (Historia de una maestra), Octavio Paz (Los amores feroces), o Jacobo Bergareche (Los días perfectos), la lista de novelas y ensayos escenificadas es larga.

¿A qué se debe tanta adaptación literaria en nuestros escenarios? Ignacio del Moral, autor, guionista y presidente de la Asociación de Autoras y Autores de Teatro (AAAT), responde: “Tengo la sensación de que el teatro más actual ha roto las reglas aristotélicas y sigue un camino parecido al de la abstracción en el arte pictórico, cuando rompió con la figuración.
Sin embargo, no podemos ignorar que el público tiene querencia por las historias, que demanda los viejos conflictos con personajes que viven experiencias y tienen emociones. A veces es más fácil encontrar eso adaptando una novela, que te reconcilia con el espectador, que encargar una obra a un autor dramático de nuestros días”.

Si este fuera el remedio a las necesidades de ficción de los teatros, ¿no estarían entonces en un serio aprieto muchos de nuestros autores de teatro, sobre todo los que optan por la narratividad en sus obras?