Image: Fringe, la hora de los exploradores escénicos

Image: Fringe, la hora de los exploradores escénicos

Teatro

Fringe, la hora de los exploradores escénicos

4 julio, 2014 02:00

Los corderos durante el espectáculo Ultrainocencia

La III edición del Festival Fringe Madrid arranca en Matadero con un aluvión de propuestas mestizas y rompedoras que fusionan diversas artes escénicas: teatro, danza, performance... Tejados, oficinas y pasillos serán los escenarios para las 60 piezas que integran la programación oficial. Este año, además, refuerza su carácter internacional y su factoría de creación de nuevos montajes.

El Fringe, tras la desaparición de Escena Contemporánea, ha reforzado su relevancia dentro del escaparate escénico madrileño. Las apuestas más rompedoras, las que repelen las etiquetas convencionales, tienen en este festival su gran oportunidad. Si no existiera, de hecho, habría que reinventarlo de nuevo para que todo ese catálogo de heterodoxas dramaturgias no quedara arrinconado en su cubículos de origen.

Este año alcanza su tercera edición. Nació mirando a Edimburgo y Aviñón, en su día mecas del teatro alumbrado en los márgenes de lo institucional. Cuenta con 160.000 euros de presupuesto aportados por la empresa pública Madrid Destino. Marión Betriu es la responsable de confeccionar su programación oficial, en la que concurren 60 montajes, seleccionados de entre las 555 candidaturas presentadas en una convocatoria abierta a compañías de todo el mundo. De México, por ejemplo, llegó un aluvión de propuestas: más de 70, dato que evidencia el agitado pulso de sus tablas. También habrá representación belga, inglesa, noruega e incluso iraquí. Esa vocación internacional, acrecentada esta edición, se confirma también por la presencia de una nutrida presencia de ojeadores internacionales: del Festival de Almada en Portugal, del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, del Varna Summer de Bulgaria, del Teatro Solis de Montevideo, del Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes de México... Su paso por Madrid eleva todavía más el interés de muchas formaciones por hacerse un hueco en las naves de Matadero, que acoge el Fringe desde la pasada edición (la primera se celebró en el Conde Duque).

El festival asegura también un colchón económico para cada compañía. No cobran caché pero la fórmula escogida intenta respaldarlas lo máximo posible. "El 90% de la taquilla es para ellas. Y les garantizamos 600 euros como mínimo, independientemente de lo recaudado", explica Betriu a El Cultural. Las producciones tienen también la ventaja de contar con los medios y los profesionales técnicos de Matadero, con lo que sus costes se ven notablemente reducidos. Requisito indispensable es que no se hayan visto en Madrid antes y en casi todas se experimentan con alquimias de diversas disciplinas: el teatro de texto, la performance, la danza, el circo...

Nuestro teatro bastardo pretende liberarse de la tiranía de la palabra", advierte David Climent, fundador de la comapñia Los corderos.

Ese carácter mestizo es una de las señas identitarias de la filosofía Fringe. Otra fundamental es la ubicación de los escenarios: pasillos, tejados, bambalinas, estructuras publicitarias, oficinas... "Desde luego, el Matadero es un filón a la hora de buscar nuevos espacios. Nuestra intención es que autores, directores y actores no se encorseten dentro de las referencias espaciales clásicas. Así abrimos la experiencia escénica a nuevas sensaciones, tanto para ellos como para el público", señala Betriu.

Tras la sombra de walser

Lo cierto es que el público no parará quieto. Quien vaya al Fringe que se olvide de aposentarse en una butaca de patio. En Cuatro confesiones, dirigida por Bárbara Santa-Cruz, los espectadores tomarán asiento dentro de confesionarios, desde donde escucharán a los pecadores contritos delineados por Juan Cavestany, Borja Cobeaga, Víctor García León... Podría decirse que son espectáculos a título individual (2'5 euros la entrada). Arsènic Creació, por su parte, pondrá en escena una peculiar versión itinerante de La noche justo antes de los bosques, de Koltès. Y en El paseo de Robert Walser, de Marc Caellas, un actor metido en la piel del escritor suizo recorre el barrio de Usera entablando conversación con camareros, libreros y metiéndose hasta en el comedor de algunos vecinos...

Otra de estas representaciones, englobadas bajo la expresión anglosajona site-specific, es la que ha urdido el dramaturgo José Manuel Mora. Bajo el título Parking Matadero, se escenificarán cinco historias en cinco coches. Los textos serán escogidos al término de un taller de escritura teatral comandado por el propio Mora, que este año comisaría un amplio programa de talleres. "La idea es que el festival se vaya convirtiendo en una cocina de montajes", advierte Mora, fundador del centro de creación Draftinn.

El novelista Juan Francisco Ferré estará al frente de otro que le dará forma teatral a un entremés contenido en su novela Karnaval. "Es un pasaje en el que diversas celebridades, desde Obama hasta Lady Gaga, comentan el escándalo sexual de Strauss-Khan. Los participantes tienen que escribir una pieza teatral a partir de ese material tan sugestivo. La ganadora se representará en la próxima edición del Fringe", explica Mora.

El autor Ignacio García May, además, desarrollará unas jornadas sobre crítica teatral, con el ánimo de afinar (y afilar) el juicio de los espectadores. La compañía mexicana Vaca 35, triunfadora el año pasado, y Peeping Tom, una institución en el territorio de la danza internacional, también impartirán su magisterio en Matadero. Al igual que Los corderos (David Climent y Pablo Molinero), que llevan desde 2003 cultivando "el teatro bastardo", una propuesta que se ensambla a la perfección con la vocación estética del Fringe. En su manifiesto fundacional enuncian que su lenguaje escénico pretende liberarse de "la dictadura de la palabra". Y añaden: "De la palabra nos atrae su habilidad para doblegar la realidad más que su capacidad descriptiva, pero nos interesa aún más el cuerpo que habita y da vida a esa palabra, y sobre todo las infinitas posibilidades de combinar esas dos premisas, cuerpo y palabra". Aunque Climent reconoce a El Cultural el escepticismo con que miran todo manifiesto: "No nos los tomamos demasiado en serio, ni siquiera el nuestro".

Aparte de con su taller, Los corderos estarán en el Fringe con su última ¿obra? En Ultrainocencia, a través de dos exploradores con textura de espectros, intentan dar una nueva respuesta a una vieja pregunta: la del sentido del arte en una sociedad a la deriva. En realidad, a su manera, cada espectáculo del festival intenta despejar esa incógnita. La ecuación está servida en Matadero.