Image: Viaje de El principito al planeta senectud

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Teatro

Viaje de El principito al planeta senectud

19 octubre, 2012 02:00

José Luis Gómez e Inma Nieto en un ensayo de El principito. Foto: Raúl de la Cruz.

El director Roberto Ciulli hace del joven errabundo de 'El principito', de Saint-Exupéry, un hombre que encara la muerte. Será José Luis Gómez quien asuma el reto, este miércoles, en La Abadía.

Antoine de Saint-Exupéry formuló en El principito una enmienda a la totalidad a la vida de los adultos. Crecer y cumplir años, por lo general, supone pasar del idealismo al pragmatismo. Un tránsito en el que se pierde la pureza de la mirada y de muchas emociones. Roberto Ciulli (Milán, 1934), fundador del emblemático Theater an der Ruhr en 1980 e incansable investigador escénico, ha intentado darle un giro de 180° a la obra. En su versión teatral, el protagonista no es un imberbe príncipe sino un hombre ya instalado en la senectud, encarnado en este caso nada menos que por José Luis Gómez. Es la primera vez que ambos trabajan juntos, pero se conocen de antiguo: de los tiempos en los que el director del Teatro de La Abadía cursaba estudios en el Instituto de Arte Dramático de Westfalia (Bochum), en los años sesenta.

"El cuento es la metáfora de una despedida, de la única definitiva: la muerte. Un hombre mayor se encuentra mucho más cerca de ella que un niño, y por eso decidí introducir este cambio tan llamativo". Así explica el director italogermano a El Cultural su novedoso enfoque. El montaje, en el que Gómez comparte las tablas con la actriz Inma Nieto ("una suerte trabajar a su lado"), resurge de este modo como una reflexión sobre la muerte, "porque ella siempre estuvo sobre la espalda de Saint-Exupéry, acechándole". Eso sí, sin dramatismo ni pasajes lúgubres. "Para él siempre fue el tema más importante, pero lo valioso es que lo abordó sin miedo. Yo he hecho una adaptación luminosa. No hay un final tan triste, y lo que me gustaría es que la gente saliera del teatro sin ese temor a la única despedida verdadera que un hombre afronta en la vida".

La adaptación de Ciulli, que ya representó el año pasado en La Abadía su célebre montaje de Kaspar de Peter Handke, adquiere un tono lúdico también porque está enmarcada en el género clown. Algo que cae por su propio peso en su opinión: "Todos somos clowns, es una predisposición que está incrustada en todos los hombres. Podemos ser clowns rojos, que representan la rebeldía, o blancos, que simbolizan la autoridad. Los vamos alternando, dependiendo de la situación". Él no es una excepción. Aunque seguramente ha vivido mucho más tiempo dentro de la piel del primer tipo. A través de su compañía promueve un teatro que no elude ofrecer sus propios retratos de los conflictos contemporáneos. De hecho, su principito puede verse asimismo como "un homenaje a todos los inmigrantes y exiliados que se sienten extraños en nuestro planeta".