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Había que tener en cuenta a Diego Carrasco (Jerez de la Frontera, 1954) en el ámbito de la música en general y no encasillarlo exclusivamente en el flamenco, aunque sea la cultura que recibió de forma natural a través de la familia y su lenguaje básico se apoye en dicho genero -versión gitana- de una manera rotunda. Heredero de un suntuoso patrimonio, aún vivo en el jerezano barrio de Santiago, asumió un legado de tradición antigua que ha ido amoldando a sus características de voz y a su técnica guitarrística, en la mayoría de los casos puramente funcional y de acompañamiento.

Pero Carrasco es un mago del juego rítmico, un malabarista de la insólita orgía sonora que a lo largo de su ya amplia discografía ha ido desarticulando las estructuras clásicas hasta fraguar su personal universo expresivo. Maestro del encantamiento, transgresor y con un audaz despliegue imaginativo, ha hecho de la bulería un estilo originalísimo, gracias a su creatividad y a su talento como compositor.