Image: Giuseppe Di Stefano

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Discos

Giuseppe Di Stefano

Adiós al tenor italiano, mito de la edad dorada de la ópera

13 marzo, 2008 01:00

Di Stefano en la portada del album The Portrait (Membran)

áureo, cálido, mediterráneo, vigoroso y terso. Estas son algunas cualidades del trabajo que Giuseppe Di Stefano era capaz de alcanzar con su voz, inseparable ya de la de Maria Callas. El Cultural rinde homenaje al tenor italiano desaparecido analizando su técnica y sus mejores interpretaciones.

Ha muerto Pippo. Sin cumplir todavía 20 años, estudiaba canto en Milán, gracias al sacrificio de su familia, con el barítono Luigi Montesanto. Aquella privilegiada garganta, venida al mundo en la localidad catanesa de Motta Santa Anastasia el 24 de julio de 1921, merecía todo el esfuerzo. Durante la guerra aprovechó para cantar en night clubs y salas de fiesta con el seudónimo de Nino Florio. Desertó tras la muerte de Mussolini e ingresó en un campo de refugiados cercano a Lausana. La Radio local le abrió sus micrófonos y allí, con el mecenazgo de una pintora millonaria, se dio a conocer.

Aquel diamante vocal era de un valor extraordinario, como se había podido apreciar en óperas como Elixir de amor o La cambiale de matrimonio. El debut oficial de Giuseppe Di Stefano, el 20 de abril de 1946, se produjo en el Municipal de Reggio Emilia en el papel de Des Grieux de la Manon de Massenet; un cometido que delimitaba adecuadamente sus características vocales, las de un lírico-ligero de notable extensión, aérea emisión y homogéneo colorido, capaz de sfumare, smorzare y portare como los mejores maestros del pasado.

Una vibración generosa
La zona aguda estaba preservada gracias a un apoyo claro y preciso, a una vibración del aliento franca y generosa, sin intervención de la gola. La columna de aire, aquélla que impulsa la fricción de las cuerdas vocales, tenía la direccionalidad idónea y no se producía por tanto en la fabricación del sonido ningún cambio de posición, ningún mecanismo de ayuda, ningún giro a la hora de realizar la proyección hacia los resonadores superiores. Para entendernos: no parecía existir en Di Stefano -otra cosa es que, verdaderamente, no existiera- el llamado pasaje de registro. Algo que ha caracterizado a muy pocos tenores. De los más conocidos en las últimas décadas, el Kraus más joven, Wunderlich y, hoy, Flórez. El instrumento era áureo, cálido, mediterráneo, vigoroso dentro de su suavidad y su tersa constitución. Ideal, en efecto, para Des Grieux, para Elvino, Nemorino, Nadir, Ernesto o para partes de mayor enjundia, pero siempre muy líricas, como Fausto, Werther, Edgardo o, incluso, Alfredo de Traviata y Rodolfo de Bohème. Su primera aparición internacional fue a fines de 1946 en el Liceo de Barcelona en esa parte emblemática de Des Grieux. En pocos meses, el tenor ascendió a las alturas: Londres, Nueva York, toda Hispanoamérica, Río de Janeiro y México sobre todo. En el Bellas Artes de esta capital se produjo su encuentro con Maria Callas, que con él formaría un binomio famosísimo. A medida que avanzaba la década, su temperamento y su emotividad a flor de piel le hicieron plantearse la encarnación de partes de mayor peso dramático, papeles en algún caso di forza: Turiddu, Canio, Loris, Chénier, Riccardo, Alvaro, Radamés, Des Grieux (Manon Lescaut), Cavaradossi, Dick Johnson…

Su organización fonadora comenzó a resentirse y, sin cumplir la cuarentena, estaba ya casi para el arrastre. La voz se tornaba opaca, desigual, engolada, esforzada. El talento artístico permanecía pero el instrumento no era ni su sombra. Aún así siguió cantando todavía hasta los setenta. Lo narrado hasta aquí nos debe informar de que las mejores grabaciones de Di Stefano, el simpático Pippo, son las que se remontan a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta.

Grabaciones históricas
Los que podríamos denominar sus siete u ocho años dorados son, por tanto, los que hay que buscar en los Cds que hoy están en el mercado. En primer lugar, un álbum de cuatro discos editado por el sello italiano Fono Enterprise, La voce d'oro, que recoge registros, la mayoría en vivo, de los años 1945 a 1952. La eventual mala calidad sonora no debe impedir la adquisición. Bongiovanni, de Bolonia, tiene asimismo varios compactos de esas primeras escaramuzas, lo mismo que Myto o el sello Cantabile.

Lo último que ha aparecido es prácticamente de ahora mismo: una recopilación en cuatro Cds de las mejores cosas grabadas en estudio en la primera mitad de los cincuenta, muchas con Callas. Hay un testimonio de 1974, de Carmen, que revela los estragos del tiempo en ambos. La mayoría son fragmentos de integrales operísticas lanzadas en su tiempo por EMI. En España es Cat Music quien distribuye esta publicación de Membran.