La portada del álbum 'Demon Days'.

La portada del álbum 'Demon Days'.

Música

Gorillaz celebra 25 años en Madrid: un viaje entre la realidad y la animación

Damon Albarn y Jamie Hewlett traen a la Universidad Autónoma un universo donde la música se mezcla con animación en la única cita de la banda fuera del Reino Unido.

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Madrid se prepara para recibir a unos viejos conocidos que, en realidad, nunca han estado del todo presentes. Gorillaz, la banda virtual que nació como un experimento de Damon Albarn y Jamie Hewlett y terminó convertida en fenómeno global, aterrizará este sábado, 20 de septiembre, en la Universidad Autónoma de Madrid como cabeza de cartel del Pulse of Gaia Festival.

Es la única cita de Gorillaz fuera del Reino Unido este año, un guiño a España en plena celebración de su 25 aniversario. La expectación es lógica: un grupo que mezcla música, animación y relato visual como pocos, en un festival que promete no solo sonidos, sino experiencias inmersivas y conciencia ambiental.

El recinto elegido, entre Fuencarral y El Pardo, tendrá poco de campus universitario ese día. A partir de las seis de la tarde, las puertas se abrirán para un maratón musical que se prolongará hasta entrada la madrugada. El rango de precios, entre setenta y ciento cincuenta euros, ha situado el concierto como uno de los más codiciados del final del verano, con entradas VIP que incluyen accesos preferentes y zonas especiales.

Madrid se convertirá así en el epicentro europeo de una cita que combina música con diseño escénico, instalaciones y un discurso estético ligado a la naturaleza y al planeta. La apuesta del Pulse of Gaia es esa: un festival no como acumulación de nombres, sino como experiencia sensorial completa. Que Gorillaz sea el rostro visible de esa filosofía no resulta casual.

Hablar de una paradoja. En 1998, cuando Damon Albarn todavía era reconocido sobre todo como el vocalista de Blur, decidió junto a Hewlett inventar una banda que no existía. Cuatro personajes animados —2-D, Noodle, Murdoc Niccals y Russel Hobbs— tomaron vida en videoclips, carteles, portadas, entrevistas ficticias.

Gorillaz. Foto: Parlophone

Gorillaz. Foto: Parlophone

La música, claro, era Albarn, acompañado por una constelación cambiante de colaboradores. El éxito fue inmediato: el debut homónimo en 2001 dio himnos como Clint Eastwood y 19-2000, canciones que parecían salidas de un videojuego, con bases dub, rap invitado y estribillos pegajosos. Nadie entendía del todo qué era aquello, pero todo el mundo tarareaba.

Luego llegó Demon Days en 2005, quizá su cima artística. Con Feel Good Inc. conquistaron las radios, y con DARE demostraron que podían ser juguetones, electrónicos, bailables. Más tarde se atrevieron con Plastic Beach (2010), un álbum coral con invitados como Lou Reed o Snoop Dogg, que hablaba ya de contaminación y desechos marinos antes de que la conciencia ecológica se pusiera de moda.

La trayectoria se completa con The Fall, grabado en plena gira con un iPad; Humanz, un regreso político en 2017; The Now Now en 2018, más íntimo; y Cracker Island en 2023, cargado de colaboraciones con Thundercat, Tame Impala, Bad Bunny, Beck y Stevie Nicks. La discografía de Gorillaz funciona como diario sonoro de un Albarn que nunca se ha conformado con un solo registro.

Ese es, quizá, el hilo conductor de su carrera. Damon Albarn ha sido siempre un inquieto. Hijo del britpop con Blur, rival de Oasis en la batalla mediática de los noventa, pronto dejó claro que no iba a encasillarse en himnos generacionales. El proyecto Gorillaz fue su vía de escape, un laboratorio donde podía mezclar géneros sin prejuicios: hip hop, electrónica, world music, rock alternativo, reggae, todo cabe en el ecosistema animado de 2-D y compañía.

Albarn se refugió detrás de sus personajes ficticios y, paradójicamente, logró ser más libre y más reconocible que nunca. Hoy, con 57 años, sigue subiendo al escenario con la misma energía de hace décadas, aunque la voz se haya vuelto más grave y la mirada más melancólica.

Lo curioso es que Gorillaz, siendo una banda que no existe en carne y hueso, se ha consolidado como una de las formaciones más influyentes de este siglo. Sus videoclips, diseñados por Hewlett, han marcado estilo visual; sus conciertos, con pantallas gigantes y animaciones interactivas, redefinieron lo que significa un show en vivo; su universo narrativo ha permitido que el grupo sobreviva a cambios de época sin perder vigencia.

El concierto de Madrid promete repasar todo ese recorrido. No faltarán los clásicos —Clint Eastwood, Feel Good Inc., DARE, On Melancholy Hill— junto a piezas recientes de Cracker Island. El festival ha insinuado que habrá sorpresas, y con Gorillaz eso suele significar invitados inesperados. No sería raro que algún colaborador español suba al escenario, o que se estrenen temas nuevos de cara a un futuro disco.

Lo que está asegurado es el despliegue visual: pantallas, proyecciones, escenografía diseñada con precisión, esa mezcla de lo real y lo animado que convierte a cada concierto en un híbrido de cine y música.