Jeff Buckley solo necesitó un álbum para pasar a la historia del rock. Y de alguna manera, siempre resulta difícil hablar de él sin llegar a emocionarse porque la figura más talentosa y prometedora de los 90 acabó pasando por nuestras vidas como una resplandeciente estrella fugaz que se esfumó justo cuando las puertas del reconocimiento se abrían de par en par.
Una historia realmente conmovedora que comenzó principalmente gracias a Grace (Columbia Records), un legendario disco de debut publicado en 1994, que provocó un asombro instantáneo entre la crítica y los melómanos más exigentes debido al extraordinario talento artístico desplegado a lo largo de las fascinantes 10 canciones que lo componen.
Un viaje musical repleto de preciosismo e intensidad firmado por un músico nacido en Los Angeles con un descomunal talento que, a su vez, era hijo de Tim Buckley, otro cantautor vanguardista que también se fue demasiado pronto de este mundo (a los 28 años) por culpa de una accidental sobredosis de heroína a mediados de la década de los 70.
Y es que escuchar a Jeff siempre tiene algo de experiencia religiosa debido a la extrema sensibilidad y sensualidad que poseía su voz.
Una admirable técnica vocal reflejada en canciones tan personales como Mojo Pin, Grace, Last Goodbye, Lilac Wine, Lover You Should Come Over o, por supuesto, también su archiconocida —y a la postre, convertida en canónica— versión del Hallelujah de Leonard Cohen.
Composiciones, sin duda, capaces de seducirte y elevarte durante su escucha pero que inevitablemente también conllevan algo de tristeza al imaginar como podría haber sido la carrera de un artista con semejante potencial.
Porque el 29 de mayo de 1997, el mundo del rock se vestiría de luto al conocer la trágica muerte de Jeff Buckley. Con tan sólo 30 años, el cantante y guitarrista estadounidense murió ahogado accidentalmente en el río Wolf de Tennessee, dejándonos desolados a todos.
Su hueco musical nunca llegaría a cubrirse del todo pero su prematura desaparición no impidió dejar un legado que sigue resonando hasta hoy en la cultura popular.
Casi 30 años después del trágico suceso, la directora Amy Berg (Janis: Little Girl Blue) recoge todo el fenómeno en el excelente documental It’s Never Over, Jeff Buckley, que combina material de archivo inédito con entrevistas a su madre Mary Guibert y a sus exparejas Rebecca Moore y Joan Wasser (Joan As A Police Woman), así como a sus antiguos compañeros de banda y figuras como Ben Harper y Aimee Mann quien no duda en calificar a Buckley como "el mejor cantante que he escuchado en mi vida".
Un filme que pasó por el pasado festival de Sundance y que se estrena en salas de Estados Unidos este 8 de agosto. Aunque de momento no tiene fecha prevista en nuestro país, todo apunta a que irá directamente a la plataforma HBO Max.
El documental se adentra en la naturaleza enigmática del famoso cantante analizando la vida y la tragedia del músico y mostrando, a la vez, una constante lucha por la autenticidad en un mundo obsesionado con el éxito.
Contextualizando, de paso, su impacto artístico y desmontando falsas narrativas, como la idea de que murió bajo los efectos de drogas o alcohol. Solo ver el trailer ya estremece.
Amor, ira, depresión y Led Zeppelin
La cosecha musical de 1994 fue una de las más memorables de aquella década con apariciones de obras capitales del rock alternativo, como The Downward Spiral, de Nine Inch Nails; Superunknown, de Soundgarden; Ill Communication, de Beasty Boys, o Dummy, de Portishead.
De tal manera que cuando Jeffrey "Jeff" Scott Buckley (1966-1997) publicó Grace ese mismo año, este oasis musical repleto de sensibilidad y belleza pasó automáticamente y con pleno derecho a formar parte de la élite recibiendo las alabanzas de la crítica y el aprecio de la plana mayor de leyendas como Jimmy Page, David Bowie, PJ Harvey, Robert Plant, Bob Dylan, Thom Yorke, Chris Cornell o Paul McCartney que ensalzaban su sorprendente talento en diversas declaraciones. Casi nada.
La tremenda intensidad emocional que desplegaban sus canciones provocaban un gran impacto en el oyente y cuando los periodistas preguntaban al propio Jeff cuales eran sus influencias, éste no podía resumir mejor el misterioso origen: "Amor, ira, depresión y Led Zeppelin!’, palabras que parecen dichas al vuelo pero que encierra un significado más acertado de lo que parece a simple vista.
Pero el disco, a pesar de todas las expectativas, no llegó a sonar mucho en la radio, principalmente porque la mayoría de sus canciones no estaban pensadas para ser éxitos de ventas.
No había singles claros y como tantas grandísimas obras adelantados a su momento, Grace vivió un largo y costoso proceso de reconocimiento gradual hasta llegar a su estatus actual.
Tras su publicación, Buckley pasó más de dos años girando con su banda por todo el mundo mientras, en paralelo, también realizaba conciertos solitarios con su Phantom Solo Tour utilizando diversos seudónimos como Father Demo, Jaime de Cevallos o Martha and the Nicotines para poder seguir tocando de manera anónima en pequeños locales y cafés.
"Hubo una época en mi vida en la que podía llegar a un pequeño escenario y simplemente hacer lo que quería, tocar música, aprender tocando y explorar lo que ello significa para mí, esto es, divertirme y entregarme a una audiencia que no me conoce o que no sabe a qué me dedico. En esta situación me puedo permitir el precioso e irremplazable lujo de equivocarme, de arriesgarme, de rendirme. He trabajado muy duro para conseguir todo esto. Lo único que estoy haciendo es reclamar ese espacio que inevitablemente he perdido", relataba el propio Jeff en una entrevista de la época.
Y es que el talento de Buckley no se limitaba solo a sus composiciones. Era un auténtico animal de escenario y cuando ejecutaba en directo covers de otros artistas como Edith Piaf, Bob Dylan, Led Zeppelin, MC5 o Nusrat Fateh Ali Khan, llegaba a alcanzar una mágica y sorprendente simbiosis donde, en un momento dado, podían parecer canciones compuestas por el mismísimo Jeff.
Así explicaba él su legendaria entrega: "Cada vez que hago una versión de una canción, es porque tiene algo que ver con mi vida y todavía marca un momento en el que necesitaba tocar esa canción más que cualquier otra cosa".
Ejemplo práctico: prueben a escuchar la portentosa versión que hace de The Way Young Lovers Do de Van Morrison en su directo Live at Sin-é. Oírle cantar y tocar con su magistral talento rítmico equivale a ver jugar al Michael Jordan de la etapa dorada de los Chicago Bulls, es decir, dos talentos fulgurantes en pleno dominio de sus facultades. Algo que definitivamente no está a la altura del resto de mortales como nosotros.
De tal palo, tal astilla
Pero, ¿de donde surgió ese talento y esa voz como salida de otra dimensión? La respuesta genético-musical está en su padre: Tim Buckley, otro excelente y particular cantautor de folk-rock, compositor de una decena de álbumes, y que también desplegaba su especial talento en excitantes conciertos tal y como queda reflejado en sus enérgicos álbumes Live At The Trobadour y Dream Letter: Live in London.
Si escuchan las versiones en directo de Buzzin Fly, Pleasant Street o Dolphins podrán comprobar fácilmente de lo que estamos hablando.
Desgraciadamente, tras una algo errante y poco acertada carrera musical, Tim Buckley murió de una accidental sobredosis de heroína y morfina a los 28 años cuando celebraba un fin de gira.
Y aunque la relación padre-hijo fue prácticamente inexistente, ya que su progenitor le abandonó cuando era muy pequeño, la comparación musical con su figura paterna fue constante: ambos poseían una reconocible intensidad vocal genética y por desgracia, no sería la única.
De hecho, cuando Jeff se trasladó a Nueva York para probar suerte en la música, su debut en público como cantante fue una actuación en 1991, en un tributo a su padre en la iglesia de St. Ann de Nueva York.
En este caso eligió mostrar sus respetos a su padre interpretando I Never Asked To Be Your Mountain que dejó al auditorio en completo silencio.
Cuando se le preguntó por este concierto en particular, Buckley contestó: "No era mi trabajo, no era mi vida. Pero me sentía mal por no haber estado presente en su funeral, ya que nunca tuve la oportunidad de decirle nada. Aproveché ese concierto para mostrarle mis últimos respetos".
El rastro de un cometa
El 29 de mayo de 1997, cuando Jeff Buckley decidió darse un apacible baño en el río Wolf, cerca de Memphis, no tenía ni idea de la terrible jugada que le había guardado el destino.
Su sorprendente desaparición fue trágica y envuelta en misterio, pero el documental de Amy Berg se encarga de desmontar falsas teorías.
Unos días después, el 4 de junio unos pasajeros a bordo del barco American Queen, divisaron el cadáver de Jeff Buckley atrapado entre unas ramas en la orilla del río.
El cantante había muerto ahogado a la edad de 30 años según una autopsia en la que no se encontró indicio alguno de sustancias tóxicas en su organismo. Fue un accidente, un estúpido accidente como tantos y tantos de los que pueblan las biografías de la historia del rock.
Tras su paso fulgurante por este mundo, Jeff dejaba para la historia un insuperable disco de debut y un año después, en 1998 se publicó su siguiente álbum a título póstumo: Sketches From My Sweetheart The Drunk conformado por las 22 canciones que había dejado grabadas antes de su desaparición conteniendo, de nuevo, joyas extraordinarias como la desgarradora Everybody Here Wants You, o las potentes y vitalistas The Sky Is A Landfill y Vancouver.
Más tarde, en 2016, se publicaría You and I, una recopilación de las primeras grabaciones de estudio realizadas por Jeff para Columbia Records.
Diez canciones descubiertas en los archivos de Sony Music durante la búsqueda de material para la edición 20º aniversario del álbum Grace de Buckley y que incluían, aparte de tomas primigenias, resplandecientes versiones de canciones de Johnny Cash, Sly and The Family Stone, Bob Dylan y Jevetta Steele incidiendo aún más en su extraordinario talento performativo.
Con el tiempo, y como no podía ser de otra manera, muchos otros artistas de su generación decidieron rendir homenaje a la figura del trágico músico que les había robado el corazón en canciones como Teardrop de Massive Attack, Memphis de PJ Harvey, Memphis Skyline de Rufus Wainwright, Wave Goodbye de Chris Cornell o A Coat of Butterflies de Kevin Morby.
En definitiva, el documental It’s Never Over, Jeff Buckley se postula como un emocionante tributo (que algunos llevábamos largo tiempo esperando) a un artista cuya vida terminó demasiado pronto, pero que deja tras de sí una obra que todavía sigue dejando huella.
Quien sabe, quizá sirva también para que nuevas generaciones puedan descubrir el inmenso talento que poseía tal y como afirma su directora Amy Berg: "Una de las grandes cosas sobre Jeff Buckley es que lo descubres cuando estás destinado a hacerlo".
