El británico Ozzy Osbourne, uno de los frontmen más icónicos del rock, ha fallecido este martes a los 76 años apenas tres semanas después de reunirse con sus compañeros de banda de Black Sabbath y realizar un gran concierto de despedida para los fans, según informa Sky News.
Se ha podido saber por un comunicado que ha compartido la familia Osbourne, en el que informa: "Con más tristeza de la que las palabras pueden expresar, debemos hacer saber que nuestro amado Ozzy Osbourne falleció esta mañana. Estaba con su familia y rodeado de amor. Pedimos a todos que respeten la privacidad de nuestra familia en este momento".Hasta el momento no se ha hecho pública la causa de la muerte, aunque Osbourne había enfrentado diversos problemas de salud en los últimos años.
Osbourne, apodado "El príncipe de las tinieblas", fue hasta sus últimos días una de las figuras más notorias del rock: su aullido, como venido de ultratumba, sentó las bases del heavy metal. Pese a ello, más tarde fue conocido por otras anécdotas que poco tienen que ver con su música: mordió la cabeza de un murciélago en pleno concierto, era conocido por sus abusos y adicciones con diferentes tipos de drogas y se convirtió en una estrella de un reality show al más puro estilo de las Kardashian: The Osbournes, en el que compartía su vida privada y la de su familia.
Su última aparición ocurrió el 5 de julio de este mismo año. Reunido con sus compañeros originales de Black Sabbath por primera vez desde 2013, orquestó "Back to the Beginning": un concierto de despedida que contó con algunos de los nombres más grandes del género metal. "He estado postrado durante seis años, y no tenéis ni idea de cómo me siento", le dijo al público esa noche, refiriéndose a sus graves problemas de salud, que, entre otras patologías, incluye una forma de Parkinson y múltiples cirugías en la columna vertebral.
La historia de Ozzy Osbourne y, en conjunto, la de Black Sabbath, es la de unos muchachos de clase trabajadora de Birmingham que, viniendo de un entorno especialmente duro en el que las dificultades económicas eran la norma y la formación rara vez sobrepasaba la educación básica, encontraron un sonido que revolucionó el rock que estaba por venir.
Una infancia entre humo y pistones
De nombre real John Michael Osbourne (Aston, Birmingham, 1948), era el hijo de trabajadores industriales. Su infancia estuvo marcada por las dificultades en la escuela —en más de una ocasión dijo que probablemente sufría de dislexia no diagnosticada— y los abusos sexuales que sufrió en varias ocasiones de mano de dos jóvenes de su barrio a los 11 años.
La atmósfera industrial que respiró desde su nacimiento, así como el ambiente conflictivo en el que se desenvolvió, acabarían por influir en la música de Black Sabbath, el proyecto musical en el que participaría más adelante y que definió su carrera. Sus guitarras sonaban como sierras, su batería como pistones, su voz como el chirrido de una máquina mal engrasada que pese a todo sigue funcionando.
Alguno de los integrantes de la banda, incluso, lleva a cuestas hasta el día de hoy la vida entre el humo y las máquinas. Tony Iommi, guitarrista del grupo, perdió las falanges de los dedos anular y corazón de la mano derecha en un accidente laboral cuando era adolescente, al operar una prensa de chapa en una fábrica metalúrgica.
Formada por Osbourne como vocalista, Bill Ward en la batería, Iommi como guitarrista y Geezer Butler al bajo, Black Sabbath se formó en 1968. Nombrada así por una película de terror de Boris Karloff, la banda, lanzó su álbum debut homónimo en 1970, seguido de otros álbumes considerados como piedras angulares del género heavy metal.
Paranoid (1970), que encabezó la lista de álbumes del Reino Unido, incluía himnos que aún retumban a día de hoy como Iron Man y War Pigs. Master of Reality (1971), con un sonido estridente y cercano a la psicodelia, ha sido un clarísimo influyente en el sonido más lento del doom metal.
"El príncipe de las tinieblas" y los suyos dejaban atrás el sonido alegre del pop-rock que había colonizado las radios de todo el mundo. Con Black Sabbath, la venda cayó de los ojos del mundo entero.
"Queríamos transmitir cómo veíamos el mundo. No queríamos escribir canciones pop felices. Le dimos ese sentimiento industrial", afirmo Geezer Butler en 2017. La banda de Birmingham nos sacaba del espejismo del paraíso tirándonos de los pelos. Con sus canciones atronadoras nos obligaban a mirar lo que nos rodeaba. Y las vistas no eran alentadoras. El infierno estaba aquí, en la Tierra, entre el aire saturado de humo, el metal frío y sin alma de las máquinas y la inminencia de un desastre nuclear.
Osbourne grabó otros cinco álbumes muy aclamados con el grupo, pero al éxito le acompañó una muy destructiva dependencia tanto del alcohol como de las drogas. Fue despedido en 1979 y reemplazado por Ronnie James Dio. Más tarde, en 2013, Osbourne regresó a la banda para el álbum 13. La vuelta del cantante original encabezó las listas tanto en Estados Unidos como en Reino Unido.
El solitario príncipe de las tinieblas
La salida de Black Sabbath no frenó al músico de Birmingham. Poco después emprendió una carrera en solitario que inauguró con el álbum Blizzard of Ozz, que le valió cinco discos de platino en Estados Unidos. Publicó otros 11 álbumes de estudio, siendo el más último Ordinary Man (2020).
El príncipe de las tinieblas deja tras de sí un rastro de escándalos. El más sonado ocurrió en 1982, cuando mordió la cabeza de un murciélago muerto en medio de una actuación en Des Moines, Iowa. La excentricidad durante los conciertos de Osbourne era la norma. Era habitual que formaran parte de la actuación elementos macabros. Según afirmó después, cuando vio al animal sobre el escenario, asumió que el público estaba bromeando con él lanzándole un animal de juguete.
Entonces, para no decepcionar a sus fans, clavó los dientes en el cuello del animal. Enseguida, al notar la sangre tibia del animal, se dio cuenta de su error. Más tarde fue al hospital para recibir una vacuna preventiva contra la rabia. También afirmó—y lo corroboró su entonces publicista Mick Wall—haber mordido las cabezas de dos palomas durante una reunión con una discográfica en 1981 que salió mal. Originalmente tenía la intención de soltar las aves como símbolo de paz. No hubo concordia, así que muerte a los pájaros.
Aquellos fueron incidentes que no hacen otra cosa que darle más contundencia, más aristas, a una leyenda venida de otro mundo; uno inhóspito, parecido al infierno. O quizás, como trató de hacernos ver la música de Black Sabbath, este ángel caído, este príncipe de las tinieblas, no era otra cosa que un niño nacido en un infierno de aires nocivos y gente violenta llamado Birmingham.