Concierto variado, contrastado, animado, lleno de fogonazos e insólitos resplandores, de un lirismo cuajado de interrogantes, es el que nos plantea los días 16, 17 y 18 de junio la Orquesta Nacional al mando de su titular, David Afkham, al que, pese a la contestación que tiene en una parte de su orquesta, vemos cada vez más seguro y firme; más allá de que, como es lógico, no siempre acierte al cien por cien. Pero trabaja a conciencia y mantiene al grupo en un gran estado de forma, con base en un plantel de músicos que en buena parte fueron seleccionados y coordinados por el anterior titular, Josep Pons.

Se abre la sesión de nuevo con una obra de György Ligeti, de quien, como se sabe, se están celebrando los cien años de su nacimiento. Se trata en esta ocasión de Ramifications, trazada en un solo movimiento. Suponemos que, de las dos versiones existentes, una para 12 instrumentistas y otra para una orquesta de cuerda, se interpretará la segunda.

De nuevo encontramos en la música del compositor una partitura de tonalidad indefinida o, por mejor decir, atonal. Ligeti dijo en su día que con ella no pretendía crear música microtonal, sino “música mal sintonizada”. Definición sin duda ambigua, pero bastante explicativa. El aparente desorden debe ser reconducido, a través de una exposición fluida, a lo largo de un discurso unívoco.

[György Ligeti, el explorador de sonidos que intentó romper la relación entre tempo y métrica]

La sesión se remata con la imponente Sinfonía nº 5 de Prokófiev, partitura que llegó, insólitamente, tras catorce años de sequía sinfónica. Para él era “un himno destinado a un hombre feliz y a su puro espíritu”. Y estaba muy contento de su logro, que había madurado dentro de él lentamente y que había llenado su alma. La forma sonata impera tan solo a grandes rasgos porque el planteamiento ofrece originales formas y maneras de ordenar el material.

Una de las principales ideas tiene lugar en el obsesivo cuarto y último movimiento, Allegro giocoso, imbuido de un equívoco sentido del humor, que reserva más de una sorpresa, como la de la aparición de un cuarteto de cuerdas staccato, tocando “notas equivocadas”, lo que otorga un sardónico y casi maquiavélico toque irónico a la pieza.

Jansen, que ha penetrado como pocos en la obra de Bach y dirigido conjuntos de cámara, es una de las violinistas más emprendedoras y decididas

Antes nos habremos preparado con la escucha de una obra bien distinta, bonancible y tierna, poblada de un sano y efusivo melodismo, atravesado solamente por pasajeras notas de signo nostálgico. Nos referimos al lírico Concierto nº 5 en La mayor de Mozart, que abre el espacio en su tercer movimiento, a la ‘turquería’, tan en boga en esa época.

Para recrearlo se cuenta con una de las más importantes violinistas de la actualidad, Janine Jansen (Soest, Países Bajos, 1978), bien conocida del público madrileño. Es una de las más emprendedoras y decididas artistas de la hora presente, capaz también de dirigir conjuntos de cámara. Ha penetrado como pocos en las entrañas de la obra de Bach.

Su arco, de amplio recorrido, sus maneras, suaves y elegantes, su figura, delgada y esbelta, su técnica, fácil y resuelta, hacen que su manera de tocar se nos antoje siempre fluida, natural, lógica y convincente.