Diego García, el Twanguero, en la selva de Costa Rica

Diego García, el Twanguero, en la selva de Costa Rica

Música

El Twanguero: el jaguar solitario y su guitarra

El virtuoso instrumentista y compositor continúa su viaje musical por América con 'Carreteras secundarias, vol. 2', grabado en la selva de Costa Rica

21 mayo, 2022 02:29

Durante una sesión de ayahuasca, Diego García, alias ‘Twanguero’, se vio en medio de una jungla donde se le apareció un jaguar. Este felino salvaje que se extiende desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina “es el animal que mejor representa a América”, dice el virtuoso guitarrista que ha colaborado con músicos como Diego el Cigala o Andrés Calamaro. Por eso una de sus últimas piezas, titulada “Jaguar”, es un brebaje en el que se mezclan un poco de milonga, samba, bossa nova, son y rumba cubana.

Tras aquella experiencia alucinógena el Twanguero decidió que algún día grabaría un disco en medio de la selva, y ese momento llegó durante la pandemia. Desde Los Ángeles, donde reside, uno de los pocos lugares hasta donde podía volar era Costa Rica, y allí se marchó para materializar aquella visión convertida en misión. 

Además de un excelente instrumentista, Diego García es un incansable explorador y divulgador de las músicas del continente. Él, de hecho, se considera en parte “un antropólogo musical, con más intuición que base científica”. El disco grabado en la selva costarricense, que está presentando en directo estos días con una gira por España, es el segundo volumen de su proyecto Carreteras secundarias

El primero, publicado en 2017, era un viaje por el blues, el country e incluso el ragtime. En esta segunda entrega, tras cambiar la guitarra acústica por la española, sigue su camino hacia el sur del continente. “Ha sido un reencuentro con la guitarra de cuerdas de nailon, con la que empecé hace casi 40 años en el conservatorio. Ha sido como cerrar un círculo. Soy un roquero que ha vuelto a la guitarra española”, explica el músico.

Durante esta nueva aventura, El Twanguero vivió en una cabaña durante tres meses y empezó sentándose en un claro de la selva a improvisar, hasta que fue encontrando la inspiración basándose en su bagaje musical, en el canto de los pájaros y en una sonoridad especial marcada por los árboles y la humedad del ambiente.

“No calculé bien la época del año que era y resulta que era temporada de lluvias”, recuerda el músico. “No paraba de llover y la guitarra se me desafinaba cada dos por tres. Incluso tuve que llevarla a un luthier de la zona para que le echara un ojo. Pero no sé si por una cuestión esotérica, creo que la guitarra, que procede de un árbol, supo que estaba rodedada de árboles y se acabó acostumbrando, sabía que había vuelto a casa”.

Pertrechado con un portátil, una tarjeta de sonido, un par de micrófonos y su guitarra, el Twanguero registró él mismo casi todo lo que se oye en el disco, aunque contó con un par de asistentes para la grabación de audio y también del breve documental que recoge la aventura, así como la ayuda a distancia de Martín Bruhn, baterista de Calamaro, para grabar algunos detalles de percusión.

El rastro de la guitarra

Cada tipo de guitarra tiene, obviamente, sus peculiaridades. “Las cuerdas de nailon, a diferencia de las de acero, no te rompen las uñas. De entrada eso es positivo, pero la guitarra española, al carecer de electricidad, es muy difícil de tocar. Tienes que preparate como si fueras a correr una maratón, no existen atajos”, afirma García.

“Siempre me ha interesado seguir el rastro de esa guitarra que nació en Almería hace 200 años y se fue para América, entender en qué se convirtió en Chicago, Nashville, Austin, México, Cuba, Argentina o allá donde vaya”. Todos sus discos anteriores —The Brooklyn Sessions, Argentina Songbook, Pachuco y Electric Sunset— son frutos de ese nomadismo musical.

Diego encargó expresamente para este proyecto una guitarra nueva a la Casa Ramírez de Madrid, inspirada en las primeras guitarras para tablaos flamencos, que eran más voluminosas para hacerse oír en medio del bullicio. Se la llevaron a su barco-estudio, atracado en el muelle de Marina del Rey, en Los Ángeles, y que durante la pandemia ha sido también su casa.

Este nuevo ejemplar se suma a su ingente colección de guitarras, un instrumento que le ha dado una vida nómada llena de aventuras musicales. Entre las últimas, sus colaboraciones con la Kosmik Band, su viaje a la India para tocar música de meditación en un templo, y su vinculación a la plataforma solidaria Playing for Change. Pero tanto viaje y tantas horas de estudio también se han cobrado muchos sacrificios: “No hay quien me siga. Soy un jaguar solitario”.