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Música

El Hijo: banda sonora para un selfie apocalíptico

Abel Hernández interpreta este viernes en Madrid su último disco, 'Capital desierto', que describe un presente dominado por las marcas y la dependencia tecnológica

5 marzo, 2020 06:47

De la electrónica experimental a la música negra más comercial, pasando por el techno o el reggaeton. Muchas son las fuentes de inspiración de las que ha bebido el siempre inquieto y camaleónico Abel Hernández, alias El Hijo, para concebir su último disco, Capital desierto (Intromúsica Records), en el que encontramos momentos que recuerdan a la electrónica desoladora y descoyuntada de Arca (“Nuevo Brutalismo”), pero también al pop más luminoso de El Guincho (“Repite”), a la estética industrial de Nine Inch Nails (“Cerebro plagado de loops”), a la sensualidad de Drake (“Todo para mí”) o al surrealismo pixelado de Los Ganglios pero sin la parte irónica (“Lluvia tóxica en China”). Un LP que, como su título, alude a un presente hipertecnologizado y deprimente, con una sonoridad apocalíptica pero también “un punto hedonista, con pequeñas incitaciones a lo comercial, al baile, al mainstream de influencia R&B, pero siempre con algo que corta el rollo, algún elemento entorpecedor que hace estas composiciones inadecuadas para la pista de baile”, explica el músico, productor, docente y crítico.

“Está en la línea de lo que Mark Fisher denominó hedonía depresiva”, añade Hernández. Es decir, la incapacidad para hacer otra cosa que no sea buscar el placer, sin llegar nunca a la satisfacción. Este viernes 6 de marzo habrá oportunidad para poner en práctica esta teoría en su concierto en el Palacio de la Prensa, en Madrid; el sábado 7 en Café & Pop Torgal, Orense, y el 28 en el Centro Excursionista de Valencia. Le acompañarán en el escenario el músico Juan Carlos Roldán y Blanca Velasco —autora de los dos videoclips del disco— a los efectos visuales.

El álbum, que cuenta con colaboraciones vocales de David T. Ginzo, Tórtel, Lucas Malcorra y Laura LaMontagne, comienza con “Nuevo Brutalismo”. Sintetizadores siniestros, percusiones industriales y, en el tercer verso, una temprana declaración de intenciones: hace su entrada el controvertido Autotune —el software de corrección automática de la voz que, exagerado a propósito, se ha convertido en seña de identidad de las músicas urbanas de hoy—. “Los detractores del Autotune tienen una mentalidad antigua, moribunda ya. Yo lo uso no tanto como declaración de intenciones hacia los demás sino como una declaración de libertad hacia mí mismo. Por otra parte, en mis últimos discos hago una exaltación de la condición cíborg, de una unión del ser humano y la máquina que yo celebro. Ahora mismo es un asunto complicado porque esa unión la están controlando las corporaciones, pero creo que una voz puede ser muy expresiva usando ayudas maquínicas, igual que lo hace la guitarra desde hace décadas y a nadie le extraña ya que Jimi Hendrix usara un montón de pedales de efectos. Eso está superado desde el año 63”. De todas maneras, Hernández recuerda que siempre ha habido controversia con cada avance tecnológico en el mundo de la música. “También criticaron en su momento a los crooners, al principio era un término despectivo porque al usar micrófonos los cantantes dejaron de proyectar la voz”.

El Hijo - Nuevo Brutalismo [Lyric Video]

“En los últimos años, todo en mi vida gira alrededor de la música”, dice el compositor, productor y profesor del Grado en Creación Musical de la Universidad Europea de Madrid. “Doy clase a gente de 20 años y eso ha enriquecido mis escuchas. Durante años tuve una herencia rockista. Se creó tanta música increíble hasta los 90 que toda esa tradición tiene mucho peso en mí, pero a partir de 2013 empecé a fijarme en todo aquello que en la música del presente se decantaba hacia el futuro en la música afroamericana, la latinoamericana y en las músicas europeas”. 

Hernández comenzó su carrera musical en la banda Migala y posteriormente militó en Emak Bakia, antes de emprender su carrera en solitario como El Hijo, nombre bajo el que ha publicado trabajos muy diferentes. Después de experimentar con la sonoridad acústica y las posibilidades de la canción de autor en discos como Madrileña (2010) con la producción de Raül Refree, el compositor, que ya ejercía como productor para otros artistas, comenzó a autoproducirse y viró hacia un rock más contemporáneo y de corte psicodélico (Los movimientos, 2012), antes de emprender este nuevo rumbo futurista que comenzó a materializarse con los EP Fragmento I (2015) y Dentro (2018) y que ahora se consolida con este nuevo LP. “En esta etapa la canción dejó de ser el centro de mi proceso creativo, sino que pasó a ser un ingrediente de algo más amplio en el que cambié de instrumentación y me incliné hacia referencias más sintéticas, hacia lo electrónico y lo ruidista”, explica el compositor.

El idioma de las marcas

En proyectos anteriores de El Hijo, las relaciones románticas y los sentimientos protagonizaban los textos de las canciones. Aunque siguen estando presentes, en Capital desierto las letras abandonan un poco la esfera privada para hablar de lo colectivo, de un mundo invadido por las tecnologías que condicionan las relaciones sociales y la política. “Me he empezado a fijar en otras claves que tienen que ver con el momento actual del mundo: una vida marcada por Internet, por el flujo de información, tanto sesgada como no, las redes sociales, el exceso de estímulos, la hiperatención, y también la precariedad”.

Títulos como “Las huellas de tus dedos en mi Samsung”, “Bolsas de Primark” o “Espejo Selfie” ejemplifican bien este enfoque: “Hoy hablamos con marcas, las nombramos todo el tiempo. Las marcas están construyendo nuestra manera de sentir, hasta el punto de que hoy por hoy una parte importante de nuestra actividad personal consiste en crear nuestra propia marca en redes sociales, tenemos un community manager dentro que rige nuestros pasos”, explica Hernández. “En este disco y los anteriores analizo comportamientos de la gente que me rodea, comportamientos nocivos que atentan contra todo, y una sobreexposición pública que responde a la necesidad de gustar a los demás”. Miradas, espejos, reflejos y ojos —como los del engrudo blanco que nos mira fijamente desde la portada del disco, creación de Raúl Díaz Reyes— son, en consecuencia, algunas de las palabras más repetidas en el disco.

La manera en que se ha compuesto y producido el disco es coherente con su contenido lírico: al abandonar la estructura clásica de canción, Hernández ha trabajado a partir de pequeñas ideas sonoras —procedimiento al que alude directamente en “Cerebro plagado de loops”—, que se combinan dando lugar a ritmos, melodías, armonías y texturas siempre cambiantes. “Dejé de componer con acordes y guitarra, ahora compongo de una manera que refleja mejor el mundo inaprensible y fragmentario que intento contar”. Desde hace unos años sus herramientas principales son los samplers, los sintetizadores, los secuenciadores y el software Ableton Live, que proporciona una gran agilidad a la hora de combinar los distintos fragmentos y pistas de una composición. De igual modo, para ensamblar algunas letras ha recurrido a hojas de cálculo para tener de un vistazo todas las posibles combinaciones de ideas. Es el caso de “Lluvia tóxica en China (Su amor_GIF)”, el mayor acercamiento del disco a la electrónica de baile junto con “Ojos que miran”.