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Música

Ópera

Lo mejor del año: Música

27 diciembre, 2003 01:00

Imagen del montaje de Zigor!. Foto: E. Moreno

Especial: Lo mejor del año

Zigor!
Francisco Escudero. ABAO. Palacio Euskalduna. Bilbao, 5-IV-2003

En plenas celebraciones del cincuentenario de la Asociación Bilbaína de Amigos de la ópera se estrenaba Zigor! (¡Castigo!) del compositor vasco recientemente fallecido Francisco Escudero. Por una parte se trataba de un homenaje póstumo a este ilustre autor y, a la par, servía de celebración del medio siglo de esta institución lírica. Al tratarse de una obra de amplias dimensiones, con un libreto complejo (además en euskera) se corría un cierto riesgo en su puesta en escena. Emilio Sagi sorteó las dificultades y llevó a cabo una labor reconocida por todos, por su sobriedad y eficacia que la han convertido en uno de los mejores trabajos del director de escena ovetense. La responsabilidad orquestal, algo menos lucida, fue resuelta con suficiencia por Antonello Allemandi, un director muy presente en las últimas temporadas de la ABAO. Gran mérito tuvo el coro, en uno de sus más exigentes roles en los últimos cursos y, entre los solistas, hay que destacar a Ana María Sánchez que tuvo que aprenderse una partitura en el último tiempo, ante la cancelación de Ainhoa Arteta, y también al arrojo de Ignacio Encinas que resolvió con entrega las dificultades de su personaje. Una recuperación que hacía todos los honores a la partitura.

Hamlet
Ambroise Thomas. Teatro del Liceo. Barcelona, 6-X-2003

El público del Liceo ha aplaudido algunas de las mayores divas de la lírica y volvía a reconocer entre ellas el poder de Natalie Dessay. Si ya había impresionado -y ¡de qué forma!- hace unos años en Bilbao con su impresionante versión de Zerbinetta en Ariadna en Naxos de Strauss, ahora volvía, resucitada después de sus problemas vocales, con toda su fuerza. La respuesta del público correspondió a una mezcla de asombro y entusiasmo ante un fenómeno vocal que, no por difundido a través de los discos, era del todo conocido por los aficionados. El despliegue vocal tuvo correspondencia además en su actuación dramática. Se vio flanqueada por dos espléndidos intérpretes: el barítono Simon Keenlyside y la mezzo Béatrice Uria-Monzon, que mantuvieron al más alto nivel la aportación canora. También el resto del reparto cumplió, a las órdenes de un Bertrand de Billy en estado de gracia, que supo captar el peculiar perfume decimonónico de una obra que sólo se mantiene gracias a la existencia de intérpretes extraterrestres. La producción, ya rodada, a cargo de Moshe Leiser y Patrice Caurier, es eficaz y ha servido para darle vida a esta pieza decadente.

La Traviata
Giuseppe Verdi. Teatro Real. Madrid, 1-X-2003

Dio mucho que hablar este montaje de La Traviata. Se recordará el ajetreo vivido en el Teatro madrileño días antes de su estreno -e incluso el mismo día- motivado por la "espantada" en el último momento de la soprano Angela Gheorghiu -que debía asumir el papel principal- además de una huelga de personal que obligó a realizarla en versión de concierto el primer día de su representación. Estas dos circunstancias hicieron agridulce una apertura de temporada que, sin embargo, resultó en lo artístico y musical de primer orden, como han resaltado los medios internacionales como Le Monde de la Musique. Este accidentado inicio de curso ensombreció lamentablemente el aterrizaje de Jesús López Cobos como director musical del Real. Su versión fue excelente, infinitamente matizada, llena de intensidad y fiel en todo momento a su concepción intimista de la partitura. Algo que casó muy bien con la medida propuesta escénica de Pier Luigi Pizzi que situó esta Traviata en el París ocupado de los años cuarenta. El apartado vocal tuvo (obviando a la Gheorghiu) tres protagonistas. Norah Amsellem hizo olvidar la ausencia de la rumana dibujando una Violetta redonda y valiente en lo vocal e impecable en su musicalidad. A su lado tuvo a José Bros que debutaba en el personaje de Alfredo y al que supo dotar de aplomo e innegable calidad y belleza canora. Completó el trío protagonista el estupendo Germont del italiano Renato Bruson, cuya veteranía se dejó ver tanto en la voz como en su presencia escénica.

Diálogo de Carmelitas
Francis Poulenc. Teatro Maestranza. Sevilla, 9-IV-2003

El proceso de expansión que está experimentando la ópera en España hace que se programen obras que, habitualmente, han estado ajenas de nuestros escenarios. Tal es el caso de Diálogo de Carmelitas que tenía lugar en el Maestranza de Sevilla. La obra póstuma de Poulenc, con libreto de Bernanos, se ha ubicado con fuerza en el panorama internacional. En parte se debe a una música que viene a ser una especie de recopilación musical de todo lo aprendido por este miembro del legendario Grupo de los Seis. La apuesta del Maestranza, en esta coproducción con l'Esplanade de Saint-Etienne, se resolvió con éxito. En primer lugar porque se acertó con un reparto equilibrado -pese a que estaba formado por figuras poco conocidas- en el que destacó la magnífica intervención de Sylvie Brunet en la escena de su óbito. La versión del director musical Julian Kovatchev obtuvo de la orquesta y los coros del teatro una lectura totalmente excepcional. Por otro lado, el director de escena, Jean-Louis Pinchon utilizó pocos elementos, pero suficientes y bien estructurados para no perjudicar la fundamental continuidad que la obra reclama. Los fondos proyectados aportaron la magia, paz el patio-jardín y desasosiego el mar plomizo de cielos tenebrosos en el que navegan esas guillotinas que irán cayendo y ahogándose en las profundidades marinas a la vez que las carmelitas cumplen implacablemente, una tras otra, su voto de martirio. Es una demostración de que un título inhabitual, bien hecho, puede llegar a ser, incluso, la estrella de la programación y hasta levantar el mayor entusiasmo del público.

Roberto Devereux
Gaetano Donizetti. Teatro Campoamor. Oviedo, 9-X-2003

En los últimos años, la conocida como Trilogía Tudor de Gaetano Donizetti -compuesta por Maria Stuarda, Anna Bolena y Roberto Devereux- se ha puesto de moda en los teatros mundiales. En parte se ha debido por el esfuerzo que tuvieron en su momento figuras como Callas, Gencer o Caballé. En la actualidad menudean las representaciones. La temporada ovetense -en un año muy llamativo, en el que también ha presentado otras rarezas como La rondine pucciniana o Lakmé de Delibes- apostó con fuerza por esta obra a partir de la magistral versión de Jonathan Miller de la ópera de Montecarlo. Aunque suscitó alguna controversia por la simplicidad de los decorados, que centraba todo el drama en los personajes y su espectacular vestuario, es indudable que el tratamiento de Miller se ha convertido en un referente en los acercamientos a la lírica belcantista donizettiana. El reparto reunido por la Asociación Asturiana de Amigos de la ópera fue importante. Por un lado destacaron las dos protagonistas, una Ana María Sánchez entregada y contundente -que volvía a este papel después de haberlo interpretado en versión de concierto en la misma ciudad hace unos años- junto a una Elisabetta Fiorillo dotada de una voz extensa y rica. Gran sorpresa causó también Stefano Secco, un joven tenor del que existían excelentes referencias discográficas y que demostró sus capacidades tanto vocales como estilísticas. Se vio todo ello bien apoyado por la sólida lectura de Roberto Tolomelli, que dirigió en el foso a una entusiasta Orquesta Sinfónica Ciudad de Oviedo, apoyando a los cantantes y manteniendo un nivel muy equilibrado.