Música

El liceo: la cuenta atrás

El gran teatro, a los cinco años del incendio

31 enero, 1999 01:00

Hoy justo hace cinco años que ardió el Gran Teatro del Liceo. A partir de entonces, toda la sociedad se movilizó para levantar de nuevo uno de los coliseos líricos más bellos y prestigiosos del mundo entero. Durante estos cinco años, artistas, políticos y técnicos han unido sus fuerzas para que el nuevo Liceo eche a andar con todos los ingredientes de un teatro para el próximo milenio. El Liceo se inaugurará este otoño con "Turandot", la obra prevista antes del incendio.

Hoy se cumplen exactamente cinco años del luctuoso incendio del Gran Teatro del Liceo. Era una de las salas más bellas y de mayor tradición del Sur de Europa y, por causas político-económicas, fue incapaz de ponerse al día en cuanto a la modernización de sus instalaciones. En efecto, la deficiente tecnología de su escenario y las insuficientes medidas de seguridad facilitaron el trágico incendio que más de una vez se había pronosticado. Con este desdichado siniestro se acabó de confirmar el fin de una época en la que la burguesía catalana había sido capaz de crear un escaparate magnífico que fue un centro de difusión cultural de primer orden durante casi 150 años, y que se había convertido en un símbolo de renombre dentro de la arquitectura y el espíritu de la sociedad catalana, que lloró amargamente su destrucción a plena luz del día, aquel fatídico 31 de enero de 1994.
Desde el primer "Parsifal" oficial fuera de Alemania, el 31 de diciembre de 1913, al Festival Wagner de Bayreuth en 1955; desde los espectaculares ballets de Diaghilev (1917) hasta las inolvidables "seratas" de Renata Tebaldi, en los años 1950, el paso de innumerables artistas creó escuela y fue la semilla de los más prestigiosos cantantes del país, que siempre han figurado entre la élite mundial.

La reconstrucción y ampliación
La fuerza económica y de apoyo cultural de aquella burguesía del siglo pasado, capaz de crear un teatro de más de 3.000 localidades en una ciudad de 150.000 habitantes, se ha visto reemplazada por el poder político y económico de las instituciones públicas, y por el poderío monetario de las grandes empresas y bancos que se han unido en la Fundación del Gran Teatre del Liceu, permitiendo costear las obras de reconstrucción y ampliación en una proporción del 50%. Entre empresas privadas se han de contar las donaciones de particulares y pequeñas empresas o instituciones de los rincones más remotos, sin olvidar al público del Liceo, de todas las condiciones sociales, que era su máximo valedor.
El actual Consorcio del Gran Teatre del Liceu propietario del teatro, que está formado por el Ministerio de Cultura, Generalitat de Catalunya, Ayuntamiento y Diputación de Barcelona, cederá la gestión del Liceo cuando esté terminada la obra (este mes de junio) a la Fundación Gran Teatro del Liceo, donde están incorporados a las instituciones públicas representantes de la antigua Sociedad de Propietarios y de las empresas mecenas del teatro. Se rige por la Comisión Ejecutiva y sus decisiones son ratificadas por un órgano superior, a nivel político, que es el Patronato de la Fundación.
Varios acontecimientos han marcado este amplio paréntesis de cinco años en la historia del teatro desde el incendio de 1994, que en poco más de una hora destruyó completamente la sala, el escenario y gran parte de las instalaciones adyacentes. El mismo día, el Patronato del Liceo acordó por unanimidad la reconstrucción del teatro en el mismo lugar, encargándose el proyecto al arquitecto Ignasi de Solà-Morales. El 3 de marzo siguiente se empezó a ejecutar el plan especial del Gran Teatro del Liceo, aprobado por el Ayuntamiento de la ciudad en 1992, expropiando las fincas colindantes hasta alcanzar los 35.000 m2 que poseerá el nuevo teatro. Una vez derribadas las fincas expropiadas y los restos inservibles del teatro se celebró el acto oficial de colocación de la primera piedra, el 15 de septiembre de 1995. Desde entonces se plantearon dos grandes problemas: el primero y más costoso era el grave escollo que suponía la necesaria impermeabilización de la estructura de cimentación (debido a las aguas freáticas que invaden el subsuelo), que obligó a elevar su coste económico y retrasó considerablemente las obras. El segundo, de carácter legal, se refiere a la cesión de la propiedad del teatro, que fue impugnada por una parte de los miembros de la Sociedad de Propietarios y no se solucionaría hasta la firma definitiva del acuerdo de cesión de la titularidad del teatro, en febrero de 1998. En cuanto al resto de las obras se sucedieron sin pausa y con una previsión y sincronización digna del mayor elogio, dada la estrechez de movimientos motivada por la localización del Teatro, en plenas Ramblas barcelonesas.
La llegada de Josep Caminal al frente del teatro a finales de 1993, supuso la apuesta más clara de modernización y renovación de los criterios empresariales y de gestión de los últimos años, en los que se habían sucedido diferentes crisis causadas por el constante aumento de los déficits históricos. Pero todo quedó en segundo plano, tras el repentino incendio a los pocos meses de su incorporación al coliseo. Josep Caminal ha ocupado desde entonces un puesto en el que su especialidad de hábil consensuador político ha conseguido consolidar y canalizar los esfuerzos de las diferentes administraciones dentro de un clima de mínimo gasto extraordinario, mantenimiento de las actividades artísticas y destacadas relaciones públicas con la sociedad civil y el entramado empresarial. Desde un principio se planteó reducir las actividades artísticas a la primera mitad del año, combinando las óperas en forma de concierto en el Palau de la Música con las producciones escenificadas del Teatro Victoria, con una traumática regulación de empleo y reducción económica en un 25% de los sueldos de la plantilla de trabajadores.
Ello ha permitido contar con un amplio núcleo de profesionales de gran prestigio que darán continuidad a dichas instituciones, a pesar de que se hayan desgastado un tanto durante este largo proceso, especialmente el coro, que gozaba de un extraordinario prestigio procedente de la época de Romano Gandolfi y Vittorio Sicuri. El equipo humano se vio reducido considerablemente y los altos cargos fueron sustituidos por un equipo joven, menos oneroso para el teatro, pero con una preparación, cualidades y expectativas notables, como su director artístico el catalán Joan Matabosch o el francés Bertrand de Billy que ha asumido la dirección musical del teatro. También se recurrió a la participación del alemán Peter Schneider como principal director invitado y el catalán Josep Pons como principal director asociado, para crear un proyecto artístico y cultural de prestigio y futuro. Solamente quedan por decidir el concertino de la orquesta y el director del coro, que serán contratados en pocos meses. Otro gran acierto de la gestión del Liceo ha sido elaborar un calendario muy estricto y adecuado en los nombramientos y en el inicio de las etapas más importantes, ya que no han dejado demasiado tiempo a la especulación y la crítica.

El último esfuerzo
Desde que se ha iniciado 1999, año de la reinauguración del coliseo barcelonés, el oficialmente dimitido, pero aún vigente Director General del Gran Teatro del Liceo no deja de sonreír y bromear ante los medios de comunicación.
Igual que sucedió tras el primer incendio de 1861, se ha aprovechado la oportunidad para modernizar y mejorar sus infraestructuras e instalaciones, especialmente en cuanto al escenario, accesos y movilidad del público y personal escénico, a la vez que se posibilitaba el cumplimiento de la normativa de seguridad vigente. Se trata de prepararlo especialmente para que sea uno de los teatros, tecnológicamente hablando, más modernos del mundo.
Lo que más llamará la atención es su ampliación en anchura, hasta ocupar un frente que abarca toda la manzana (pasando de 16.000 m2 a 35.000 m2 de superficie). En la parte nueva se instalarán las oficinas, los camerinos, talleres y servicios, y el magnífico y amplio espacio escénico, tras las complicadas y gravosas (2.861 millones) expropiaciones de las fincas colindantes. El revestimiento arquitectónico pasa de la arenisca propia de la montaña de Montjuïc de la antigua fachada al mármol verde, dotando al local de una entrada especial para los camiones que transporten los elementos escenográficos hasta el mismo interior del escenario. Muy destacable es, además, el moderno diseño y revestimiento de zinc de la torre escénica y cubierta del teatro.
La ampliación de los accesos hará que éste sea un equipamiento cultural más abierto al público, especialmente gracias al foyer subterráneo (bajo la platea), punto neurálgico que Josep Caminal no deja de enseñar a todos los visitantes de las obras, y que permitirá, a modo de plaza pública, el encuentro del público dentro y fuera de las funciones, la organización de conferencias y actos culturales, etc., además de alojar la gran tienda del teatro con espacio suficiente para exposiciones. Este enorme foyer acogerá también los recitales que ha venido ofreciendo la "Coordinadora Pro-Liceo" durante estos cinco años.
Del interior de la sala destaca la supresión de numerosos palcos y antepalcos, con la idea un tanto errónea de socializar el teatro, cuando, en realidad, estos palcos permitían entrar a grupos de aficionados aprovechando la mayor asequibilidad de sus entradas, aún a costa de una mayor incomodidad. Se ha reducido el aforo a 2.340 localidades para mejorar la visibilidad y acatar las rígidas medidas de seguridad; todo ello compensado por el aumento del número de funciones de cada título. Además, será muy perceptible la mayor inclinación de la platea y algunas incorporaciones en la decoración de la sala, como los pequeños medallones de yeso dorado de compositores de este siglo como Stravinski (en el anfiteatro) o políticos como Jordi Pujol (en lo alto del proscenio).
Finalmente la joya del nuevo Teatro será la ampliación y capacidad técnica del mecanizado escenario, que además de contar con tres plataformas móviles del mismo tamaño, está pensado como un enorme plató televisivo con numerosos espacios para las cámaras y un entramado de conexiones para cable de fibra óptica.
Para la primera función inaugural se ha elegido el título que seguía en la temporada del incendio de 1993-1994, "Turandot" de Puccini. Las entradas ya casi están a la venta, a falta de presentar toda la temporada en marzo; primero, los antiguos propietarios; después, el selecto club de fieles que han mantenido el abono todos estos años (no más de 3.000 frente a los más de 10.000 de la temporada 1993-1994) y, finalmente, los empujones para todos los aficionados y curiosos del mundo entero.
Atrás quedarán cinco años y medio de trabajos y esfuerzos, 2.106 días sin ópera en el histórico teatro. Todo ello con un presupuesto total que sobrepasará los 15.000 millones del presupuesto, ya que, como apuntaba Caminal pocos días atrás, "la cifra total del gasto de reconstrucción y ampliación sufrirá cierto desvío presupuestario", aunque se confía en que la espectacularidad de la obra realizada permitirá arrancar dotaciones suplementarias para asumir este sobrecoste.