Música

En busca de la leyenda

Werner Herzog dirige "Tannhäuser" en Madrid

31 enero, 1999 01:00

El Teatro Real se dispone a recibir este jueves el primer título wagneriano desde su reapertura, la ópera romántica "Tannhäuser", en la producción del prestigioso cineasta alemán Werner Herzog estrenada en el Teatro de la Maestranza de Sevilla y posteriormente representada con gran éxito en otras ciudades europeas.

Estas representaciones de "Tannhäuser" constituyen la primera vez que el Real acoge la producción de un teatro español, y estarán dirigidas musicalmente por el experimentado maestro alemán Christof Perick, muy ligado a los teatros de Hannover y Dresde, y que ya dirigió un excelente "Fidelio" en Sevilla con el Metropolitan de Nueva York, en el que también intervino la protagonista femenina de este montaje, la soprano eslovaca Gabriela Benackova, la intérprete titular en nuestros días de las heroínas de Janacek, una importante voz de lírico-"spinto", segura, expresiva y musical.
Junto a ella, que representa a Elisabeth, la encarnación del amor sacro, actuarán el tenor norteamericano Jon Fredric West -el Tristán muniqués de Zubin Mehta- en el agotador papel titular, la soprano Cynthia Makris -aclamada Norma y Salomé- en el de Venus, el solvente barítono Alan Titus en el del fiel Wolfram y el veterano y excelente bajo alemán Hans Sotin en el autoritario Landgrave.
Dos son los elementos principales de este montaje, extremadamente estilizado, y planteado según el cineasta alemán de una forma más intuitiva que intelectual: el color y el viento, con el fuerte contraste entre el rojo del Venusberg -que refleja el amor carnal, el pecado- y el blanco -el amor puro, la redención. "Siempre he visto todo como en un sueño", declara el director de escena. "Al escuchar la música se desarrollan imágenes. Siempre he visto el escenario y a las personas en blanco, no sé por qué, pero lo he visto así".
El segundo elemento es una presencia casi constante del viento, que proporciona a los personajes un carácter de irrealidad. "En ‘Tannhäuser’ prácticamente no hay acción. Es una lucha espiritual que transcurre en el interior de los personajes, y yo quería hacer visibles las almas en movimiento, en permanente conmoción. El problema del viento es que prácticamente no existen ventiladores que no producen ruido, sólo hay una casa en Colonia que fabrica un modelo que no hace ruido. Hay veintiocho fuentes de viento repartidas en todo el decorado".

Fascinación por la ópera
El denominado "Nuevo cine alemán", que irrumpió con inusitada fuerza en la década de los setenta en las pantallas internacionales, encontró en la ópera un importante campo de acción. Por ejemplo, Daniel Schmidt (director de "La paloma" y de "Il bacio di Tosca", dramático reportaje sobre la vida de cantantes retirados que viven en el asilo fundado por Verdi en Milán) ha dirigido varios montajes en la ópera de Zurich como "Guillermo Tell" o "Linda di Chamounix". Werner Schroeter ("La muerte de María Malibrán") ha hecho lo propio, con unas controvertidas "Luisa Miller" en Amsterdam y Ginebra y "Tosca" en París, y recientemente ha realizado un filme titulado "Les poussières d’amour", en el que entrevista a diversas divas del canto. El cine de Fassbinder está lleno de referencias operísticas en su propia estética, y no podemos olvidar a Hans Jörgen Syberberg, con su monumental "Parsifal" y sus visiones sobre Luis II de Baviera o Winifred Wagner.
Werner Herzog también ha llevado a sus películas la pasión por la ópera, que tiene una presencia fundamental en obras como "Nosferatu" -con la fantasmagórica aparición del vampiro a los sones del preludio de "El oro del Rin"- y, por supuesto, "Fitzcarraldo", esa increíble epopeya del aventurero empeñado en que Caruso cante en pleno Amazonas y construye para ello un fantástico coliseo. Sin embargo, y aunque muchos de sus personajes estén guiados por la búsqueda de un ideal difíclmente alcanzable, el artista evita establecer paralelismos entre Lope de Aguirre, Fitzcarraldo o Tannhäuser. "A ellos los inventé yo, pero a Tannhäuser lo creó Wagner. Tannhäuser me interesó mucho porque es un hombre que está dividido internamente entre dos pasiones. Pero Tannhäuser es Wagner y Fitzcarraldo soy yo".

Una apasionante aventura
La relación de Werner Herzog con la música se produjo de un modo autodidacta. Muchos años después de que estuvieran a punto de expulsarle de la escuela por negarse a cantar, descubrió la música de la Edad Media y a Carlo Gesualdo, cuyos "Madrigales" constituyeron para él una verdadera revelación, hasta el punto de realizar una película sobre él.
La aventura operística propiamente dicha comenzó con una ópera de Ferruccio Busoni -"un autor al que los alemanes siempre han considerado italiano, y a la inversa"-. A este "Doctor Fausto" de Bolonia (1985) le siguió un poético "Lohengrin" en Bayreuth en 1987, que recuperaba la simbología romántica, y a partir de entonces "Giovanna d’Arco" de Verdi nuevamente en Bolonia (1989), "El holandés errante" en la Bastilla de París (1993), "La flauta mágica" en el Teatro Bellini de Catania (1991), "La donna del lago" de Rossini en Milán (1992), la recuperación de "Il guarany" del brasileño Carlos Gomes en Bonn y Washington (1994 y 1996), o "Norma" en la Arena de Verona. En el año 2000 dirigirá "Fidelio" en La Scala con dirección musical de Riccardo Muti.
"Mi relación con la ópera no ha sido premeditada -señala Herzog-. Siempre he dirigido los títulos que me han ofrecido. Lo primero que me hace decidirme es que la música me diga algo. En ‘Tannhäuser’, por ejemplo, hay momentos realmente únicos en la historia de la música. Y también está el tema de los personajes, que sean o no interesantes. Para mí es muy hermoso, de tiempo en tiempo, trabajar únicamente con la música. Eso me hace estar de algún modo en armonía con el universo. Es como si me mandasen tres semanas a Hawai".
Aunque tampoco en la ópera es todo color de rosa. "Sin problemas, sin catástrofes y sin intrigas no puede existir la ópera -prosigue-. Si no hay escándalos, es necesario inventarlos. Por ejemplo, yo estaba en Washington, preparando ‘Il Guarany’ con Plácido Domingo como protagonista, que siempre estaba fuera, cantando en otros sitios. Una mañana extendí el rumor de que Domingo no iba a cantar la ‘première’, y cinco minutos más tarde estaba todo el teatro sumido en la más absoluta conmoción".
"Y, el día del estreno de ‘Lohengrin’ en Bayreuth, la soprano que interpretaba el papel de Elsa se puso enferma y sólo pude ensayar con su sustituta dos horas antes de comenzar la función. Aprovechamos todos los momentos, incluido el preludio y las pausas. Pero eso es también lo grandioso de la ópera. En el cine, puedes repetir un plano tantas veces como quieras, pero en la ópera el cantante tiene que salir a escena y ponerse a cantar. En la ópera se respira aún ese clima de combate de gladiadores".