collage ferrer

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Escenarios

Los dramaturgos bajan el telón del encierro

Paco Bezerra, Marta Buchaca, Juan Cavestany, Alberto Conejero,Denise Despeyroux, Carlota Ferrer, José Padilla, Paloma Pedrero,Pablo Remón y Antonio Rojano nos escriben su final

11 mayo, 2020 06:51

Solidaridad ante un maltratador, parálisis en la zona cero de la pandemia, hermetismo de dos personajes dentro del confinamiento, tendencias pirómanas como parte de un mal sueño, una despedida entre guantes y mascarillas, una boda a través de un espejo deformado, el esperpento de un mundo apocalíptico, la lluvia que lo barre todo sin que nada explote, el anhelo del final que termina convirtiéndose en desidia y dos distopías protagonizadas por Pedro Sánchez y Cayetana Álvarez de Toledo son las ideas que diez dramaturgos proponen a El Cultural para poner su “final y oscuro” a esta obra que nunca hubiésemos querido protagonizar. Diez muestras de talento que nos ayudarán a abrir de nuevo las puertas de nuestros teatros.

Una ficción desconfinada

Carlota Ferrer

Carlota Ferrer

Cuadro IV

Una tarjeta vuela y cae al suelo: 

"Enlace de Rebeca y Julien. 18 de Mayo de 2023. Hotel Villa Magna".

Los invitados van llegando al convite. Muchos han optado en la lista de bodas por parcela en la Luna. La mayoría se desplaza en bicicleta o monopatín con mascarillas a juego del color de su traje, incluso confeccionadas con la misma tela o logo de la marca. Todos se lavan las manos con toallitas de sanitizerhands que depositan en un contenedor para coronadesechables. Antes de entrar hay que mirar a la cámara termográfica y realizar la extracción de pelo de nariz en fila escrupulosa. Una vez dentro, caminan en zigzag. Suena una canción que no conocemos. María no puede entrar, resultado sospechoso. En silencio discreto, se retira con una dignidad ya aprendida, ante la mirada condescendiente y alguna sonrisa maliciosa, de los que han sido aptos. María tenía la esperanza de ligar en esta boda. Desde la desaparición del sexo esporádico nocturno y el teletrabajo, las posibilidades del face to face cada vez son menores. Era actriz de teatro y tuvo que reinventarse. Ahora tiene un huerto y un blog de comida vegana. La competencia es muy dura: el 56% de los millennials y gen z tienen un canal de cocina vegana donde arengan contra el capitalismo y nos conciencian de la necesidad de cuidar el planeta. Han crecido las sectas con lemas como “paz y amor a pesar de la distancia”. Juan era socio de una bigforce y se vio salpicado en la trama de los test fakes. Arrepentido ha montado la iglesia de la reflexión planetaria. Su hermana Raquel, más pragmática, ha terminado enfermería. Llegan andando al banquete. Parecen apicultores. Miguel se baja de un taxi de pila de hidrógeno con la radio muy alta. Dicen que ya se está ensayando la vacuna en humanos. Raúl, mientras espera, está mirando las noticias en su iPhone15. China y Rusia se disputan ser primera potencia económica mundial y Trump se ha teñido de moreno y vive retirado en un rancho. Hace una semana ganó el Guinness de la calabaza más grande. No tan grande como el muro de la frontera con México, pero muy grande. En España seguimos sin gobierno desde hace años. Se buscan políticos vírgenes en profesiones de alta cualificación y las palabras derecha e izquierda están prohibidas y han desaparecido del diccionario todas sus acepciones. Dentro, los invitados están separados mediante paneles transparentes. En la comida se reparten todo tipo de manjares que vienen en paquetes individuales. Las sobras de la boda serán repartidas entre los homeless que viven en la cuadrícula dibujada, aunque ya desgastada, en un parking frente al hotel. El único superviviente del desaparecido continente africano (un cantante con acondroplasia que pasó el confinamiento dentro de un cocodrilo y hoy es venerado en todo el mundo) cierra la velada cantando una versión de Bailar pegados. Vemos el mundo a través de un espejo deformado. Un esperpento.

Oscuro final.

Cuando todo esto acabe

Paco Bezerra

Paco Bezerra

Y así acaba la obra: con una buena y una mala noticia. La mala es que, cuando todo esto acabe, nos va a pasar a todos como a Almodóvar: que —a causa de haber estado tanto tiempo confinados—, vamos a tener, por un lado, claustrofobia, y, por el otro —a causa de haber perdido el hábito de salir a la calle—, agorafobia; con lo que la situación va a ser horrible, ya que, tanto si estamos dentro de casa, como si estamos fuera, nos vamos a sentir fatal. La buena noticia es que, cuando todo esto acabe, y no sepamos dónde meternos —debido a las fobias desarrolladas—, en el fondo, nos va a dar igual porque Cayetana Álvarez de Toledo se habrá convertido en la primera mujer Presidente del Gobierno de España y, aunque agorafóbicos y claustrofóbicos, a un mismo tiempo, nuestras vidas van a volver a tener sentido. Y así acaba la obra: todos como Almódovar y con Cayetana en el poder. OSCURO TOTAL.

¿Para qué?

Marta Buchaca

Marta Buchaca

La madre y el niño en el umbral de la puerta del piso dónde llevan semanas confinados. La madre mantiene la puerta abierta con una mano y con la otra sujeta dos mascarillas. Parece que hace un rato que está así. El niño la mira, sin pretensión de dar un paso.

MADRE: Vamos.

NIÑO: …

MADRE: (Lleva un rato repitiéndolo) Que ya podemos salir.

NIÑO: No quiero.

MADRE: ¿No quieres salir?

NIÑO: Es que… (Por las mascarillas que lleva la madre en las manos.) ¿Con eso?

MADRE: No pasa nada, mira, si es divertido. Es cómo la máscara de Spiderman.

La madre se pone la mascarilla.

MADRE: Soy súper mamá.

NIÑO: Claro. Pero sin eso también.

La madre se rompería en un llanto eterno pero se contiene, como ha venido haciendo durante todas estas semanas delante de su hijo.

MADRE: Venga, vamos.

NIÑO: No quiero.

MADRE: Pero, amorcito…

(Pausa. Ella piensa estrategias.)

MADRE: (Por la mascarilla.) ¿Y si salimos sin eso?

NIÑO: La policía nos meterá en la cárcel.

MADRE: No, pero… No. ¿Qué dices?

NIÑO: Mamá.

MADRE: ¿Qué, amor?

NIÑO: No quiero salir.

MADRE: ¿Pero por qué?

NIÑO: ¿Para qué?

La madre, se queda muda. Coge las mascarillas y se las guarda, o las tira al suelo, o las quema en una hoguera sanadora. Y entra en casa de la mano de su hijo. Y cierra la puerta. Quizás para siempre. FIN

Moebius

Antonio Rojano

Antonio Rojano

El chico regresa al patio y sobre las cenizas de una vieja hoguera coloca la casa de muñecas de su madre. El regalo, recuerda, lo había heredado hace algunos inviernos pero es cierto que desde hace meses, más por pereza que por olvido, no lo sacaba del trastero. El chico abre la puerta y las ventanas, movido por una idea lúcida, nunca antes vista en él, y descubre que los otros siguen ahí dentro. Agarra al lobo y lo envía, obediente, a proteger la única puerta. El muchacho imita un aullido. Parece un perro triste.  

EL PADRE.— Está ahí.

LA MADRE.— ¿Qué hacemos? Tenemos que salir.

EL PADRE.— ¿Y si vuelve tu hijo a casa y no nos encuentra?

De un manotazo, el chico lanza al animal contra el rincón del patio. Gime teatralmente. Sí, es más un perro triste que un lobo. El chico levanta el tejado y saca primero una de las marionetas y, luego, la otra y piensa: «ahora sí que entra toda la luz». El chico saca del bolsillo el artefacto y lo frota contra la superficie áspera del cartón. La cerilla se prende.

Si esto fuera un sueño, el chico se despertaría dentro de una casa en llamas. FIN

La parte azul

Alberto Conejero

Alberto Conejero

- ¿Y ahora?

- ¿Ahora?

- ¿Dónde irás ahora?

- ¿Qué te importa a ti?

- Hemos estado juntos.

- Dirás que hemos tenido que estar juntos.

- ¿Hubieras preferido otra cosa?

- Eso ya no importa.

- Dime, ¿dónde irás ahora?

- No encuentro los guantes.

- Allí. En la estantería.

- No irás a llorar.

- ¿Te molestaría?

- No tienes derecho, no forma parte de nuestro acuerdo.

- Pero estos tres meses /

- Pasaríamos esto juntos y luego otra vez cada uno por su lado. Eso fue lo que acordamos.

- Te la estás poniendo al revés. La parte azul es hacia afuera. Deja que te /

- No hace falta. (Pausa breve). No me mires así.

- ¿Así cómo?

-  Da igual.

- Aún te veo los ojos. Por encima de la mascarilla.

- Creo que ya está todo. (Pausa breve.) Oye, te llamaré.

- Sí.

- Te cuidas, ¿vale?

- Claro.

- Va a ser tan raro volver a conducir. 

- Imagino.

- No sé si te he dado un beso antes. Prefiero no toquetear la mascarilla.

- No te preocupes. (Pausa muy breve.) ¡Espera!

- ¿Qué?

- ¿Irás a las montañas? (Silencio.) ¿Irás a las tumbas? (Silencio.)  Mírame. ¿Irás al mar? ¿Qué gritarás allí? Dime, ¿qué palabras gritarás cuando estés frente al mar?

Ya no hay respuesta. Sólo algún pájaro cerca. Y luego el motor de un coche. Y oscuro.

Pandemia infinita

Paloma Pedrero

Paloma Pedrero

Son las tres de la mañana. Mayo 2020.

Estela y Alexandra, dos veinteañeras, hablan de terraza a terraza entre susurros y nervios.

Estela.-  ¿Todo preparado?

Alex.- No. Hay que esperar. Los del sexto no han apagado la luz. Esa gente no duerme.

Estela.- Pues Pedro está en el último cielo.

Alex.- ¿Cuántas les has dado?

Estela.- ¡Chist, calla!

Alex.- Cervezas, digo cervezas.

Estela.- Cinco. Nos da tiempo a todo.

Alex.- ¿Y cómo lo has conseguido?

Estela.- Hoy estaba… Tenía ganas de… ya sabes. Después de una paliza se pone… ya sabes. Antes le preparé una copa y le eché.... cinco.

Alex.- Pues no está tan enfermo, como dice.

Estela.- Síntomas del virus tiene. Pero no le quitan la mala hostia.

Alex.- En psicología los llaman sociópatas.

Estela.- Ya. Para mí es…  (Le enseña un terrible hematoma). Mira, mira como me ha dejado el brazo.

Alex.- Sí, para mí también es un hijo puta.

Estela.- Calla, los del sexto no han apagado.

Alex.- Esos no se enteran. Tienen trabajo, pasta y… se quieren. Así cualquiera soporta estar encerrado.

Estela.- Entonces…

Alex.- Lo dicho. Tú solo tienes que conseguir ponerlo en el ascensor… Yo me encargo de lo otro. La rabia me da una fuerza…

Estela.- Y yo llamo a…

Ales.- Sí, ya sabes, diles que se ha escapado de casa y que está…

Estela.- Ya, lo que está.

Alex.- Infectado. Que se lo lleven a él donde sea. Él es el chungo y ésta es tu casa también, coño.

Estela.- Calla. Ya han apagado la luz. Vamos.

Alex.- Fuerza Estela, vamos a poder con él. Con este cabronvirus. Luego, me paso por tu casa. Tenemos que cambiar la cerradura.

Estela.- ¿Y si… me ha contagiado y…?

Alex.- No, no te preocupes, tengo mascarilla, guantes, gafas… Verás a un buzo. Y, pase lo que pase, quiero darte un abrazo, vecina.

Estela.- Gracias, vecina… ¡Vamos a por ello!

Alex.- ¡Vamos!

Ambas se meten a sus apartamentos para ponerse en acción. Oscuro y Fin.

Fragmento final de Bockscar, obra inexistente

José Padilla

Jose Padilla. Foto: Vanessa Rabade

(Silencio.)

Silvia.– Bueno... ¿y qué más da?

Enrique.– ¿Qué?

Silvia.– ¿Qué va a cambiar nada lo que les digas ahora? Después de todas las estrategias y las tácticas y... mira, ahí viene y nada la va a detener.

Enrique.– ¿Quién viene?

Silvia.– Vamos a salir de nuestras casas, pero ya no vamos a volver a nuestras calles. Jamás. Y no, tampoco vamos a mirar al mismo cielo, ni vamos a abrazar los mismos cuerpos. Y, aunque digáis que ahora podamos hacerlo, cuando nos toquemos la cara, tampoco será la misma. No nos va a reconocer ni Dios.

Enrique.– ¿Qué...?

Silvia.– Zona cero, cariño. Has repetido una y otra vez que íbamos a ser mejores, como si eso significara algo. “Mejores”. ¿Mejores con respecto a qué? ¿A quién? ¿A los que éramos antes? ¿A los que ya no están? No creo que hayamos mejorado una mierda. “Somos mejores, hemos aprendido la lección”. Justo, la misma que aprendió el dinosaurio que miraba fascinado el meteorito entrando a la atmósfera. ¿Si nadie vio venir esto cómo carajo puede afirmar nadie que vamos a ser mejores?

Enrique.– Algo hemos aprendido: hay que buscar un plan B.

Silvia.– Para la incertidumbre no hay plan B.

(Oscuro.)

El mañana es un asunto solitario

Denise Despeyroux

Denise Despeyroux. Foto: Kiku Piñol

Él.— ¿Por qué te quedas mirándome así? ¿No me estás entendiendo?

Ella.— No, no entiendo. Estás diciendo… ¿que se puede salir?

Él.— Sí, que a partir de mañana se puede salir.

Ella.—  ¿ Pero salir a qué?

Él.— ¿Cómo que a qué? Pues a lo que quieras… Bueno, no, a lo que quieras no…, quiero decir a lo que necesites. Necesidades esenciales, claro.

Ella.— ¿Pero quieres decir salir yo sola?

Él.— Sí, claro, tú sola. Cada uno solo, por supuesto.

Ella.— Yo no quiero salir sola.

Él.— Pero mi amor, no tengas miedo. Tienes el chip, estás protegida. Y los saqueos ya están muy controlados.

Ella.— No es por eso. No tengo miedo, pero prefiero quedarme en casa.

Él.— Pero no puedes quedarte en casa siempre.

Ella.— ¿Por qué no? Sales tú, si quieres. Y si no, llamamos al 700.

Él.— Ya no podremos llamar al 700, lo van a deshabilitar. Ahora hay que salir. Para lo esencial, hay que salir.

Ella.— ¿Es obligatorio?

Él.— Obligatorio no es, pero hay que salir para lo necesario. Y una de las cosas necesarias es caminar.

Ella.— Pero yo no quiero caminar ahí fuera.

Él.— Pues vas a tener que caminar treinta minutos al día, cariño.

Ella.— ¿Por qué?

Él.— Porque si nadie caminara aumentarían los accidentes cardiovasculares, y eso como comprenderás es un problema.

Ella.— ¿Entonces es obligatorio?

Él.— No es obligatorio, pero hay que hacerlo.

Ella mira por la ventana.

Ella.— ¿Y la lluvia?

Él.— ¿Qué?

Ella.— ¿Crees que algún día dejará de caer esta lluvia?

Él.— Eso no hay quién lo sepa.

Ella.— No digo que tengas que saberlo, solo te pregunto qué crees.

Él.— No quiero especular.

Ella.— Pues yo creo que esta es la lluvia que no dejamos caer. Ahora cae toda de golpe y creo que no parará nunca. Ojalá explote todo.

La lluvia cae cada vez más fuerte. Nada explota. Oscuro.

Todo irá bien

Pablo Remón

Pablo Remón

Pedro Sánchez comparece telemáticamente.

Pedro Sánchez.– Queridos compatriotas:

Cuando mañana comencemos el proceso de desescalada, el mundo que encontraremos será otro. Comparezco aquí para dar explicación de las medidas que el Gobierno ha instaurado de cara a la vuelta a la nueva normalidad:

Los niños: han demostrado ser la mayor alegría en estos días tan duros, pero también el mayor peligro. Por eso seguirán donde están ahora, en el enorme centro de detención de IFEMA, que es ya una referencia a nivel europeo, donde juegan y se divierten y organizan sus propias sociedades paralelas, a las que, desde aquí, deseamos toda la suerte.

Los colegios y Universidades, como ya avisé en mi anterior comparecencia, han sido vendidos, por un precio más que justo, a Amazon. El toreo queda prohibido. El hockey se desaconseja. En los solares donde existían cines se construirán frontones de pelota vasca que, como muchos venís solicitando, será el nuevo deporte nacional. Los teatros abrirán en los próximos meses, pero solo para obras cuyo tema explícito sean las hazañas de nuestro personal sanitario. El resto de obras quedan prohibidas porque es que además, no interesan.

Muchos os preguntáis por el contacto físico: a partir de mañana, queda prohibido. Llevaremos trajes de neopreno como yo llevo ahora, quizá incómodos y antiestéticos al principio, pero a los que poco a poco nos iremos acostumbrando. Llevaremos también guantes. Recomendamos que, además de la indispensable higiene, los adornéis y personalicéis, que les pongáis nombre incluso. Yo ya lo he hecho. Este de la derecha se llama Lalo. Este de la izquierda, Lucas. A veces Lalo y Lucas hablan entre sí y me ayudan a tomar decisiones. Lalo, diles algo a los españoles que te están viendo:

Lalo.– Españoles, todo irá bien.

Pedro Sánchez.– Todo irá bien. Os lo dice Lalo, y os lo dice también vuestro presidente. Estoy muy orgulloso de vosotros. A veces veo lo mayores qué estáis y pienso: "Cómo ha pasado el tiempo".  

No voy a deciros que nos adaptaremos a esta nueva normalidad, porque no puedo saberlo. Es muy poco lo que sé. Una vez creí amar o haber amado y resultó que no: era deseo; puro, metálico deseo. Puede ser que ahora me confunda igualmente. Todo puede ser. No sabemos nada.

En días como estos, mientras leo en el teleprompter, me acuerdo de cuando mi madre me cubría con el edredón de estrellas.

La echo de menos.

Os saludo guardando la distancia de seguridad.

Oscuro.

Captura

Juan Cavestany

Juan Cavestany

– Sal, venga, y divertíos, yo ahora voy.

– ¿No vienes? Están todos, han salido ya.

–Lo sé, te digo, pero ve tú primero, aprovecha el día. Yo me voy aquedar un rato más aquí.

Ella se va. Él se queda.

Fin