Image: La mujer en la canción popular contemporánea: entre la trasgresión y la pureza

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La mujer en la canción popular contemporánea: entre la trasgresión y la pureza

María Rozalén, Silvia Pérez Cruz, Marisa Valle Roso, La Shica o María Rodés han recogido las influencias de la música popular y las han insertado en sus respectivos estilos

31 diciembre, 2018 01:00

Silvia Pérez Cruz. Foto: Cesar Lucadamo

La música se enfrenta cada día a un eterno desafío. A lo largo de la historia, los compositores e intérpretes han comprendido que la renovación de los distintos géneros resulta imprescindible para garantizar su supervivencia. La fórmula es sencilla y compleja al mismo tiempo: se trata de rescatar la tradición y adaptarla al presente para alejarla de la ortodoxia. Precisamente la canción popular, creada y consumida por el pueblo, se ha renovado prácticamente desde su origen, siendo objeto de críticas por parte de los puristas, siempre reacios a la evolución. En España, país de bandos, la música sigue siendo objeto de disputa entre inmovilistas y renovadores. Pero la mujer, siempre en el segundo grupo, lucha cada día por demostrar a los primeros que la música sería insignificante si no atendiera a un proceso de transformación.

Desde los inicios del pasado siglo, la posición social de la mujer, en desventaja aún por la imperante moral retrógrada y machista, no impidió que algunas artistas se rebelaran de la única forma que podían hacerlo. El arte -la canción popular, en este caso- sirvió como expresión a las intérpretes para lanzar un grito de rebeldía contra una sociedad que las reducía a poco más que un objeto, una 'mujer florero'. En la actualidad, artistas como María Rozalén, Silvia Pérez Cruz, Marisa Valle Roso, La Shica o María Rodés han recogido las influencias de la música popular y las han insertado en sus respectivos estilos. Desde las jotas manchegas hasta las tonadas asturianas, pasando por la copla y, por supuesto, por los ritmos latinoamericanos -bolero, tango, lambada, cumbia, bossa, habanera…-, estas compositoras son conscientes del papel fundamental que desempeñó la mujer en la evolución de aquellos ritmos y, cómo no, en la transformación de su tiempo.

De todos los géneros tradicionales arraigados en España, la copla ha sido la expresión popular más importante. Natural de Andalucía, vivió su época dorada a finales de los años 20 y principios de los 30 del pasado siglo. Lamentablemente, todavía hay quien la vincula con el franquismo, una desconsideración injustificada que no se corresponde con la realidad, pues, como argumenta el periodista Fidel Moreno en su libro más reciente, ¿Qué me estás cantando? Memoria de un siglo de canciones (Debate, 2018), "la copla era tan franquista como republicana". Aunque en realidad no era de nadie. El Régimen, que sometió a la copla bajo el estigma de la peineta y el traje de faralaes, se apoderó incluso de la terminología y la convirtió en 'Canción española'. En los años de la Transición, sinónimo cultural de vanguardia, muchos no contemplaron sus posibilidades de renovación y, en nombre del progreso, la arrinconaron.

Gracias a figuras como Lola Flores, que arrastraba la afrenta de haber cantado para el Régimen y sin embargo supo adaptarse a las nuevas fórmulas de comunicación -fue un auténtico fenómeno televisivo en los 80, a pesar de la prensa del corazón-, la copla sobrevivió y hoy goza de un nuevo esplendor. Las compositoras ya mencionadas no creen que este crédito renovado hubiera sido posible sin la irrupción de Martirio. Rozalén o La Shica reivindican su figura con vehemencia. Esta coplera contemporánea, reivindicativa y profundamente satírica, revolucionó el género a partir de una estética más vanguardista y unas letras que se apartaban de lo solemne para sublimar las situaciones más cotidianas. Más allá de la copla, fusionó los ritmos populares latinoamericanos con el rock o el jazz, convirtiéndose en un icono posmoderno de los 90 que transmitía universalidad por cada uno de los lunares de su vestido flamenco.

Rozalén en una foto promocional

La continuidad narrativa de las letras compuestas por el célebre trío Quintero, León y Quiroga, con una clara estructura de introducción, nudo y desenlace que desentrañaba normalmente una historia de amor pasional, daban paso a una copla urbana descarada y sin complejos. Las "Sevillanas de bloques" -un canto a su vecindario que rezaba "Con mi chándal y mis tacones / arreglá pero informal"- sustituían a la dramática Tatuaje de Concha Piquer: "Y voy sangrando lentamente / de mostrador en mostrador / ante una copa de aguardiente / donde se ahoga mi dolor". El aura tremendista de la copla de antaño se imbricaba en la propia estética: maquillaje y vestuario acordes con la dimensión de aquellas letras. Firmadas por poetas como Rafael de León, heredero de Lorca, o Antonio Quintero, aquellas canciones contaban historias de mujeres rotas: prostitutas -el caso de Ojos verdes o La Lirio-, alcohólicas, madres solteras…

En la actualidad, intérpretes que se han acercado a este género como María Rodés o La Shica han recogido de esto lo que verdaderamente les interesaba. La primera desvela que cuando escuchó por primera vez "Ay pena, penita, pena", sintió "muchas ganas de cantarla en un tono más íntimo". Así nació el disco María canta copla, en la que versiona grandes títulos de un modo mucho más comedido que el que imprimieran las intérpretes de entonces. Le interesa el "contraste entre unas letras tan dramáticas y un estilo musical más juguetón e íntimo". Por su parte, La Shica, que se lamenta por que la canción tradicional en España sea "una gran desconocida", se refiere a la evolución de la estética de la copla como una cuestión práctica: "Los tiempos han cambiado, tampoco vamos a tomar una birras a caballo y con mantilla o sombrero cordobés".

Rozalén, que se ha acercado desde sus orígenes a la música popular, aboga por "quitar etiquetas y prejuicios todo el rato". La misma que con sólo seis años tocaba la bandurria y se contagió del folclore manchego añade que "es positivo que te marques una copla con una vestimenta rockera y punki". Respecto al contenido de las canciones, entre sus gustos destaca grandes títulos del género por contener "letras que valoro muchísimo, por más que algunas sean machistas", advierte. Precisamente una de las canciones que no ha incluido en ninguno de sus tres álbumes, Me arrepiento, es un canto feminista en forma de pasodoble contra un hombre sin "ningún derecho a hacerme sufrir" que dista bastante de la actitud perdedora de las coplas antiguas. La renovación es evidente en todos los campos de la canción popular, desde la evolución de los estilos a través de la fusión de ritmos hasta la intención comunicativa de las letras y la estética.

Latinoamérica y los ritmos tradicionales

Si la figura de Martirio ha resultado ser un vínculo entre generaciones, María Dolores Pradera, fallecida el pasado 28 de mayo, es un puente entre fronteras para la canción tradicional en castellano. La intérprete que no fue compositora, aunque sus contemporáneos aseguran que "cada canción que tocaba la convertía en suya", se acercó a la música popular latinoamericana, que llegó a España encabezada por el bolero cubano y el tango argentino. Fue gracias a la irrupción de autores como Antonio Machín, cantante de boleros tan celebrados como Dos gardenias o Angelitos negros; o a la referencia de Carlos Gardel, con tangos inolvidables como Volver.

Marisa Valle Roso

Figuras como María Dolores Pradera nos descubrieron otros ritmos que procedían de las regiones rurales de Sudamérica -milonga, chacarera, zambo, samba, lambada, bossa…-, a través de autores como Atahualpa Yupanqui o Chabuca Granda. 'La dama de la canción', como fue conocida, era muy admiradora de otra gran cantante popular, Chavela Vargas. Sin embargo reconoció no haber versionado sus canciones por no compartir un registro vocal común. Si el estilo de Vargas era desgarrador e hiriente, Pradera interpretaba con la mayor naturalidad. "Nunca me despeino, sólo me desmeleno por dentro", decía con su elegancia habitual para referirse a sus formas contenidas.

El cantautor Caetano Veloso es otro gran culpable del desarrollo de la canción popular latinoamericana. El brasileño es el máximo representante del tropicalismo, el género que relanzó la música tradicional de su país. Heredero de Noel Rosa o Francisco Alves gracias a las canciones que cantaba su madre, Veloso recuerda cómo la samba lenta -'samba cançao'- se impregnó del bolero procedente de Cuba, lo mismo que sucedió con otro tipo de ritmos como el son cubano. La condición demográfica de Brasil, el país con mayor población negra y mestiza fuera de África, lo ha convertido en núcleo de convergencias musicales. Este mestizaje tan enriquecedor fue aprovechado por el cantautor, cuya influencia principal fue Joao Gilberto -cultivó la bossa nova-, para convertirse en un autor referencia también para los artistas españoles.

Silvia Pérez Cruz, la más trasgresora de todas las compositoras actuales en España que se acercan a la canción tradicional, ha versionado clásicos de cualquier género. Desde el Cucurrucucú Paloma de Caetano Veloso hasta la adaptación que hizo Leonard Cohen de Pequeño vals vienés, el poema de Lorca incluido en su célebre Poeta en Nueva York. Hija de una historiadora de arte y un cantor de habaneras, Silvia Pérez Cruz reconoce que su primera intención era hacer sus canciones. "Lo que pasa es que yo soy trocitos de personas, de músicas", dice.

La Shica en una actuación

Así es ella, un verso suelto a la que le pone enferma la categorización de la música. Fue ganadora del Goya a la mejor canción original en 2017 por No hay tanto pan, una reivindicativa letra contra los desahucios para la película Cerca de tu casa, de Eduard Cortés, y a la vez experimentaba con los cantes tradicionales de España y Europa. Un fado o una mítica lambada, Chorando se foi, producida con música de cámara. "De repente te das cuenta de que cosas que son súper tradicionales son más punkis de lo que una quiere hacer", confiesa esta artista de conservatorio, con dotes técnicas primorosas.

Precisamente de aquellos rigores académicos se escapó La Shica. Elsa Rovayo, su nombre real, dejó las clases de danza y pasó de ser bailaora de tablaos a deslumbrar con la fusión de copla, flamenco y rap. A partir de entonces, ha imprimido su personalidad en canciones populares como La bien pagá o Limosna de amores y no ha dejado de experimentar con distintos estilos. Pero, cuidado, Arriba los puristas, sorprende en sus declaraciones. "Si todos nos pusiéramos a hacer destrozos y experimentos, y nadie cuidase de esa esencia se perderían demasiadas cosas bellas e importantes", explica. Se refiere a esa música tradicional sobre la que "sabemos muy poco", pues, según asegura, "la mayoría cree que nuestro folklore es el flamenco y desconoce todo lo anterior".

Ciertamente, la música tradicional en España va mucho más allá de la copla. Desde las jotas que escuchaba Rozalén de niña hasta las tonadas asturianas que convirtieron en artista a Marisa Valle Roso, otra de las compositoras actuales que se han acercado a la canción popular. La asturiana empezó su carrera por su hermano, que le presentó a Alfredo Cangas, una de las personalidades más importantes del género. Sus primeros trabajos estaban dirigidos a la tonada, "la columna vertebral de todo lo que hago", según cuenta. Pero más tarde su poderío vocal encandila a figuras de la canción pop en español y realiza una gira, Marisa canta a..., en la que interpreta a clásicos de la canción popular como Chavela Vargas o Mercedes Sosa, heredera de Yupanqui.

María Rodés

El nombre de su último disco, Consciente, remite al "riesgo que suponía dar nuevos pasos", confiesa. Lamenta haber recibido "críticas en cada paso que di, por cantar tonadas consideradas 'de hombres', por probar con otros géneros...", pero se muestra optimista y considera que "la combinación mujer-folclore-renovación está de moda y eso es muy bueno". Por otro lado, cree que hace falta una canción reivindicativa, "aunque echando un vistazo a mi alrededor y viendo todo lo que están haciendo en contra de la libertad de expresión, igual es jugársela", protesta.

No hace mucho que Marisa Valle Roso y Rozalén emocionaron al público de la madrileña sala Galileo Galileo con una versión sobre La llorona de Chavela Vargas. Es habitual entre artistas de similar registro este tipo de confluencias. Rozalén, muy propensa a colaborar con artistas de todo tipo, ya interpretó junto a Carmen París un éxito de sus inicios, Savia nueva, también en Galileo. La artista nacida en Tarragona, aunque criada en Zaragoza, es otro de los nombres más elogiados por las intérpretes más actuales. Por su inercia al quebrantamiento de los cánones musicales -ha fusionado la jota aragonesa y el jazz, entre tantos estilos-, Carmen París es otro de los nombres que, como Martirio, se erigen como figura renovadora de la música tradicional y suponen un vínculo generacional dentro de la canción popular española.

La evolución de la música popular, separada erróneamente de la categoría culta por cuestiones elitistas, ha sido significativa tanto en forma como en contenido. En la copla, por ejemplo, si los complejos arreglos orquestales y el desgarro de las intérpretes han derivado en unas formas más contenidas, también la intención del mensaje es, afortunadamente, otra. El ascenso social de la mujer ha permitido emitir unas letras más directas que las de entonces, donde la crítica a la moral de la época iba escondida entre los versos para burlar la censura. Tal es el caso de la mencionada Me arrepiento de Rozalén o el himno contra el maltrato machista María se bebe las calles compuesto por Martínez Ares e interpretado por Pasión Vega, otra de las grandes copleras junto a Diana Navarro o Pastora Soler. Más contemporáneas aún son las artistas mencionadas, o las propuestas más excéntricas de Chirigóticas, Julia de Castro o Rosalía.

@JaimeCedilloMar