Especial: Lo mejor del año

Un placer dedicarse a escribir de teatro en años así, con una cartelera atestada de reclamos sugerentes. Tantos que nuestra lista es inevitablemente injusta: perdonen las ausencias. No lo es que la encabece la Espert. En Incendios parecía una actriz de kabuki: mínima gesticulación, máximo estremecimiento. Sanzol purgó su trauma sentimental sobre las tablas: con verdad y originalidad. La respiración, doliente comedia, demostró que se puede conmover con humor. Del Arco se midió con Shakespeare. Y no se intimidó. Fue de nuevo fiel a su descaro creativo, plasmado en un Hamlet trepidante. Ron Lalá nos inoculó el virus de la Cervantina, cuyo efecto más notorio fueron las carcajadas que resonaron en palcos y plateas. Y Peris-Mencheta coregrafió el caos en La cocina, un espectáculo ¿irrepetible?



Fue el año también de Ernesto Caballero. Firmó tres enormes trabajos: Galileo, El laberinto mágico y Jardiel, un escritor de ida y vuelta. Todas las puntadas de sus adaptaciones las hiló con debates candentes: la presunta insostenibilidad del capitalismo, el resurgir de las ideologías megalómanas, el guirigay perpetuo de la España invertebrada. Aunque su magnífico año (hay que sumar el éxito de su oratorio Reina Juana) lo emborronó la incomparecencia de un Buero centenario en el CDN. Dicen que sus herederos lo pusieron muy difícil. No sé. Lamentable en cualquier caso: la desaparición de Buero en la cartelera nos la tenemos que hacer mirar.



Hay que dedicarle también una reflexión al kafkiano marco legal en que deben manejarse las salas off. Son ya parte de la identidad cultural de Madrid y Barcelona pero padecen una angustiosa inseguridad jurídica. Confíamos en que el enredo burocrático (amén del IVA encallado en el 21% con el nuevo gobierno) no suponga más cierres que empobrezcan la oferta escénica. Quien la ha enriquecido, y de qué manera, es el recién alumbrado Teatro Kamikaze: celebramos su querencia al riesgo y su autoexigencia artística. Larga vida. Tan larga al menos como la de Temporada Alta, que celebró su 25ª edición. En la capital toca tomar nota de cómo se apuntala un festival de otoño de teatro contemporáneo. El de Madrid sigue dando bandazos a la espera de que Aladro lo estabilice. Lo mismo han de hacer Portaceli y Feijóo en el Español y sus Naves, después de la depuración de Pérez de la Fuente. Y tenemos muchas ganas de ver cómo tripula Rigola el transatlántico del Canal. De todos ellos esperamos una temporada tan sustanciosa como esta.



@albertoojeda77