Image: Colón conquista el Maestranza de Sevilla

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Escenarios

Colón conquista el Maestranza de Sevilla

Santiago Serrate dirige esta tarde el estreno en tiempos modernos de la ópera olvidada de Ramón Carnicer

28 junio, 2012 02:00

Santiago Serrate, al frente de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.

De auténtico acontecimiento debe catalogarse el estreno en tiempos modernos, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, de Cristóbal Colón de Ramón Carnicer. Una iniciativa que nace del Instituto Complutense de Ciencias Musicales y del Teatro y en la que estuvo en su día la extinta Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, SECC. Estamos ante una ópera que vio la luz en el Teatro del Príncipe de Madrid el 12 de enero de 1831. Se trata de una noticia musical muy importante, que quizá no está teniendo en la prensa el relieve que merece. Porque hay que resaltar que Carnicer (Tárrega, 1789 - Madrid, 1855) fue uno de nuestros mejores y más cotizados compositores líricos.

El catalán se había formado, como la mayor parte de los músicos de aquella generación, en la iglesia. Niño cantor en el coro de la Seu D'Urgell durante siete años y muy dotado, fue enviado a Barcelona, donde siguió su formación con grandes maestros. En el Teatro de la Santa Cruz, reducto barcelonés de la ópera italiana a finales del XVIII, pudo contemplar obras de Anfosi, Paisiello, Tritto, Guglielmi o Cimarosa. De esta forma, su vocación teatral surgió de inmediato dedicándose a copiar y analizar a fondo las partituras de cuantas óperas italianas llegaban a Barcelona. Según Barbieri, su decisión de dedicarse al teatro se dio después de escuchar en 1807 el estreno de la ópera de Simone Mayr Elisa o el monte de San Bernardo.

El compositor supo seguir esos ejemplos y utilizar con profusión las correspondientes técnicas como recogen los profesores Casares y Sobrino: estructuras cadenciales repetitivas a la manera de Rossini, cortas frases regulares repetidas provocadoramente, notas con puntillo, persistentes motivos rítmicos llenos de agresividad, recurrencia al crescendo rossiniano magistralmente usado en numerosos momentos con ese sentido hipnótico de gran gesto teatral. También fue maestro en buscar los contrastes entre secciones, con una gran facilidad para el manejo de los pequeños motivos a fin de desarrollar secciones complejas. Su manera de tratar las texturas en el discurso vocal, introduciendo breves motivos sobre la melodía principal, a cargo de la orquesta, es muy rossiniana. Un efecto llamado "parlante orquestal".

Este Cristoforo Colombo, ópera seria en dos actos, con libreto del famoso Felice Romani, pone de manifiesto todo lo dicho, en una época en la que el compositor había alcanzado un alto grado de madurez, lo que le había valido llegar a la cátedra de composición -fue el primero en ese puesto- del Conservatorio de Madrid, una vez regresado de Londres, a donde se había exiliado, como liberal que era, huyendo de la persecución de Fernando VII. Nos encontramos ante una gran ópera con todas las consecuencias, que fue bien recibida en su momento por tratar un tema de la historia española que podía servir de modelo, como señala Ruiz Tarazona, a la tan esperada creación de una ópera nacional; a pesar de su italianismo en las formas y de su relativa monotonía estilística.

Fue un triunfo más en una carrera que, dentro de la escena, había conocido ya otros muy notables con Elena e Costantino (1821) e Il disoluto punito, ossìa Don Giovanni Tenorio (1822), ambas recuperadas no hace mucho por el ICCMU, como este Colón, cuya partitura, tras pasar por las manos de un musicólogo alemán, ha sido finalmente revisada por Santiago Serrate, que es quien va situarse precisamente en el podio. Cuenta con las voces de los barítonos Joan Martín-Royo (Colón) y César San Martín (Iarico), la soprano Yolanda Auyanet (Zilia), el tenor David Alegret (Zamoro) y la mezzo Cristina Faus (Fernando) en los cometidos principales. Un plantel en el que quizá faltan instrumentos más heroicos, pero que puede dar buen juego en la reproducción de una escritura situada a medio camino entre Rossini y los neobelcantistas Bellini y Donizetti.