François Ozon en el rodaje de 'El extranjero', en el blanco y negro de la película.

François Ozon en el rodaje de 'El extranjero', en el blanco y negro de la película.

Cine

François Ozon adapta 'El extranjero': “Ante el absurdo de la vida, Camus propone rebelión y yo hago películas”

El icónico director francés asegura que adaptar este “monumento” de la literatura francesa y universal ha sido el mayor reto de su trayectoria. Y hablamos de un cineasta con 37 películas.

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El extranjero, publicada por Albert Camus en 1942 en plena Segunda Guerra Mundial, es una obra fundamental en la historia de la literatura. Enigmática, profundamente evocadora, casi siempre desoladora y por momentos tristísima, la novela mantiene intacto su mayor acertijo: ¿por qué Meursault mata a un árabe en un día achicharrante en una playa de Argelia?

Y no solo es un misterio porque no haya un motivo claro para el injustificable acto del taciturno protagonista, sino también porque después –y quizá sea lo más sorprendente– se niega a defenderse en un juicio que puede acabar con su vida y al que asiste como a un espectáculo que nada tuviera que ver con él.

Muchos grandes directores prefieren adaptar al cine originales literarios de escaso prestigio para poder ‘traicionarlos’ sin que nadie se rasgue las vestiduras (y quizás evitar comparaciones odiosas). Ahí está Alfred Hitchcock, que convirtió novelas de suspense sin mucha calidad en obras maestras, o Stanley Kubrick, que adaptó El resplandor cuando Stephen King era considerado todavía un escritor de tercera.

François Ozon (París, 1967) se podría sumar a la lista pero ahora, en cambio, ha cargado con la responsabilidad de llevar al cine un libro que en Francia leen todos los adolescentes en el instituto. Asegura que ha sido el mayor reto de su extensa trayectoria.

Poseedor de un estilo muy reconocible, heredero confeso del gran Fassbinder –al que rindió homenaje en la turbulenta Peter von Kant (2022)–, Ozon es el cineasta del lado oscuro, el director que, linterna en mano, baja hasta la caverna del subconsciente para mostrarnos lo que late en ese abismo.

Con 37 largometrajes en su filmografía, casi una película por año, ganó la Concha de Oro de San Sebastián por En la casa (2012), adaptación de una obra de teatro de Juan Mayorga sobre un adolescente con talento para escribir que manipula a su profesor de literatura y a una familia de mediocres.

En los Premios César, los Goya galos, lo han nominado 19 veces, pero no se lo han dado nunca. Algunas de sus películas, como 8 mujeres (2002), una comedia de intriga en clave de farsa con Catherine Deneuve e Isabelle Huppert; El amante doble (2017), un thriller “hitchcockiano”; Frantz (2016), un drama sobre la Primera Guerra Mundial; o la reciente Mi crimen (2023), han sido notables éxitos de público en España.

Con más de 700.000 espectadores hasta la fecha en Francia, El extranjero es un salto sin red para Ozon, no solo por adaptar una novela tan famosa, también porque –como cuenta él mismo– es la antítesis del manual de guion, con ese Meursault pasivo que parece que nunca hace nada por iniciativa propia.

Interpretado por el guapísimo Benjamin Voisin, el filme, en blanco y negro, nos traslada a la Argelia colonial para contarnos algo más que ese inexplicable crimen. Siendo bastante fiel a la historia de Camus, la película, que refleja un país colonizado por los franceses de manera salvaje, indaga también en esa novia misteriosa de Meursault (Rebecca Marder) por la que no parece sentir ni afecto ni odio y en el desagradable y racista Raymond (Pierre Lottin).

Pregunta. ¿Impone mucho respeto adaptar El extranjero, uno de los libros más conocidos de la literatura francesa?

Respuesta. Sí, claro. Es un libro que todos los franceses leen en el instituto, como me imagino que pasa con el Quijote en España, y cada lector tiene su propio Meursault en la cabeza. Lo más sorprendente fue descubrir que los productores tenían miedo, pensaban que era inadaptable.

»Yo suelo inspirarme en obras literarias menores, piezas poco conocidas; aquí me lanzaba a un monumento, algo casi sagrado en Francia. Aun así, sentía un deseo muy profundo de volver a ese libro que leí demasiado pronto, cuando era adolescente, sin comprenderlo del todo. Al releerlo descubrí un texto mucho más oscuro y filosófico.

P. ¿De lo que encontró qué fue lo que más le atrajo?

R. El misterio. El extranjero es un libro más enigmático, más ambiguo, de lo que recordaba. Y, sobre todo, me fascinó Meursault: un personaje sin emociones aparentes, que no habla mucho, que actúa de forma absurda. Es exactamente lo contrario de lo que se enseña en una escuela de cine que debe ser un protagonista.

»Me pregunté si Meursault podía existir en pantalla tal como Camus lo describe, sin traicionarlo. Era un experimento casi radical, una apuesta por un tipo de personaje que el cine rechaza porque no ofrece psicología clara ni redención.

Benjamin Voison en 'El extranjero'.

Benjamin Voison en 'El extranjero'.

P. ¿Ha intentado entenderlo psicológicamente?

R. Hablé con psiquiatras, psicoanalistas, especialistas en Camus... Unos decían que era Asperger, otros que era un psicópata o simplemente un disidente emocional. Pero decidí no diagnosticarlo. Seguí el libro.

»Meursault es una página en blanco sobre la que cada uno proyecta lo que quiere. Yo muestro lo que escribió Camus y dejo la interpretación al espectador. La tentación de internarme en su psicología era grande, pero hubiera destruido su esencia.

P. ¿Es Meursault un pusilánime o un rebelde?

R. Meursault dice siempre la verdad y, en este sentido, no juega al teatro social. Si no siente nada, lo dice. Si no quiere sonreír, no sonríe. En un mundo donde los sentimientos se usan de forma manipuladora, él es radicalmente sincero. Eso lo vuelve incómodo, incluso antipático, también profundamente moral. Tiene una dolorosa lucidez sobre el caos del mundo.

P. Benjamin Voisin, quien interpreta a Meursault, ha dicho que fue “muy infeliz” durante el rodaje. ¿Por qué?

R. Fue una experiencia muy dura para él. Benjamin es una persona muy vital, muy expansiva, y aquí le pedí que no actuara. Que fuera casi un modelo de Bresson.

»En Marruecos, el equipo salía por la noche y él se quedaba en su habitación, encerrado en el silencio del personaje. Para los otros actores también era difícil: trabajar frente a alguien que no reacciona descoloca muchísimo. Pero esa incomodidad también era útil para la película.

Denis Lavant y François Ozon durante el rodaje de 'El extranjero'

Denis Lavant y François Ozon durante el rodaje de 'El extranjero'

P. El asesinato del árabe es uno de los momentos más célebres de la novela. En su adaptación, surge un componente erótico. ¿Cómo lo abordó?

R. Nunca entendí del todo esa escena. ¿Por qué Meursault avanza hacia el árabe? ¿Qué lo atrae? Camus no lo explica. Intenté dilatar el tiempo, crear un momento suspendido, irreal, que efectivamente es casi erótico. Pensé en Sergio Leone y en sus duelos: miradas, respiración, la mano que se tensa...

»Quería mantener el misterio, no buscar motivaciones psicológicas. La escena es tan hermosa como perturbadora: si la vuelves lógica, no funciona.

P. El colonialismo es uno de los grandes temas de la novela. ¿Quería mostrarlo sin suavizarlo?

R. Para mí era esencial situar la historia en su contexto. En Francia no se ha afrontado del todo la relación con Argelia, sigue siendo una herida abierta. Por eso la película arranca con imágenes de archivo, para mostrar cómo los colonos se imaginaban a sí mismos.

»Camus negó que la novela tuviera relación con la guerra de Argelia, pero matar a un árabe sin nombre dice algo, aunque sea inconsciente. No podía obviarlo. Adaptar el libro hoy significa también asumir esa sombra.

P. El extranjero, como El guardián entre el centeno, siempre ha sido uno de los libros sagrados de la adolescencia. ¿Por qué nos seduce tanto en esa época esta historia?

R. Porque la adolescencia es un momento de extrañeza absoluta respecto al mundo, al propio cuerpo, a los demás. Es una edad de violencia contenida y, a la vez, de búsqueda desesperada de sentido. Meursault tiene algo de eso. Está anestesiado y, para sentir algo, rompe la armonía de un día que podría ser idílico. Es una lógica de transgresión muy adolescente: cruzar una línea para existir. Me interesaba esa energía bruta, casi primitiva.

Benjamin Voisson y Rebecca Marder, en 'El extranjero'

Benjamin Voisson y Rebecca Marder, en 'El extranjero'

P. En el filme hay un cambio de tono respecto a otros trabajos suyos, más contenido, más sobrio. ¿Por qué el blanco y negro?

R. Se impuso solo. Crea distanciamiento, nos obliga a mirar de otra manera. Y conecta con la memoria colectiva: las imágenes del colonialismo son en blanco y negro. Además, el libro es filosófico; esa austeridad formal le sienta bien. Rodé con muy pocos movimientos de cámara y un ritmo contemplativo. Es mi película más estática y también una de las más sensoriales. El blanco y negro devuelve al espectador a un lugar mental, no solo narrativo.

P. Camus vivió una célebre polémica con Sartre cuando criticó a la Unión Soviética y Sartre defendió que la revolución podía justificar la violencia. ¿El tiempo ha dado la razón a Camus?

R. Creo que la historia ha dado la razón a Camus. Su desconfianza hacia las ideologías –el comunismo, el fascismo, la religión– es muy moderna. Sartre defendió posiciones que hoy resultan difícilmente sostenibles. Ese debate pertenece a los años 50, pero parece evidente que la mirada de Camus ha envejecido mejor.

P. ¿El mundo actual –Trump, Ucrania, Gaza o la extrema derecha– nos devuelven la idea del “absurdo”?

R. Sí, totalmente. Por eso El extranjero sigue siendo tan actual. Ante el absurdo, Camus propone la rebelión. Yo, ante el absurdo, creo y filmo. Cada uno hace lo que puede. No tengo respuestas políticas; solo puedo crear. Es mi forma de estar en el mundo.

P. Algunos críticos definen su cine como perverso u oscuro. ¿Qué opina de esta etiqueta?

R. Me da igual. Lo importante es que no genere indiferencia. Cuando una película está terminada ya no te pertenece. Es de los espectadores, de los críticos. Acepto sus interpretaciones, incluso las que no comparto. El cine está para dialogar, no para cerrar sentidos.

Benjamin Voisson y Rebecca Marder, en un momento de la película

Benjamin Voisson y Rebecca Marder, en un momento de la película

P. Rueda casi un filme al año. ¿Qué es lo que más disfruta del proceso?

R. El rodaje y el montaje. El set es pura creación colectiva; el montaje es una reescritura. Si no tuviera que hacer promoción, haría dos o tres películas al año, como Fassbinder. Pero hoy es imposible: un filme necesita acompañamiento. Público, prensa, festivales... todo eso forma parte del proceso creativo.

P. ¿El guion es algo cerrado para usted?

R. No. Es una base. Pero aquí también estaba el libro, que era más fuerte que el guion. Intenté ser fiel a sus sensaciones, a su ritmo. Aunque creo firmemente que cada adaptación es una interpretación, como ocurre cuando llevas a escena hoy a Shakespeare o Molière. La fidelidad absoluta no existe; lo único posible es la honestidad.

P. ¿Las interpretaciones siguen siendo el centro?

R. Sí. Los actores son la encarnación de las ideas. Filmar la piel, los cuerpos, es fundamental. Aquí les pedía algo diferente: contención absoluta. Benjamin y Rebecca leían cada noche fragmentos del libro. Yo, en cambio, olvidé el texto original para concentrarme en la energía del momento.

P. Sus películas siempre son para la gran pantalla. ¿Le atrae rodar para plataformas?

R. Intentamos conseguir el apoyo financiero de varias, pero decían que en la primera parte “no pasa nada” y que no había diálogos. Las plataformas son muy conservadoras. Así que, mientras pueda, seguiré en el cine para la pantalla grande.