José Luis Borau, en plena búsqueda  de su linaje.

José Luis Borau, en plena búsqueda de su linaje.

Cine

Desvelamos el archivo de José Luis Borau: la historia detrás de las 98 ilustres derrotas del cineasta

El crítico de cine Carlos F. Heredero adelanta en exclusiva a El Cultural su proyecto de investigación 'Iceberg Borau', centrado en los proyectos no culminados del director.

12 marzo, 2024 01:37

la apertura de los archivos en los que yace toda la documentación acumulada por José Luis Borau sobre su vida y su obra descubre de inmediato al investigador que, en realidad, lo que hasta ahora conocemos del autor de Furtivos (1975) no es más que apenas el 11% de la parte visible de un enorme iceberg, cuyo 89% de masa sumergida oculta un sinfín de trabajos no culminados, pero no solo de cine, sino también en decisivas parcelas de la historia y de la cultura de este país.

Fascinado por el caso, me adentro en esa gruta del tesoro y descubro, nada más entrar, la obsesiva indagación del cineasta —durante más de medio siglo en la genealogía de su apellido, lo que le hace remontarse hasta la alta Edad Media para buscar los orígenes de la Villa de Borau con objeto de reconstruir el linaje histórico de su familia, vecinalmente cercano en la Zaragoza de 1765-1770 a Francisco de Goya.

Es solo el principio, después aparecerán en vida Velázquez, Unamuno, Baroja, Buñuel... figuras de reconocido linaje artístico con las que el cineasta, una y otra vez, trata de emparentar su propio trabajo.

Carmen Maura y José Luis Boreau en el rodaje de 'Tata mía'.

Carmen Maura y José Luis Boreau en el rodaje de 'Tata mía'.

De ahí que su primer esbozo de guion (La senda ciega, 1953) no sea otra cosa que una juvenil relectura de la barojiana Zalacaín el aventurero y que su primer intento de hacer un documental (el frustrado Zaragoza y Velázquez, 1957) tuviera como objeto explorar la participación de este pintor en el cuadro Vista de Zaragoza (1647), pintado por Juan Bautista del Mazo, discípulo y yerno del autor de Las Meninas.

O que pasara toda su vida intentado vincularse, de múltiples maneras, con el genio de Calanda. Y no fueron pocas. Primero se prestó a producir para Buñuel una adaptación de La casa de Bernarda Alba; luego hizo posible la distribución y el estreno en España de Viridiana (1961), una gestión que emprende ya en 1974, tres años antes de que desaparezca la censura; más tarde trata de poner en pie una película compuesta por tres episodios, dirigidos por Buñuel, Saura y él mismo, para la que maneja títulos como Mundo, demonio y carne; Fe, esperanza y caridad; Las tres gracias; Tres reyes magos o Las tres hijas de Elena.

A su vez le propone a Jorge Herralde publicar, con un prólogo suyo, el guion que Buñuel y José Rubia Barcia escribieron juntos en Hollywood (The Bride with the Dazzled Eyes). Pero no solo, pues trata también de comprar la casa de Buñuel en México, un empeño gracias al cual, finalmente, el inmueble será adquirido por el Ministerio de Cultura español.

Emerge del ‘baúl de los cadáveres’, abierto ahora de par en par, una aventura vital y cultural

La vida entera de Borau —indistinguible de su trabajo— acumula una derrota tras otra en su irredento empeño por hacer lo que realmente le merece la pena. Y esto ya desde que escribe junto a Jesús Fernández Santos, en 1960, dos guiones (Vía muerta y Cien dólares al mes) que, de haberse llegado a rodar, habrían ofrecido —por sus temas, por sus personajes y por su mirada— una genuina avanzadilla del posterior Nuevo Cine Español.

Pero la sorpresa mayúscula que aguarda al historiador es descubrir el guion completo de una película de sustrato inequívocamente autobiográfico (Alguien como tú, 1964-1966), protagonizada por Imperio Argentina —veinte años antes de filmar Tata mía— en la piel de una estrella de otra época dirigida por un imberbe director, recién salido de la Escuela de Cine, ¡que se niega a realizar spaghetti wésterns!

Me adentro con asombro entre los meandros infinitos de un archivo gigantesco, depositado a la vez en la Biblioteca de la RAE, en Filmoteca Española y en la productora de Enrique Cerezo.

Una tras otra, todas las historias, los argumentos y los guiones que Borau no consiguió filmar vuelven a la vida: El huésped número uno (1959), Mabel (1964), Cinco veces grande (1964), Un cura joven (1970, su personal ajuste de cuentas con la unamuniana San Manuel Bueno, mártir), Gatuperio (germen de la posterior Niño Nadie), La invención amorosa (1993), La pajarita de oro (1999-2003, su soñada screwball comedy), Las hermanas del Don (2000-2005, el negro y durísimo guion que escribe junto a Rafael Azcona), Después de Tokio (2007)…

José Luis Boreau en el rodaje de 'Brandy'.

José Luis Boreau en el rodaje de 'Brandy'.

En otros archivadores aparecen sus argumentos compartidos con Iván Zulueta, Josep Lluís Font (Labores propias de su muerte), Jaime de Armiñán o Manuel Gutiérrez Aragón. Comparecen a su vez los cuentos inéditos que dejó sin publicar y sus fallidas aventuras de producción: desde el proyecto de José María Gutiérrez (Pantaleón y las visitadoras, en 1973, antes de que la historia se convirtiera en novela) hasta sus ofertas de producir una película a cineastas como Víctor Erice, Luis G. Berlanga e… ¡Ingmar Bergman! (sus guiones sobre la vida de Jesucristo).

Entre cajas y legajos emergen las notas que el cineasta deja sobre el viaje que realiza para visitar la Cueva de la Tía Potita (en Albacete) y Villa Cándida, cerca de Denia (hospitales de retaguardia para las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil), con objeto de producir una película dirigida por Peter Weiss que adapta un episodio de su monumental novela La estética de la resistencia.

Pero también el diario que escribe durante su secreto viaje de costa a costa de los Estados Unidos (A lomos de un galgo gris por un país imaginario, 1996-1997), que realiza en autobuses de la Greyhound, sin saber dónde va a dormir cada día, y cenando él solo, la noche de fin de año, una lata de lentejas calentada al baño maría en el lavabo del hotel en el que se aloja.

El sueño americano, siempre latente en el director de Río abajo, deja otras muchas huellas en este archivo pantagruélico: su intento de dirigir en Estados Unidos un filme protagonizado por Mario Moreno, ‘Cantinflas’; su propuesta de filmar en Chicago una historia protagonizada por los indios contemporáneos; su querido proyecto de película con Mickey Rooney (Old Andy, un sueño en el que estuvo trabajando durante más de veinte años) y, sobre todo, su obstinación por dirigir personalmente en aquel país un remake de Mi querida señorita, la película que él mismo había producido para Jaime de Armiñán en 1971: primero sobre un argumento situado en Boston y Massachussets, luego sobre un relato ubicado en Santa Mónica y California, y, finalmente, sobre un tercero anclado en Texas, a partir de un extenso argumento escrito junto a Barbara Probst Solomon.

El sueño americano, siempre latente en Borau, deja huellas en este archivo pantagruélico

Alérgica a todo tipo de nacionalismo, la trayectoria entera de Borau —como cineasta y como intelectual— habla también de su esfuerzo constante por tejer redes de interculturalidad entre diferentes espacios nacionales: con su frustrado libro Hollywood contra Franco (1974-1978, una investigación para documentar la ayuda prestada por numerosas personalidades e instituciones de Hollywood a la causa republicana durante la Guerra Civil); con su trabajo para rescatar las películas interpretadas en Hollywood por Rosita Díaz Gimeno y, sobre todo, con su quijotesco, inabarcable empeño de inventariar, documentar y catalogar la totalidad del exilio cinematográfico español tras el triunfo de la sublevación franquista.

Todas estas y muchas más. Son en total 98 ilustres derrotas, una tras otra, las que emergen del “baúl de los cadáveres” (expresión muy querida por el propio Borau), abierto ahora de par en par para dar cuenta de una inmensa aventura vital y cultural.